lunes, octubre 24, 2011

SEMINCI2011 J02 Restauracion, In Darkness, Medianeras



RESTAURACIÓN (Boker Tov, Adon Fidelman) De Padres e Hijos



A veces en los festivales uno se encuentra con películas que juegan al despiste, que parece que van a tomar unos derroteros y después su deriva es bien distinta, que utilizan la trama principal como una mera excusa para hablar de cosas más importantes, no demasiado evidentes en los primeros compases del filme. Eso sucede un poco con esta película israelí, que arranca con el súbito fallecimiento del dueño de un pequeño taller artesano especializado en restaurar viejos muebles, uno de esos negocios familiares de los de toda la vida que, de forma inevitable, parecen cada vez más destinados a desaparecer, sin sitio en el mundo moderno. El difunto deja su piso y sus bienes a su socio, Yakov Fidelman, un viejo trabajador que lleva cuarenta años allí metido, pero el taller se lo deja a Noah, el hijo de éste último, al que consideraba como su propio vástago, aunque Noah tiene su propio trabajo al margen de la restauración y no quiere saber nada del taller en el que su padre ha pasado toda su vida, que además atraviesa serias dificultades económicas. Yakov, que por supuesto quiere mantener su modo de vida, acaba de adoptar a como aprendiz a Antón, un chaval vagabundo y algo extravagante y, contra la opinión de su hijo Noah, pretende seguir abierto aunque es consciente que su taller está al borde de la extinción.


Como decía, la película parece en un principio que va a configurarse como una especie de alegato sentimental a favor de estos pequeños negocios familiares y en contra de la rentabilidad inmediata que daría vender el local para construir un edificio. Sin embargo, de manera lenta pero firme, Restauración acaba construyendo un firme e interesante discurso sobre la relación entre padres e hijos, ya sean estos naturales o “adoptados”. Antón asume el discurso de su patrón y pelea a su lado para mantener su modo de vida, aunque básicamente sea un niñato desocupado a la búsqueda de encontrar un sentido a la suya, mientras que a Yakov le pesa el ser consciente de no haber sido un buen padre para Noah y éste, que está a punto a su vez de ser padre, se debate entre la obligación de ayudar a su viejo y su sentido práctico, por no mencionar que desconfía abiertamente de la presencia de Antón. Si a eso le sumamos algunas insinuaciones del pasado que juguetean con la posibilidad de que Noah no sea hijo de Yakov, sino del difunto y la incipiente relación que empieza a tomar forma entre Antón y la esposa embarazadísima de Noah, la cosa va tomando tintes algo dramáticos.


Restauración tiene a su favor la presencia de Sasson Gabay, inmenso actor al que algunos recordarán como el Comandante de aquella banda de música egipcia que se perdía en un pueblecito de Israel en la deliciosa La Banda Nos Visita, y también el cuidadoso desarrollo de un guión que entrecruza los sentimientos paterno-filiales hasta hacer sentir algo incómodos a aquellos de los espectadores que tengan cuentas pendientes en ese terreno, ya sea como padre o como hijos. Que me temo que somos muchos. Por lo demás, aunque la película pueda ser algo farragosa por momentos y tenga esa metáfora demasiado obvia, casi un McGuffin, del piano Steinway escondido que una vez restaurado podría salvar el negocio, creo que es una obra bien llevada, rematada de forma muy coherente y que a más de uno le puede tocar la fibra. Por aquí la verdad es que no ha gustado mucho, pero a un servidor este segundo largometraje de Joseph Madmony le ha parecido bastante interesante.



IN DARKNESS, El Schindler de las alcantarillas.

Agnieszka Holland ha conseguido algo que parecía difícil a estas alturas: hacer una película más sobre los desmanes de los nazis con los judíos en Polonia que no suene a algo cien veces visto en una pantalla. Para ello Holland se ha valido de un filón muy particular, una historia real, la de Leopold Socha, un ratero que en marzo de 1943, con los judíos locales encerrados en el ghetto y la II Guerra Mundial en pleno apogeo, se vale de sus amplios conocimientos del alcantarillado de la ciudad de Lvov para hacer sus pequeños hurtos y sobrevivir en una situación complicada. Un día se encuentra que algunos de los judíos han escapado del ghetto a través de las alcantarillas y ve claro el negocio: mientras cuide de ellos y les mantenga a salvo de los nazis, éstos le pagarán bien y eso ayudará a su familia, aunque signifique poner su vida en riesgo. El problema es que, claro, por mucho que les explotes al principio y mucha desconfianza inicial que te muestren ellos, tras un cierto tiempo uno acaba por coger cariño a esos seres humanos y, siguiendo el idéntico esquema que Spielberg y Zaillan utilizaron en su momento para explicar la evolución de Oskar Schindler, llega un punto en el que acabas por jugarte el todo por el todo por ellos.


La película de Holland es bastante correcta, está bien rodada y fotografiada y ofrece las dosis necesarias de angustia para que puedas empatizar y sentir un poco desde la comodidad de la butaca el infierno que debió suponer para esos judíos aguantar la friolera de catorce meses allí abajo en la oscuridad, entre aguas fecales, ratas, aguantando hambre y enfermedades y con la amenaza constante de los nazis encima de ellos. Es verdad también que la película tiene un guión un tanto esquemático, peca de reiterativa y se excede un tanto en su metraje, pero esto último puede justificarse si de lo que se trata es de hacerte pasar por ese proceso.


La ambientación está bastante lograda y el tono esquiva con habilidad esos pecados habituales de las películas del Holocausto que son el sentimentalismo barato y cierta moralina, reincidiendo en elementos que no por machacados resultan aun hoy menos impactantes como la banalidad moral, la arbitrariedad del mal o la justificación de lo injustificable. A cambio, Holland ofrece un aspecto interesante: el de esos polacos que mayoritariamente miraron a otro lado – cuando no fueron abiertamente colaboracionistas – mientras los nazis ejecutaban su Solución Final y la toma de conciencia de uno de ellos que le llevó a ser un improbable héroe. ¿Es una cinta imprescindible del género? Pues no. Pero es correcta, se ve con agrado y no ofende la inteligencia del espectador ni trata de manipularlo, lo que también está muy bien.


MEDIANERAS, Dolorosa Soledad Urbana.


El pasado mes de febrero me llevé una muy grata impresión de esta película cuando la vi en la Berlinale – donde obtuvo el segundo Premio del Público solo por detrás, de forma bastante sorprendente en mi opinión, de la española También La Lluvia de Iciar Bollaín. Tuve la suerte de descubrir este estimable largometraje de Gustavo Taretto protagonizado por una argentinizada Pilar López de Ayala sin haber visto su homónimo corto anterior, multipremiado en decenas de Festivales de todo el mundo y embrión de este trabajo, y eso ayudó bastante a que su capacidad de sorpresa fuera mayor. Además, en aquellas fechas yo aun no había visitado Buenos Aires – estuve allí en abril – con lo cual este segundo visionado que me ha brindado su participación en la Seminci me ha permitido confirmar que estamos ante una de las aproximaciones más frescas, originales e inteligentes que se han hecho a mi género favorito – ya saben, ese de “Un Hombre, Una Mujer y 90 minutos de película por delante”de los últimos años.


Medianeras es una historia de soledades urbanas. Dos personajes, chico y chica, ambos algo fóbicos por distintas razones a salir al exterior y relacionarse con la gente, viven el uno cerca del otro en Buenos Aires. Se buscan sin conocerse, se cruzan de forma constante sin que el uno sospeche que el otro es algo así como su alma gemela, tienen relaciones con terceros condenadas inevitablemente al fracaso, comparten un bajo momento personal muy parecido, buscan desesperadamente el amor como antídoto a su situación y, en fin, pasean su existencia por la vida esperando tener ese golpe de suerte que todos buscamos, Soledad urbana como digo de primer orden, incomunicación habitual que no solucionan ni el abuso de las nuevas tecnologías ni la automotivación desesperada.


Gustavo Taretto se revela en esta notable película como un tan brillante como feroz observador de la naturaleza humana, pero se acerca a sus criaturas con un afecto y una ternura dignas de todo elogio, usando el humor inteligente como bandera, creando una atmósfera que invita a encariñarse con ellos, mostrando sus debilidades e incoherencias, pero también su ternura, su deseo de amar y ser amados, esa continua frustración que tantos conocemos tan bien cuando nos resulta imposible conectar y encontrar esa persona que nos regale un poco de amor y felicidad.


Medianeras es una de esas películas repletas de hallazgos y momentos inspirados que hacen que uno salga del cine con la sensación de haber disfrutado de una experiencia de lo más refrescante. No es solamente que su aproximación al inacabable tema único sea original – ya tiene mérito esa idea de pasarse toda la película siguiendo a uno y a otro y conocer a fondo sus vidas cuando éstos ni siquiera se conocen, por más que se crucen constantemente y tengan infinidad de cosas en común – sino que en su forma de plasmarla Taretto parece ser capaz de mostrar una más que saludable capacidad de improvisación y diversidad de recursos narrativos que hacen de su propuesta algo irresistible.


Si a eso le sumamos un inconfundible sabor porteño – ahora sé algo que no pude apreciar del todo la primera vez que vi la película: hay que conocer un poco Buenos Aires y sus habitantes para entrar a fondo en el juego que propone, sin que eso signifique ni mucho menos que no se pueda disfrutar perfectamente sin ese conocimiento previo: Medianeras toca un tema universal con el que cualquier habitante del mundo puede identificarse – un guión repleto de sutilezas mucho menos obvio de lo que podría pensarse en un primer instante, una continua habilidad por parte de Taretto para salir airoso de alguna que otra trampa (como la forma en la que solventa algo tan difícil como el uso narrativamente impecable de unas redes sociales que lejos de conectarnos a veces parecen aislarnos aun más del resto) el buen uso de las referencias cinéfilas (¡ojo a ese momento Manhattan que demuestra lo seguro que está del material que maneja, asumiendo de frente las inevitables comparaciones con Woody Allen!) o musicales (ambos protagonistas escuchan a la vez por la radio un tema que no por casualidad es True Love Will Find You In The End de Daniel Johnson) más el excelente trabajo que hace un reparto ajustado en el que rayan a gran altura en sus respectivos papeles tanto Pilar López de Ayala como Javier Drolas, uno no puede sino rendirse a su brillantez y perdonarle alguna concesión final, que como justificaría aquel personaje de Woody Allen en Annie Hall “¿Qué esperaban? Era mi primera obra...” Un esplendoroso debut, esta Medianeras, metáfora por cierto de lo más inspirada de todo lo que puede llegar a separarnos en una gran ciudad, que deja un magnífico sabor de boca.


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