domingo, octubre 23, 2011

SEMINCI 2011 J01: Habemus Papam, El Perfecto Desconocido, Profesor Lazhar

Un año más estoy en Valladolid, en la Seminci, un festival por el que guardo un especial cariño porque hace ya siete años se convirtió en mi primer destino “profesional” cuando lo cubrí para LaButaca.Net y porque tradicionalmente ha sido el principal proveedor de películas para el Festival de Cine Inédito de Mérida, algo que probablemente no se repita este año por la cercanía de fechas y porque la programación está ya bastante adelantada. No obstante, estoy convencido que habrá muchas cosas interesantes que ver en esta estimulante mezcla de directores noveles y autores consagrados (vuelven clásicos de la Seminci como los Dardenne o Guedigian y a ellos hay que sumarle a Zhang Yimou, Andrea Arnold, Agnieszka Holland, Mika Kaurismaki o, fuera de concurso, Nanni Moretti) que nos ofrece Javier Angulo y su equipo, con menos participación española que otros años (solo El Perfecto Desconocido de Toni Bestard y De Tu Ventana a la Mía de Paula Ortiz, ya que Medianeras y La Vida de Estela son películas argentinas con parte de producción española) y mucha voluntad, eso sí, de descubrir nuevos talentos, como ha sido tradicional en la Seminci. Veremos.



HABEMUS PAPAM – La Conjura de los Necios y el Papa Paralizado




Que Nanni Moretti tiene una vena gamberra casi lindando con la terrorista no es ninguna novedad para todos aquellos que han seguido de cerca la trayectoria del autor de Caro Diario o La Misa Ha Terminado, por más que haya demostrado que cuando quiere ponerse serio – La Habitación Del Hijo – es un autor con unos considerables recursos. Su última película, sin embargo, es una patada al hígado, con generosos aderezos de ironía y mala leche, a la sacrosanta Iglesia Católica, uno de sus blancos preferidos, a la que pone en la picota con una maravillosa premisa: un cónclave de cardenales que, tras elegir tras varias votaciones como Papa al típico candidato de consenso, un hombre bueno, amable y gris que gusta a todo el mundo, se encuentra con que éste, paralizado por un súbito ataque de pánico ante tamaña responsabilidad, elude su aparición pública y la bendición a los fieles sumiendo a la institución milenaria en una situación novedosa y caótica mientras el nuevo Sumo Pontífice le da vueltas a su atribulada condición.


El comienzo de Habemus Papam no puede calificarse sino de brillante. A la afilada descripción del proceso de votación – impagable la imagen de esos cardenales comportándose como niños desde un primer momento y ¡rezando a Dios por no ser el escogido! – Moretti le da una jugosa vuelta de tuerca introduciéndose en la ficción como ese psicoanalista ateo y cínico convocado de urgencia para resolver la situación al que por supuesto, le resulta del todo punto imposible hacer su trabajo en condiciones, algo que le permite el suficiente juego como para no dejar títere con cabeza en una sucesión de situaciones ridículas, absurdas y desternillantes en las que no faltan gags de lo más elaborados, líneas de diálogo punzantes, momentos de inusitada ternura y una celebración del absurdo de la situación tal que habría hecho las delicias de, digamos, un Azcona o un Billy Wilder cualquiera.


A todo esto, Moretti tiene un as en la manga, ese maravilloso actor llamado Michel Piccoli que está simplemente impecable como ese Papa aterrado, sobrepasado por los acontecimientos que toma las de villadiego a las primeras de cambio y se embarca en un viaje a ninguna parte mientras reflexiona sobre su vida y lo que le ha llevado a su actual situación. El problema de la película es una cuestión de enfoque: cuando resulta más evidente que Moretti debería centrar su discurso en el proceso que atraviesa su personaje central, se le va la mano con la parte bufa y prefiere recrearse en ocurrencias divertidas pero inocuas como ese torneo de voleibol que le monta a los cardenales, con lo que la sutileza y la mala leche de toda su primera parte desaparece para dejar paso a un humor más de brocha gorda que casi, solo casi, malogra una propuesta que, en cualquier caso, resulta de lo más entretenida y ocurrente.


Más allá de algún hallazgo cómico impagable – hay varios de irresistible gracia y notable irreverencia diseminados a lo largo del metraje – Habemus Papam es una de esas películas que, llegados a un determinado punto, parece gustarse demasiado a si misma. Y aunque los que compartimos esa sana vena cínica con la que aproximarse a una institución tan ridícula en ciertos comportamientos que no parece asumir la condición muy humana y por lo tanto, incoherente, llena de defectos y finalmente risible de aquellos que la componen podemos celebrar sus gracias y pasar un rato estupendo, es de lamentar una mayor contención que hubiera llevado su maravillosa premisa inicial a mejores resultados. Pero creo sinceramente que eso a Moretti le importa un bledo, así que… En cualquier caso, no deja de resultar curiosa la elección de una película como ésta para un Festival de Cine que, recordemos, en sus inicios se denominaba “Semana de Cine Religioso y Derechos Humanos” ¿Carga de profundidad de los programadores, quizás? Naa, deben ser imaginaciones mías...


EL PERFECTO DESCONOCIDO… Que ojalá lo hubiera seguido siendo



Toni Bestard es un realizador mallorquín cuyos excelentes trabajos en sendos cortometrajes (El Anónimo Caronte y Equipajes) hacía presagiar que quizás nos encontráramos ante un nuevo talento que nos diera muchas alegrías con su salto al largometraje. La cosa en principio prometía pese a lo trillado de su argumento: un extranjero que llega al típico pueblito casi abandonado en las montañas capaz de desatar con su sola presencia un buen puñado de situaciones curiosas entre sus nuevos vecinos, por las expectativas que unos otros, erróneamente, se hacen sobre su presencia en ese recóndito lugar del Mediterráneo. Con un reparto liderado por Colm Meaney, aquel actor fetiche de Stephen Frears en películas como Café Irlandés o La Camioneta, que además se pringó en el proyecto como productor del mismo, la cosa parecía bien encaminada.


Pues va a ser que no. Si quisiéramos hacer un chiste fácil, podríamos argüir que la presencia del personaje de Colm Meaney en la película es algo así como la confirmación del fracaso sin paliativos del sistema educativo español en lo que al inglés se refiere: ni uno solo de los habitantes del pueblito, ya sea joven o viejo, policía o campesino, parece hablar o entender una sola palabra de inglés. Ni tan siquiera, y esto sí que clama al cielo, un alemán despistado que se pasea por allí, cuando cualquiera que haya estado alguna vez en Alemania sabe que allí prácticamente todo cristo habla más que decentemente el idioma de Shakespeare.

No basta semejante desatino: el peregrino argumento que une los destinos de una aspirante a Lisbeth Salander cabreada con el mundo en general y su pueblo en particular, un chaval medio alelado y sobreprotegido por su madre que se presta a hacer de chico para todo del recién llegado, una seudo hippy obsesionada con ser madre (ya hay que hacerlo mal para que una actriz tan solvente como Ana Wagener parezca horrible en la película) y dos policías a cual más torpe, uno por ingenuo y otro simplemente por cabroncete, alrededor del irlandés desubicado está tan cogido por alfileres que se deshace al más mínimo análisis. Tampoco ayudan unos diálogos sonrojantes, alguna situaciones de esas que hacen que uno se ponga a imitar a Mourinho preguntándose “¿Por qué?” y una resolución a la altura del resto de la propuesta. O sea, desastrosa. No dudo del talento de Bestard… pero sí del de los programadores que han metido esta película en Sección Oficial. “Si el nivel de la Oficial es así”, reflexionaba más de uno a la salida del pase de ayer, “¿qué nos espera en Punto de Encuentro?”


PROFESOR LAHZAR, El placer de las películas sencillas y bien hechas.



Afortunadamente, bastó un solo día para eliminar esa ominosa reflexión. Lo que tardó en llegar el pase de la siguiente película a concurso (bueno, en realidad la siguiente fue la también estupenda Medianeras de Gustavo Taretto, pero servidor, que ya la había disfrutado en Berlin, aplazó el recuperarla en favor de disfrutar de la final del Mundial de Rugby que Nueva Zelanda ganó – inmerecidamente – a Francia por 8-7 en el Café Central, uno de los templos de este deporte en España), la canadiense Profesor Lahzar, flamante ganadora del Premio del Público y el de la Critica del Festival de Locarno y con la nominación a los Oscars por Canadá debajo del brazo. Viendo la película, todos esos galardones resultan de lo más comprensible. Pocas propuestas más agradables y bien realizadas he tenido ocasión de ver este año en un Festival como esta sencilla y sin embargo muy interesante película del para mi hasta ahora desconocido Philippe Falardeau, aunque éste sea su cuarto largometraje.


Arranca la película con un hecho terrible: el suicidio ahorcándose en clase de una profesora de primaria, siendo su cuerpo descubierto por uno de sus alumnos. Con semejante mazazo en la cabeza, la película nos presenta de inmediato al protagonista de la historia, ese profesor sustituto, argelino de origen, inmigrante y exiliado político que huye de su pasado y que se ofrece como sustituto para una clase lógicamente traumatizada ante la inexplicable desaparición de su profesora, cuyos alumnos de diez años han de lidiar, cada uno a su manera, con el inevitable duelo. El Profesor Lahzar, todo amabilidad, sensibilidad, inteligencia y comprensión – esos valores que hacen que nunca olvides a un profesor que haya sido capaz de conjugarlos con la paciencia de aguantarte para enseñarte algo – será el encargado de acompañarles en ese proceso.


Viendo las imágenes de la película de Falardeau, un prodigio de sencillez y sentido común capaz de plantear con precisión y contundencia no solo cuestiones interesantísimas relativas a la figura y el papel de un profesor hoy en día, tocando de frente y sin ambages la evolución del modelo tradicional hacia este sistema actual en el que, más que con niños, los profesores parecen abocados más a tratar con residuos radioactivos, como se afirma con no poca sorna en un momento del filme, sino tocando asimismo con precisión temas como la inmigración, el exilio, la incomprensión, la extraña actitud ante la muerte, el abandono parental o las distintas formas de enfrentarse al proceso de duelo, uno se plantea seriamente por qué demonios resulta absolutamente imposible imaginarse una película así, tan sencilla, bien hecha y repleta de inteligencia, en el cine español. Parece como si los franceses – recuerden La Clase, Hoy Comienza Todo, Ser y Tener... – o sus primos francófonos canadienses tuvieran una especial sensibilidad a la hora de abordar un tema tan esencial para el futuro de cualquier país como es la educación. Como me gustaría, en estos tiempos oscuros en los que la crisis parece la excusa ideal para recortar lo que nunca se debería tocar, que alguien tuviera en España los arrestos (y el talento, claro) suficientes para hacer una película la mitad de valiente, efectiva y bien realizada que ésta.


Su protagonista, Mohammed Felag, es desde ya un candidato claro para hacerse con el Premio de Interpretación Masculino por encarnar a ese profesor que desde la humildad y el afecto consigue conectar con esos niños y, más allá de enseñarles lo de siempre, educarles en algo aun más importante, los valores que son necesarios para saber conducirse por la vida. Con el humor como una forma de mostrar la realidad, con afecto, sin cruzar nunca la línea de la sensiblería y dejando caer de vez en cuando notables cargas de profundidad que no pasan desapercibidas – ojo a ese chaval, por cierto de apellido Garrido, que desvela en clase como quien no quiere la cosa un terrible hecho del pasado de su familia que te deja literalmente clavado en la butaca o la catarsis entre los dos niños principales, ambos un prodigio de naturalidad – Profesor Lahzar juega sus cartas con inteligencia, toca el corazón del espectador y conmueve de principio a fin. Para recordar por un rato a ese buen profesor o profesora que todos tuvimos alguna vez.


1 comentario:

Alberto dijo...

Por primera vez en 12 años no iré a la (a mi) Seminci. Así que esta vez, más que nunca, te leeré con atención. Serás mi cordón umbilical con Pucela. :)
Gracias por seguir ahí.
Un saludo.
Alberto