viernes, noviembre 02, 2007

SEMINCI 2007 Crónica 7: EL VUELO DEL GLOBO ROJO, EL PRADO DE LAS ESTRELLAS, LO BUENO DE LLORAR

EL VUELO DEL GLOBO ROJO de Hou Hsiao Hsien... Y el globo estaba lleno de aire

Dice Oscar del Olmo, periodista de El Mundo, que las reacciones en forma de pateo que se están escuchando en los pases de prensa del algunas películas (para ser francos, bastante menos que en ediciones anteriores) deberían llevar a los organizadores a considerar la posibilidad de establecer unos antipremios tipo Ortigas de Oro y Plata que consistirían en obligar a los responsables de las mismas a visionar los videos de las vacaciones de todos los abonados, a ver si así se lo piensan dos veces antes de venir. Estoy de acuerdo: semejante tortura no se me antoja excesiva para la película que más me ha crispado los nervios de la Sección Oficial hasta el momento, por mucho que su responsable sea el consagrado maestro Hou Hsiao Hsien, autor de películas como El Maestro de Marionetas y Three Times, que en su primera producción europea ha entregado un filme que, siendo bastante benévolos, podríamos considerar una tomadura de pelo.

El argumento, por decir algo, consiste en una señora (Juliette Binoche, rubia, gritona y con perpetuo gesto de no entender muy bien que pinta allí)) que se dedica a poner voces en un espectáculo de marionetas y que lo pasa mal porque su pareja ha huido a Canadá a escribir una novela y su vecino de abajo no le pasa el alquiler como debiera, además de que el trabajo de dobladora de marionetas resulta tan absorbente que se ve obligada contratar a una estudiante de cine china para que cuide de su hijo de corta edad. La china, de la que nunca oímos en todo el filme expresar su opinión acerca de nada por muchas voces y broncas de las que sea testigo ni vemos muestras de su supuesto talento como cineasta, establece la relación de proximidad normal de cualquier Nancy con la criatura a su cargo. Y ya está. No hay más. Bueno, si: hay un globo rojo que se pasea lentamente por el hermoso perfil de París y cuyo papel en la película resulta más inextricable que el monolito de Kubrick en 2001. A la quinta o sexta vez que aparece en escena sientes ganas de sacar una escopeta y volarlo en pedazos.

Miren ustedes, yo debo ser muy lerdo o carecer de la sensibilidad necesaria para apreciar en todo lo que vale la mirada oriental de Hou Hsiao Hsien sobre nuestra sociedad occidental, no entro en éxtasis con los sucesivos paseitos del globo por París ni tan siquiera me río cuando el maestro nos muestra a uno de esos tipos vestidos con un mono verde como los que se utilizan para desaparecer digitalmente en los croma manejando el dichoso globo en lo que sin duda debe ser una sesuda reflexión sobre la manipulación de la imagen en el cine o alguna metáfora por el estilo. A mi el cine contemplativo me parece muy bien, pero a condición de que se asuma como tal y no me haga perder el tiempo con un atisbo de historia que no va a ninguna parte y que carece de la más mínima entidad. Me parece una auténtica tomadura de pelo e incluso una falta de respeto para con el espectador.

EL PRADO DE LAS ESTRELLAS de Mario Camus. Ciclismo, buenos santos y malos malísimos

Tengo la sensación de que el cine de Mario Camus, que tantas alegrías nos ha deparado en el pasado incluyendo alguna que otra obra maestra como Los Santos Inocentes, acentúa sus defectos con el paso de los años y deja la pésima imagen de un autor desfasado que no tiene mucho que añadir a lo ya expresado en su filmografía en los últimos años. Sus personajes son cada vez más maniqueos: los buenos de puro buenos casi llegan a santos y los malos, siempre pendientes de enriquecerse a costa del prójimo, cada vez menos sutiles y todos recitan sus líneas como si estuvieran declamando un texto poético antes que hablar de cosas cotidianas, con una alarmante falta de naturalidad que obliga al espectador a plantearse seriamente si todo lo que se cuenta en pantalla va en serio. Camus ha presentado en la Seminci una serie de historias que se resumen en sus personajes: por un lado tenemos a un chaval prometedor con madera de ciclista, una hermana con ansias de volar que se debate entre la siempre acogedora vuelta a casa y el mundo que se abre ante sus ojos y un tercero que ama a ésta pero que no consigue atarla en corto lo suficiente para que se quede a su lado. Por otro tenemos a un viejo agradecido por haber sido criado como un hijo por una apacible anciana dueña de numerosos predios a la que visita en una residencia y su amigo entrenador de ciclistas profesionales con ojo para los talentos, que llevarán la carrera de la joven promesa con cuidado de que éste no descuide sus estudios.

El Prado de las Estrellas ofrece buenas intenciones, alguna que otra esplendida interpretación a cargo de los actores más veteranos del reparto – que se muestran tan superiores a sus compañeros más jóvenes que la película queda fatalmente desequilibrada y eso que entre los segundos está el gran Antonio de la Torre – y una pareja llena de química, la formada por Alvaro de Luna y Jose Manuel Cervino, que consigue transmitir al espectador su mirada a un deporte, el ciclismo, del que se ensalzan bien sus mejores valores en estos tiempos en los que parece más desprestigiado que nunca. Hermosos parajes cántabros como ambientación, una desopilante escena cómica hacia el final de la película y la sensación siempre bien presente de que hay algo en su mecanismo que no funciona conforman una película algo anodina no ha despertado precisamente pasiones sino que ha dejado a su paso una resignada indiferencia.

LO BUENO DE LLORAR de Matías Bizé. Fallido experimento

Fuera de concurso se presentaba esta nueva propuesta del realizador chileno que ya ganó una sorprendente Espiga de Oro con su fresca En La Cama hace dos años y que desde entonces se ha convertido en algo así como uno de los autores descubiertos y protegidos por la Seminci, que proyecta en esta edición sus dos últimos trabajos – el otro es Sábado, un plano secuencia de setenta minutos sobre una novia a la caza de su perdido novio el mismo día de su boda que no he tenido ocasión de ver -. Bizé vuelve una vez más a presentar el universo de una pareja en un espacio corto de tiempo de sus vidas como columna vertebral de su propuesta, si bien en este caso asistimos a la profunda crisis de una pareja que lleva juntos muchos años y que no acaba de romper por completo su relación, dando vueltas de forma obsesiva a lo largo de una noche de marcha (bueno, es un decir) por Barcelona a las claves y secretos de la misma en un esfuerzo no del todo claro por aclarar la situación.

La película se abre con un soberbio plano fijo de dilatada duración que deja bien a las claras el terreno de una pareja en crisis en el que va a moverse. Pero menos sentido tiene que los personajes paseen por las calles de una despoblada Barcelona sin cruzar una sola palabra durante los siguientes diez minutos, mientras el espectador se remueve inquieto en la butaca temiendo lo que se le viene encima. La línea entre la voluntad autoral y lo pretencioso puede resultar muy fina y uno, viendo las imágenes y la puesta en escena de Lo Bueno de Llorar, no puede dejar de preguntarse si en la película de Bizé prima tanto la voluntad de contar una historia de unos personajes determinados a los que le pasa algo en ese corto espacio de tiempo como la necesidad de marcar distancias, aun a costa de crear unas artificialidades difícilmente asumibles, con los múltiples cineastas que han abordado multitud de temáticas similares con el paso de los años.

Matías Bizé tiene talento y sin duda voluntad de convertirse en un autor con cosas que contar y un estilo peculiar a la hora de hacerlo. Sin embargo corre el muy serio riesgo de caer en la pedantería más insoportable en su afán de distanciarse de películas precedentes que giran sobre el mismo tema o por la continua tendencia a subrayar su presencia detrás de las cámaras con una realización tan extremadamente artificiosa que lastra buena parte de los indudables atractivos que un tema tan inagotable como la relación entre un hombre y una mujer a lo largo de unas pocas horas puede ofrecer. Así, la presencia de un actor como Alex Brendemühl, tan especializado en tratar de transmitir cosas al espectador sin usar otras armas que la parquedad de sus palabras y su mirada, y de una esforzada Vicenta Ndongo que pelea por conseguir que su esquivo personaje no se le escurra entre los dedos condicionan un filme que solo levanta el vuelo de vez en cuando al introducir Bizé algún que otro surrealista momento de distensión – la escena del coche está francamente lograda – en medio del drama que viven sus personajes. Es una lástima, porque pienso que sin ese recurso continuo a los interminables silencios de sus personajes o la inadecuada forma en la que acaban por dar rienda suelta a aquello que les quema por dentro – véase por ejemplo la secuencia de la confesión en el supermercado y compárese con la fuerza que podría haber tenido lo que allí se revela si se hubiera desarrollado en una localización digamos menos insólita – Lo Bueno de Llorar podría haber acabado dando lugar a una interesante película en lugar de quedar como una especie de personal ejercicio de estilo que respira artificio por los cuatro costados y que rara vez provoca esa genuina emoción que hace que uno tiemble por dentro.

ANECDOTARIO: Las juergas nocturnas pasan factura y la que se corrió un servidor en la noche del jueves al viernes consiguió que no llegara a tiempo de ver 14 Kilometros de Gerardo Olivares, la película que a la postre ha acabado por alzarse con la Espiga de Oro de esta edición de la Seminci. Es la pura Ley de Murphy. Un breve apunte sobre Juntos, Nada Más de Claude Berri, una agradable película de relaciones personales de guante blanco y buenas intenciones protagonizada por Audrey Tatou y que dejó un buen sabor de boca aunque tan convencional que le hizo a uno preguntarse que pintaba en la Sección Oficial de un certamen como la Seminci y sobre la impresionante Deseo, Peligro última y magnífica propuesta de Ang Lee que ya se alzó con el León de Oro del Festival de Venecia y que es una magnífica historia de época en la que el sexo juega un papel determinante. Me he quedado atónito al ver lo que este director ha sido capaz de afrontar tras una película tan opuesta a ésta como su anterior Brokeback Mountain. Deseo, Peligro es una estupenda película, elegante y desbordante de talento, sobre la que volveré en profundidad cuando se estrene dentro de poco en las salas comerciales, pero que vaya por delante mi más entusiasta recomendación: Ang Lee se ha marcado una película valiente y arriesgada que va a levantar no poca expectación y encendidas discusiones cuando llegue a los cines. Y si no, al tiempo.

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