jueves, octubre 13, 2011

SITGES 2011: ¡Mas Madera!

THE YELLOW SEA (Na Hong Jin, Korea del Sur)

De que va: En la frontera entre las dos Coreas y China, la mitad de la población vive de actividades ilegales. Un taxista algo ludópata ahogado por las deudas sufre la ausencia de su mujer, que partió a Corea del Sur en busca de una vida mejor y de la que no tiene noticas. La única solución para ambos problemas pasa por aceptar un trato que le han propuesto: lo ayudarán a cruzar la frontera a cambio de que cometa un asesinato.


Hay una cosa muy interesante en esta adrenalítica y desconcertante película firmada por el responsable de The Chaser: toca diversos géneros a lo largo de su metraje y en todos ellos resulta superlativo, sin que por ello la mezcla se resienta. Empieza como un drama describiendo la triste situación de ese taxista atrapado, continua como una película de denuncia social cuando narra de forma magistral como nuestro protagonista entra ilegalmente en su propio país de origen a través de las redes mafiosas, al más puro estilo Winterbottom en In This World, generando una considerable dosis de angustia, pasa a ser casi un polar francés mientras prepara el asesinato, todo meticulosidad e hieratismo… y acaba por desmadrarse por completo cuando se convierte en una película de acción tras un par de espectaculares secuencias de persecución, sazonada con esos toques violentos que recuerdan por momentos aquella canónica película coreana que lo cambió todo, Old Boy de Park Chan Wook.

Probablemente The Yellow Sea es una obra desmedida, excesiva, de esas que no resisten análisis rigurosos. ¿A quien le importa? Es irresistiblemente entretenida, está rodada de forma brillante – su puesta en escena utiliza de forma notable un recursos como la elipsis y el off visual de los que no todos los directores saben sacar tanto partido como Na Hong Jin – y cuando se pone bruta de verdad, con esas peleas entre bandas de mafiosos a cuchilladas y hachazos limpios, pasando de armas de fuego (eso para los polis coreanos, los torpes de la función), resulta espectacular incluso en su desmelene. Es una suerte de “muerte interminable” por el afán e instinto de supervivencia de su protagonista, metido sin comerlo ni beberlo en un berenjenal de mucho cuidado que le supera por completo. Mucho mejor película cuando se la deja reposar un poco ya que en directo tiene cosas de esas que te pueden sacar de la propuesta, The Yellow Sea quedará como una de las obras más impactante e importantes de este Sitges 2011.




HARA KIRI: DEATH OF A SAMURAI (Takashi Miike, Japón)

De qué va: Ichimei narra la historia de Hanshiro, un samurai que llega a la residencia de un clan con la intención de terminar con su vida llevando a cabo el ritual del harakiri. El líder del clan intenta disuadirlo contándole la trágica historia de Motome, un joven que, poco tiempo atrás, llegó a ese lugar con las mismas intenciones. Con el tiempo se verá que ambas historias están relacionadas de forma mucho más estrecha de lo que parece.


Takashi Miike se hace mayor. Y con él, también sus películas. Parece que el espíritu transgresor y gamberro del autor de Ichi the Killer ha dejado paso a una voluntad de ir rehaciendo chambara (película clásica de samuráis) tras chambara no tanto con afán de enmendarle la plana a los clásicos, sino más bien para encontrar un cierto equilibrio en su estilo de hacer cine. Lo cierto es que, tras 13 Asesinos, esta nueva película de Miike se va aun más que la anterior por el lado dramático. Con una puesta en escena muy teatral y académica – a la que por cierto no le aporta absolutamente nada la decisión de haber sido rodada en 3D, salvo algún efecto visual hermoso con la lluvia o la nieve – Miike se toma su tiempo y pone a prueba nuestra paciencia para desarrollar un señor drama sin apenas concesiones (y cuando las hace, en la pelea final, rechina no poco porque la columna de la película es bien otra) con un estilo contemplativo, que cede el protagonismo a sus actores y en el que destaca un primer seppuku ritual realizado con una espada de madera que si ya resulta doloroso de ver, lo es aun más al recordarlo cuando Miike va enseñando sus cartas y desvelando la historia oculta tras el mismo con la presencia de un segundo samurái que expresa su voluntad de suicidarse en el patio de una gran casa.

Miike parece haberse domesticado, no sabemos si definitivamente. Lo que no se puede negar es que este cambio de registro le sienta bien a su cine, por más que muchos añoren (esta bien: añoremos) su vena más gamberra. Hara Kiri: Death of a Samurai es una película pulcra, bien rodada y mejor interpretada, en la que la fuerza de su drama con cierto componente social resulta mucho más logrado y convincente que las mínimas escenas de acción de la película, que incluso están rodadas con cierta desgana, como si Miike fuera consciente de su papel secundario. No es ninguna maravilla, ni tampoco aporta nada especialmente novedoso al género que todos conocemos, pero tampoco se le pueden poner muchas más pegas que las ya mencionadas. Todos nos vamos haciendo mayores. Hasta los más gamberros como Miike.


MELANCHOLIA (Lars Von Trier, Dinamarca)

De que va: Justine celebra su boda en la mansión de su hermana Claire y su esposo. Pero muy pronto las excentricidades de Justine hacen que la boda se convierta en algo problemático. Mientras tanto, un planeta nuevo que ha aparecido en el cielo, Melancolía, se dirige hacia la Tierra lenta pero al parecer de forma inexorable.

Resulta una verdadera lástima, ya que estábamos hablando de harakiris varios al respecto de la película de Miike, que el amigo Lars Von Trier la liara parda en la rueda de prensa del pasado Festival de Cannes con aquellas declaraciones sobre que entendía al Hitler ser humano – que a mi la verdad es que nunca me parecieron demasiado escandalosas – que le valieron no solo que el certamen más importante del mundo que le encumbrara en su momento lo declarara persona non grata sino, y esto es mucho más grave, que ensombreciera por completo los muchos méritos de su última película. La verdad es que una vez vistas Melancholia y El Arbol de la Vida uno no puede sino pensar en una suerte de conjunción cósmica que hiciera coincidir las dos ambiciosas propuestas de Von Trier y Malick en la misma edición de Cannes. Menudo subidón debió ser para todos aquellos que las vieran de forma consecutiva o con pocas horas de diferencia.

El arranque de Melancholia resulta arriesgadísimo y sin embargo el resultado es brutal: una serie de imágenes preciosistas, en cámara ultralenta, como si de preciosas y dolorosas postales visuales se trataran que mostraran una serie de instantes congelados, reales o soñados que pertenecen al argumento que se desarrollará con posterioridad, culminan con el impactante choque de la Tierra con un planeta de mucho mayor tamaño y la consiguiente destrucción de nuestro hogar. Todo servido con la inconfundible música de Mahler. Un espectáculo sobrecogedor que te deja temblando con una pura sobredosis de belleza en la butaca. Y solo van diez minutos de metraje.

De ahí Von Trier pasa a desarrollar su historia en dos partes. Primero la boda más desoladoramente triste de la historia del cine, solo superada en términos de mal rollo general por aquella Celebración con la que nos sacudió hace años otro danés, Thomas Vinterberg. Von Trier rodea a Justine, esa novia desequilibrada y llena de dudas – impresionante Kirsten Dunst en el mejor papel que ha hecho en su vida –, de una de esas familias tremebundas, verdadero via crucis de parientes, que cuanto más empujan en la dirección de esa obligada felicidad, más consiguen el efecto contrario. Sobre todo Claire – otra no menos tremenda Charlotte Gainsbourgh – que es algo así como su reverso y su complemento: una hermana devota y sacrificada cuyos sentimientos ambivalentes hacia Justine hace de la relación entre ambas uno de los grandes motores de la película. Von Trier entreteje con pasmosa facilidad ese universo ambiguo, moralmente perverso, a veces deliberadamente atroz con una serie de precisas cuchilladas que definen personajes de forma tan afilada como certera. En manos de cualquier otro cineasta menos hábil, lo que sucede con Justine en esa primera parte simplemente no sería creíble.

Luego está Melancholía, claro. Ese planeta que cada vez se hace más grande en el cielo y que de forma ominosa domina la segunda parte de la película, en la que varios de los personajes esperan su destino. Aquí Von Trier se muestra incluso más hábil, pasa del retrato coral a la introspección íntima con el trasfondo de un evento cósmico – en este aspecto es donde se dan las mayores similitudes con el filme de Malick – y consigue reducir a ese drama aislado la enormidad del dolor de la destrucción, el olvido y la pérdida que se avecina de forma inevitable. Todo está narrado de forma magistral, de una forma desoladoramente bella y aunque es cierto que esta es una película más hecha con la cabeza que con las entrañas – al contrario de lo que sucedía en la mucho más salvaje pero también más desequilibrada y enferma Anticristo – Melancholia funciona como un reloj de precisión, desembocando en un plano final que es un estallido de emoción tal que difícilmente puede dejar a nadie indiferente. Me importa un bledo el Lars Von Trier personaje, lo que haya dicho, diga o pueda decir en el futuro. Mientras siga haciendo películas tan soberbias y dolorosamente hermosas como ésta puede seguir provocando cuanto le venga en gana. A los genios, incluso a los que están tan zumbados como Von Trier capaces de torpedearse a si mismos de forma tan idiota, se les puede y se les debe perdonar estas cosas.


TWITX (Francis Ford Coppola, USA)

De qué va: Un escritor de novelas baratas sobre brujería en crisis llega a un pequeño pueblo para promocionar su última novela. Allí se va a encontrar con un antiguo misterio que le inspirará para escribir su próximo trabajo.

A la mayoría de la peña no le ha gustado TWIXT, lo nuevo de Coppola. A mi sí. Me ha reconciliado con él después de aquel horrible e indigno esperpento que era Tetro. Es como un episodio de Cuentos Asombrosos alargado, con un argumento típico de Stephen King - escritor en crisis que va a pueblo de la America profunda y se mete de lleno en una historia de fantasmas - que no hay que cometer el error de tomarse demasiado en serio, primero porque el mismo Coppola no lo hace y segundo porque su tono juguetón y despreocupado – es casi una comedia de John Landis en algunos momentos… ¡Si hasta tiene al pobre Ben Chaplin interpretando al mismísimo Edgar Allan Poe! - no invita precisamente a ello. Muy estilizada e interesante la representación del mundo onírico con un uso inteligentisimo del color y el blanco y negro que no puede por menos que recordarnos algunos momentos de su inolvidable Drácula. Elle Fanning, la niña prodigio de Super 8 y Somewhere vuelve a salirse. Otra vez. Y hasta Val Kilmer está bien en su rol de escritor en crisis de vuelta de todo aunque aun mejor el robaescenas Bruce Dern como ese estrambótico sheriff de pueblo con ínfulas literarias que acompaña al protagonista.

Conviene recordar que desde Dementia 13 Coppola no había hecho una pieza de género como ésta. Y sin ser ninguna maravilla, Twixt resulta razonablemente entretenida. Otra cosa es que esperemos de Coppola a estas alturas de su vida, en la que ha dejado claro que le interesan mucho más sus viñedos que las cámaras de cine, que nos ofrezca algo al nivel de sus mejores obras. Yo me conformo con que siga activo y no me perpetre horrores pretenciosos como Tetro, sino simpáticos divertimentos como éste. Ah, por cierto, la película tiene dos escenas en 3D, que además te avisan cuando van a ser con un plano de las gafas cruzando la pantalla para que te las pongas. Muy logradas ambas escenas pero al mismo tiempo toda una declaración de intenciones y un ejercicio de coherencia por parte de Coppola ¿Para qué demonios vas a rodar toda una película en 3D con la consecuente pérdida de luminosidad si solo puedes sacar buen partido del mismo en momentos puntuales? Ojalá el resto de Hollywood lo tuviera así de claro, otro gallo cantaría.




Bueno, pues esto entra en su recta final. Bryan Singer ha estado por aquí para recoger el premio Máquina del Tiempo a toda su trayectoria, Nacho Vigalondo se ha metido a casi todo el Festival en el bolsillo con su Extraterrestre y una seudo Masterclass que acabó convirtiéndose en una fiesta multitudinaria con la presencia de los chanantes miembros del reparto de la peli y mientras sigo tragando película tras película, ahorrándoles eso sí el trago de mencionar aquellas que no merecen demasiado la pena…

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