viernes, noviembre 22, 2019

MADRE, La Herida y la Duda - XIV Festival de Cine Inédito de Mérida


El cine de Rodrigo Sorogoyen podrá gustar más o menos, pero hay algo que es difícil negarle tanto a él como a su co-guionista habitual Isabel Peña y es su afán de meterse en charcos o, dicho de otra forma, esa saludable tendencia que tienen sus películas a contradecir, soslayar y también, por qué no decirlo, defraudar a veces las expectativas del espectador. Cualquiera que viera en su momento su angustioso cortometraje Madre tendería a pensar que un posterior largometraje homónimo que además tiene la audacia – otros hablarían de impostura – de partir del mismo cortometraje hasta el punto de colocarlo como la escena inicial de la película, se dedicaría a resolver algunas de las múltiples interrogantes que dejaba suspendidas en el aire, como el destino de ese hijo de seis años abandonado en una playa francesa a miles de kilómetros de una madre impotente para ayudarle, si finalmente fue secuestrado y, si ese fue el caso, qué ocurrió después.

Pues bien, Sorogoyen y Peña plantan una elipse temporal de diez años y nos presentan una historia completamente diferente, pues Madre, el largometraje, no tiene la más mínima intención de recorrer esos caminos. Muy al contrario, la película es algo así como el intento de captar el estado de ánimo de una mujer compleja, encerrada en sí misma, devastada por semejante tragedia que, varada en el paraje de playas donde desapareció una década atrás su hijo Iván, trabaja en un restaurante turístico e intenta salir adelante. Hasta que un día se cruza por la playa con un adolescente de dieciséis años, la edad que tendría Iván en el presente, y algo se enciende en Elena. A partir de ese momento, se establece una relación entre ellos marcada por la ambigüedad, la obsesión y quizás el deseo. Terreno muy espinoso éste pero que nadie que haya visto el cortometraje – o que lo descubra ahora como punto de partida de la película – esperaría, pues el cambio de tono y hasta de género resulta brutal. Y arriesgado, sin duda.



Es interesante destacar en este punto que el habitual virtuosismo técnico del que hace gala Sorogoyen, poblando su película de planos secuencia, movimientos ampulosos de su steady cam y planos de gran angular extremadamente abiertos, están al servicio de contar la historia de un personaje esencialmente hermético y errático como es el de Elena, lo que provoca una interesante sensación de extrañamiento en el espectador, pues se diría que cuánto más abre el plano su director, más se cierra Elena sobre sus sentimientos o su intento de comprender los mismos como detonante de sus actos.


Hay un cierto ejercicio de funambulismo suicida en esta decisión narrativa, lo que sumada a la ya conocida tendencia de Sorogoyen a crispar las situaciones hasta generar estallidos de cierta violencia, provocan que Madre sea una película que se mueve siempre en el alambre. Por momentos, el triángulo que forman Elena y Jules con Joseba – un por una vez luminoso Alex Brendemühl, pareja de Elena, que trata de todas las formas posibles de rescatarla del tenebroso mundo donde habita – puede remitir a referentes clásicos en la mente de cualquier cinéfilo, como Pasolini, Bergman o Malle. Pero también la película es un tanto esclava de su virtuoso despliegue visual, que puede provocar la sensación de que no siempre se corresponde con el vehículo narrativo más adecuado para la historia en el fondo muy íntima y delicada que está contando, algo que ya le ha sucedido a sus autores en películas anteriores de su filmografía y que juega un tanto en su contra.



Sea como fuere y más allá de estos reparos, Madre se sostiene sobre todo en el monumental trabajo de una excepcional Marta Nieto capaz de hacer creíble en todo momento a su herido personaje, por el brillo de algún momento de gran cine – la secuencia en la que Elena va al encuentro de otro personaje de su pasado, que rompe por completo con la narrativa visual de la película hasta ese momento, algo que tiene pleno sentido – y por el atrevimiento de llegar a un final abierto para una película que puede resultar incómoda para ese espectador que busque respuestas o certezas que esta Madre desde luego no está nada interesada en darle. 




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