Enfrentarse a una película como Yo, También provoca de entrada ciertos recelos: narra la relación entre un joven con síndrome de Down que destaca por su inteligencia y una treintañera que arrastra no pocos problemas personales y de la cual se enamora perdidamente. O sea, no es tanto la típica historia de superación personal sino un más difícil todavía que indaga en el territorio sentimental y sexual del discapacitado. Para echarse a temblar.
Pero la película de Pastor y Naharro tiene a su favor la presencia de dos actores, Pablo Pineda – mucho más que un Down interpretándose a sí mismo, por más que uno intuya detrás de Daniel rastros de su propia biografía - y la siempre fiable Lola Dueñas - esplendida en un papel que exigía la mezcla justa de ternura y cierto desgarro emocional – comprometidos hasta tal punto con esta arriesgada historia que consiguen insuflar naturalidad y credibilidad allí donde era más necesaria, en la descripción del proceso de fascinación mutua que podría - o no – dar paso a otro tipo de sentimientos, tratado sin frivolizar ni caer en un escabroso sensacionalismo, sino con honestidad, coherencia y cierto rigor. Sus trabajos justifican en gran medida el visionado del filme.
Sin embargo es tarea complicada manejando unos temas tan delicados el evitar caer en ese sentimentalismo en el que, por momentos, cae: tanto la previsible historia de la pareja de chavales con el síndrome enamorados como la trama que trata de justificar (¿por qué? ¿para qué?) el comportamiento del personaje de Lola Dueñas perjudican ese delicado equilibrio con lo que Yo, También se convierte por momentos en esa amable abanderada de las buenas intenciones que uno temía de entrada. Sería injusto no obstante no reconocer el mérito que tiene una película que apuesta por homologar una realidad que en el fondo no difiere demasiado de la nuestra ya que todos podemos compartir con Daniel y Laura los mismos deseos, sueños y frustraciones. La necesidad de querer y ser querido y expresar los sentimientos es tan universal que no entiende de limitaciones.
Pero la película de Pastor y Naharro tiene a su favor la presencia de dos actores, Pablo Pineda – mucho más que un Down interpretándose a sí mismo, por más que uno intuya detrás de Daniel rastros de su propia biografía - y la siempre fiable Lola Dueñas - esplendida en un papel que exigía la mezcla justa de ternura y cierto desgarro emocional – comprometidos hasta tal punto con esta arriesgada historia que consiguen insuflar naturalidad y credibilidad allí donde era más necesaria, en la descripción del proceso de fascinación mutua que podría - o no – dar paso a otro tipo de sentimientos, tratado sin frivolizar ni caer en un escabroso sensacionalismo, sino con honestidad, coherencia y cierto rigor. Sus trabajos justifican en gran medida el visionado del filme.
Sin embargo es tarea complicada manejando unos temas tan delicados el evitar caer en ese sentimentalismo en el que, por momentos, cae: tanto la previsible historia de la pareja de chavales con el síndrome enamorados como la trama que trata de justificar (¿por qué? ¿para qué?) el comportamiento del personaje de Lola Dueñas perjudican ese delicado equilibrio con lo que Yo, También se convierte por momentos en esa amable abanderada de las buenas intenciones que uno temía de entrada. Sería injusto no obstante no reconocer el mérito que tiene una película que apuesta por homologar una realidad que en el fondo no difiere demasiado de la nuestra ya que todos podemos compartir con Daniel y Laura los mismos deseos, sueños y frustraciones. La necesidad de querer y ser querido y expresar los sentimientos es tan universal que no entiende de limitaciones.
Gordos también hurga a fondo en el mismo tema, aunque la película de Daniel Sánchez Arévalo utiliza la obesidad como una excusa para hablar de lo que nos tragamos en el día a día, esas frustraciones que van creciendo en nuestro interior y que tanto cuesta expresar, atender o asumir. Sus protagonistas, miembros de una terapia para gordos dirigida por un terapeuta tan desorientado o más que sus propios pacientes, establecen con sus diversas historias un retrato coral acerca de la obsesión y el comportamiento compulsivo que surge de esa misma necesidad desatendida de querer y ser queridos. El sexo, la religión, la familia, la madurez, la insoslayable importancia del papel que juega la imagen propia en la sociedad actual y la consecuente adicción al sueño de convertirse en otro que desemboca en el rechazo de uno mismo, todos son elementos de una película arriesgada e inteligente que transita con desarmante facilidad de la comedia al drama, demostrando una vez más que el punto fuerte del autor de AzulOscuroCasiNegro es saber destilar para sus ficciones el carácter paradójico y contradictorio de la propia existencia.
Juega Gordos con tal cantidad y diversidad de personajes e hilos narrativos que no es de extrañar que resulte a ratos desequilibrada, que uno la perciba en el límite de lo estrambótico y sin embargo nos resulte a un tiempo extrañamente familiar y cercana. La clave está en la sencillez y la honestidad con la que Sánchez Arévalo trata a sus criaturas: pese a que su desamparo a ratos pueda parecernos de una crueldad difícil de soportar en el fondo este paseo por sus miserias cotidianas contiene las suficientes dosis de humor y emoción como para que el espectador no se ahogue en la angustia y encuentre ciertos asideros.
Su magnífico y ajustadísimo reparto, en el que no solo destaca ese feroz Antonio de La Torre que desmonta el horrendo estereotipo del gay dulce y sensible sino también una muy compleja composición de Verónica Sánchez y un refrescante descubrimiento llamado Leticia Herrero, es la gran baza de una película digna que trenza y atrapa con habilidad pequeños pero importantes retazos de vida.
Yo, También se proyecta el Lunes 22 de marzo y Gordos el Jueves 25 de marzo, ambas a las 20:30 horas en el Centro Cultural Alcazaba. Este artículo apareció el lunes 22/03/2010 en el Periódico Gratuito Voz Emérita
6 comentarios:
“La necesidad de querer y ser querido”, ¡qué bueno!, ¡qué sencillo!, ¡qué vital!¡qué poder de concisión, David, ¿quién no desea amar y ser amado? ¿A quién no le apetece caer bien, ser aceptado, vivir en tranquilidad? En fin, qué envidia me dais con pases de películas y revista cultural.
El cine español saca de vez en cuando alguna cosa discreta, como las dos que tu citas, pero le hacen tanta propaganda que cuando las ves te desilusionas.
No soy mucho de cine español, pero la de gordos me encanto, muy recomendable
Luna, eres un sol ;-) Pensando en la forma en la que podía unir el comentario de estas dos películas que ponemos esta semana en Mérida para un solo artículo en Voz Emérita, me vino inmediatamente a la cabeza que era precisamente esa necesidad de querer y ser querido lo que las unía de una forma tan clara: tanto Daniel y Laura en YO, TAMBIÉN - cada uno a su manera - como los distintos personajes sobre los que se articula GORDOS giran pese a sus diferencias evidentes en torno a ese concepto universal: todos queremos tener la posibilidad de amar a alguien y por supuesto ser amados y aceptados simplemente por ser quienes somos... lo cual es mucho más dificil de conseguir (y sobre todo mantener) de lo que podría parecer.
Pepe, no creo que el cine español saque de vez en cuando "alguna discreta" Muy al contrario, este 2009 ha sido uno de los mejores años que ha dado el cine español me atrevería a decir que en décadas, con muchísimos títulos interesantes y notables que han tocado los más distintos géneros y temáticas. Yo que soy un apasionado del cine español - al que creo que se le trata generalmente mucho peor de lo que merece, en muchos casos por simple desconocimiento de lo que se hace - al menos tengo bastamnte claro que este ha sido un año muy especial.
Charly, me alegra verte por aquí y me alegra que te gustara Gordos. Creo que en este ciclo me lo he montado francamente bien para que no me cuesten demasiado trabajo las presentaciones que hago antes de cada película: entre Pagafantas y Gordos lo tengo bastante fácil para convencer a la audiencia que conozco bien el tema que tratan. A mi también me gusta Gordos, sobre todo porque su planteamiento me parece muy valiente: un director más conservador y con menor sentido del riesgo se habría quedado en la anécdota de un tema, la obesidad, que puede dar para el chiste fácil. Sin embargo Daniel le da la vuelta al concepto y lo utiliza como una excusa para hablar de un montón de cosas y tocar un buen puñado de temas. Y conseguir armonizar todo eso no es nada, pero que nada fácil.
Un abrazo y gracias a los tres por vuestros comentarios
D.
Me encanta David, siempre tan optimista y siempre haciendo gala de una ilusión tremenda. Tu actitud logra que nos animemos. Y a esto vengo, a animarte a intervenir por ahí en otras tierras, ninguna hostil, desde luego. Creo que acabo de realizar un encaje de bolillos por los blogs, (todos tenéis blogs de cine, oye qué pasada), y ahí he estado picando un poquito para que todos hablen sobre el cine español. Espero que no desemboque ni en peleas ni en política, y sí salgan títulos y títulos de buenas películas. Fernando ya está lanzando como un loco y oye, no tiene desperdicio.
Aquí el lanzado. Me ha gustado mucho tu crítica a Yo también. Y no porque coincidamos, pero también:
"Cuando un par de tipos, de los que nadie había oído hablar fuera del circuito de cortometrajes, cogen la historia de un hombre con síndrome de Down y le meten a Lola Dueñas y una banda sonora de la cantera de Elefant Records, es que lo tienen claro: Van a clavarte a la butaca.
Y lo hacen.
Daniel es todo un personaje, vital y cinematográfico. Sus deseos, los de cualquier persona a su edad: desenvolverse en el trabajo, seguir la liga de su deporte favorito, cultivar sus aficiones y tener una pareja con quien compartir todo eso. Y aquí tenemos a Laura, un desastre de tía que se defiende como puede, dando tumbos de copa en copa, de ligue en ligue, de norma en norma. Sólo necesita una oportunidad, un afecto sincero, una sonrisa cómplice. Exactamente lo que le ofrece Daniel. Pero Daniel tiene el síndrome de Down y ella no. La película está servida y recorre los ambientes particulares y compartidos de ambos, se marca un par de tópicos, rompe otros cuantos, enfoca hacia familiares sensatos (los de Daniel) o despreciables (los de Laura), se ríe de la sobreprotección y a la vez la disculpa, la canaliza. Y por encima de todo, suena la música mientras unas manos regordetas aprietan un bote de crema solar, dibujando sobre la espalda ciega de la amada un enorme y hermoso corazón...
Lo demás no importa demasiado: las historias paralelas de la escuela de danza o del secreto terrible que agoniza en Madrid, el sueño erótico desentonando sobre el resto (único patinazo llamativo de la cinta), hasta el portero de discoteca haciendo lo que suele apenas añade nada.
La película, la gran historia, son Daniel y Laura, Pineda y Dueñas derrochando autenticidad, coña fina, desgarro y emoción. Se encienden las luces de sala y querrías tenerlos por amigos para tomar junto a ellos unas cervezas y trasladarles una opinión afin:
- ¿Creéis que la vida se pone a veces muy cabrona, pero hay que ser optimistas? Yo, también.
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