lunes, febrero 23, 2009

OSCARS 2009, Impresiones a vuelapluma

Tengo una sensación muy extraña con los Oscar que acaban de terminar hace un rato. Y no, no es debida al lógico cansancio ni a la falta de sueño. Es la pura perplejidad que surge de dos sentimientos prácticamente contrapuestos: por un lado tengo la sensación de haber asistido a la mejor gala de los Oscar que he visto en mi vida - y créanme cuando les digo que, a estas alturas y habiendo convertido el verlas en directo en una tradición anual, ya he pasado por unas buenas cuantas – Por otro, creo que es una de las ediciones recientes con cuyos resultados estoy más en desacuerdo. Así que ahora mismo mientras escribo estas líneas, dudo entre dar rienda suelta a cierto cabreo interior – que casi siempre es inevitable cuando de los Oscar se trata, pero que este año es mayor de lo habitual – o glosar las virtudes de un espectáculo entretenidísimo que me ha tenido absolutamente pegado a la pantalla durante más de tres horas sin que me haya aburrido un solo segundo. Supongo que lo más justo es hacer ambas cosas.

Empecemos con la Gala propiamente dicha. Sin duda los responsables de la misma han demostrado que se puede y se debe innovar incluso en un show que lleva celebrándose la friolera de 81 años. No cabe ninguna duda que la decisión de encargarle a un actor de probada experiencia en estas lides, Hugh Jackman, que ejerciera de presentador desechando a los cómicos que habitualmente comandan el programa ha sido un absoluto acierto. La gala empezó de forma arrolladora con un impagable número musical en el que Hugh demostró su oficio y en la que ya se pusieron de manifiesto un par de cosas: una, que el diseño del escenario – que parecía directamente inspirado en cualquier musical de Broadway - iba en beneficio directo de la agilidad y el dinamismo; dos, que la cercanía de los nominados al mismo transmitía calidez y complicidad amen de hacer muy breves los tiempos de subida al mismo para recoger los premios por parte de los ganadores, de nuevo redundando en el beneficio del espectáculo puro y duro.

Pero es que además de eso hubo unas cuantas novedades más, todas ellas acertadas: ya en el primer premio importante de la noche quedó de manifiesto que la intención de la Academia de este año era homenajear no solo a los ganadores de los premios de interpretación, sino a los nominados. Siempre el mismo formato. En cada uno de los cuatro apartados, cinco actores o actrices que hubieran sido galardonados con anterioridad “apadrinaban” a cada uno de los cinco nominados/as con un breve discurso sobre su trabajo – Penélope por ejemplo fue amadrinada por ¡Anjelica Houston nada menos! - que emocionaba y servía de reconocimiento a su labor por igual. Por primera vez que yo recuerde, ser nominado era verdaderamente en sí un premio con una fórmula sencillísima pero que, posiblemente por miedo al tiempo, nadie se había atrevido a hacer antes. Y quedaba de manifiesto una cosa: si el espectáculo es bueno, da igual que la gala se alargue, porque se está disfrutando de verdad. Era increíble, toda una revolución

El tiempo que podía perderse en esa peculiar forma de premiar a los intérpretes se recuperaba de una forma muy sencilla: una misma pareja de presentadores solventaba tres o cuatro oscar de una sola tacada, ahorrándose ese interminable desfile de parejas promocionando próximos filmes o haciendo chistes sin ninguna gracia. Aquí había ingenio, humor, dinamismo y fluidez, justo lo que demasiadas veces hemos echado de menos. Para que nadie tuviera la tentación de aburrirse, algunos números musicales estratégicamente colocados – un homenaje al musical a cargo de Jackman y Beyoncé, un montaje de la orquesta con las BSO nominadas, un encadenado con las tres canciones candidatas, Queen Latifah “I’ll be seeing you” en el inevitable In Memoriam – servían para engrasar la maquinaria mientras varias piezas con diversos montajes por géneros (Romance, Comedia, Acción, Animación) recordaban el cine del 2008 y cuidando los cambios del escenario en cada bloque de entrega de premios – guiones escribiéndose sobre las imágenes de las películas, decorados en la dirección artística – mantenían toda la estructura en perfecto funcionamiento. Y así siguió hasta el final. Aunque la ceremonia se alargó hasta las tres horas y media, la Academia montó este año un show tan, tan bueno que se pasó volando.

Pero claro, luego está la cuestión de los Oscar propiamente dichos. Y ahí no se estuvo a la misma altura. No ya porque uno pueda estar o no de acuerdo con los mismos – sobre eso volveré luego – sino porque estos se sucedían con una falta de la más mínima sorpresa que por momentos su previsibilidad amenazaba seriamente con arruinar un espectáculo diseñado de forma modélica: Slumdog Millionaire machacaba a sus contrincantes en todas las categorías en las que estaba nominada, mereciera o no los premios, Penélope y Heath Ledger cumplían su papel de favoritos con los Oscar de reparto, WALL-E ganaba SU Oscar a la Mejor Película Animada – a la postre el único de sus seis nominaciones -, Button los suyos en Maquillaje, Efectos Visuales y Dirección Artística para cumplir el expediente y El Caballero Oscuro pillaba uno en sonido y La Duquesa el de Vestuario. Todo mortalmente previsible.
En esto llegó el Oscar a la Mejor Película de Habla Inglesa… y un montón de japoneses subieron al escenario a agradecer el premio por Departures mientras tres cuartas partes de los aficionados de todo el mundo que estuvieran viendo la ceremonia se estarían preguntando como era posible que no hubiera ganado una de dos magníficas películas, bien la favorita Vals con Bashir, bien la alternativa La Clase. Me quedé boquiabierto y reconozco que un poco molesto. No puedo juzgar si el Oscar es o no acertado porque no he visto Departures, pero me jodió no poco que ninguna de las dos pelis que seleccioné para el III Festival de Cine Inédito de Mérida se llevará ese Oscar. Es algo infantil, lo sé, pero maldita la gracia que me hizo la hasta entonces única sorpresa de la noche.

Estaba aun dándole vueltas al tema cuando Kate Winslet ganó el Oscar a la Mejor Actriz por El Lector y todo pareció volver a la normalidad… hasta que un momento después Sean Penn ganó el Oscar al Mejor Actor por Milk desplazando al favorito Mickey Rourke. Me pasaron tres cosas por la cabeza: la primera, que Penn había ganado el premio de la Unión de Actores, el colectivo más numeroso de entre los que conforman la Academia; dos, que por mucho que en Hollywood gusten las resurrecciones artísticas cuando uno dice las inconveniencias que dice y se granjea tantos enemigos como Mickey Rourke es normal que acaben pasando estas cosas y tres, que con lo que a mi me gusta Sean Penn, le estoy empezando a coger una tirria por esto de los Oscar que no es normal: ya me fastidió que con su enorme trabajo en Mystic River privara del premio al Bill Murray de Lost In Traslation ¡pero es que ahora había dejado fuera de una tacada a Frank Langella, Richard Jenkins y al propio Mickey Rourke! Sin duda, demasiadoEn fin. Slumdog Millionaire ya habia ganado a esas alturas siete Oscar y el de Mejor Película tenía que caer también, claro. De los ocho, puedo aceptar sin problemas Director – el trabajo de Boyle es sensacional – la Fotografía de Anthony Dod Mantle, el montaje trepidante de Chis Dickers y la canción Jai Ho. Pero me cuesta mucho tragar con la Mejor Mezcla de Sonido (?) estando Wall-E y el Caballero Oscuro; con Mejor BSO estando los trabajos de Desplat en Button y Newman en Wall-E; con el Mejor Guión Adaptado cuando es precisamente su debilidad más ostensible estando de por medio los en mi opinión mucho más sólidos trabajos de Eric Roth en Button, de Morgan en Frost/Nixon, de Patrick Sanley en La Duda y sobre todo, del David Hare de El Lector. Claro que lo del Guión Adaptado ya había tenido un raro precedente cuando el de Guión original fue para el en mi opinión poco más que correcto trabajo del jovencísimo Dustin Lance Black por Milk dejando en la cuneta Escondidos en Brujas y por desgracia, a mi preferido Wall-E

Así pues me quedé con los justos reconocimientos a Penélope Cruz – que grande estuvo en su genial discurso de agradecimiento siguiendo la estela de Javier Bardem el año pasado – y a una emocionada Kate Winslet, único galardón de mi estimada El Lector y volví a pensar una vez más en el raro efecto que Slumdog Millionaire está provocando en la mayor parte de la gente, capaz de perdonar sus para mi más que evidentes defectos por su capacidad de vender ilusiones como humo y esa contagiosa felicidad pura y simple que debe ser justo lo que la gente anda necesitando en estos duros tiempos de crisis. Si películas tan sólidas como Frost / Nixon (0/5), La Duda (0/5), El Lector (1/5) o Wall-E (1/6) se quedaban sin ningún o casi ningún reconocimiento victimas de la apisonadora de Danny Boyle una de dos: o bien es que algo ha funcionado rematadamente mal este año… o bien simplemente yo soy incapaz de reconocer lo que otros sin duda aprecian en Slumdog Millionaire. A lo mejor es solo cosa mía...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bastante de acuerdo con tus comentarios -como casi siempre-, amigo David. La ceremonia, si no la mejor que he visto, sí que estuvo muy por encima de las de los últimos años y la elección de Hugh Jackman fue todo un acierto, así como los detalles novedosos que se fueron introduciendo a lo largo de las más de tres horas de show. Respecto a los premios, ya sabes que a mí si que me gusta Slumdog, aunque estoy de acuerdo en que los 8 premios son excesivos y tanto la banda sonora como el guión adaptado tendrían que haber ido a otras manos, al igual que el guión original que se llevó Milk y que para mí tenía nombre de preciosa ciudad belga. Estoy encantado con el premio a Winslet (por fin) aunque prefiero su trabajo en la injustamente despreciada película de su marido y feliz con el premio a Pe. El olvio de Vals con Bashir en el palmarés me sabe mal, pero como no he visto la japonesa tampoco quiero pasarme despotricando y lo de Sean Penn, pues no sé que decirte. Mis preferidos (Langella y Jenkins) eran ya desde el principio caballos perdedores, así que entre los otros tres quizá era la opción menos mala. Apa, un abrazo...

David Garrido Bazán dijo...

Hola, Toni!

Te transcribo lo que me escribe hoy nuestro común amigo Juan Zapater sobre Departures, la peli japonesa:

"El filme japonés, es una pequeña joya de contención, humor y emotividad. Carece del poderío visual de Vals y de la fuerza descriptiva de La clase pero justo es decir, que se trata de una película muy singular en torno a la muerte y los ritos funerarios en Japón, quizá un poco en la linea del último Kore-eda para entendernos"

Deduzco de tus palabras que el trabajo de Mickey Rourke no alcanzaba en tu opinión el nivel del de Langella y Jenkins... Para mi cualquiera de los tres me hubiera parecido bien, pero Penn me parece un poco por debajo: aunque esté muy bien como Harvey Milk, la peli no alcanza ni mucho menos el nivel de las otras...

Gracias por el comentario e intentar animar un poco el cotarro :-)

Anónimo dijo...

Hola de nuevo David,

mi problema con el trabajo de Rourke es que no consigo ver expresividad alguna en su rostro, imagino que debido a todos los excesos (incluida alguna operación de estética hecha por su peor enemigo) de los últimos años. Aunque creo que es el actor ideal para el papel me parece que hay tal paralelismo e identificación entre personaje e intérprete que no tengo claro si ha tenido que esforzarse demasiado par dar con el tono del personaje o simplemente se ha puesto delante de la cámara a hacer de sí mismo. La película, por lo demás, aunque interesante, me parece la misma historia mil veces contada llena de tópicos y lugares comunes, aunque Aronofsky intenta darle un aire digamos "sucio" para que parezca más inide. Lo mejor, la espléndida (como siempre) Marisa Tomei, la única que podría haberle hecho sombra a Pe anoche.

Respecto a la peli japonesa, después del comentario de nuestro amigo Juan -la persona que más sabe de cine japonés del mundo- Zapater, tengo muchas ganas de verla.

Apa, un abrazo...