martes, marzo 27, 2012

BLANCANIEVES Colorin, Colorado, un cuento desvirtuado

La culpa de todo la tiene Shrek. Vale, nos reímos muchísimo con su merecido rapapolvo a los clásicos Disney y su lectura irreverente de los conocidos arquetipos de los cuentos infantiles, conformando una mirada ácida que por desgracia se fue desvirtuando más y más con cada nueva entrega. Abrió la puerta a un verdadero torrente de reinterpretaciones de todo pelaje que, con mayor o menor fortuna, han ido deslizándose por nuestras carteleras de forma lenta pero constante hasta el punto que hoy cuesta reconocer como contemporánea cualquier versión de cuento clásico que se precie que no disponga de dicha vena irreverente. Es bajo esas coordenadas donde hay que situar la primera de las tres versiones de Blancanieves que llegarán en este 2012, un acercamiento excéntrico y contaminado de esa modernidad mal entendida.


El responsable de la misma es el hortera de Tarsem Singh, un director caracterizado por el barroquismo que impregna una filmografía (La Celda, The Fall, Inmortals) apoyada en una sobrecargada imaginería visual con la que siempre intenta disimular sus muchas carencias narrativas. Su Blancanieves no es una excepción y eso que la cosa no empieza mal del todo gracias al prólogo de la película, un cuidado trabajo de animación con cierto hálito entre trágico y poético, y a las primeras intervenciones de la estrella de la función, una Julia Roberts que sin duda se lo ha pasado en grande en el papel de esa madrastra malévola, algo así como una versión cínica de la Reina de Corazones de la Alicia burtoniana. Si a eso sumamos unos impresionantes trabajos de dirección artística y vestuario – éste último a cargo de una enorme Eiko Ishioka a la que parece haberse concedido un cheque en blanco para hacer realidad sus imaginativos diseños – la primera impresión puede resultar de lo más atractiva. Pero es poco más que un bonito espejismo.


Porque claro, luego hay que meterse en faena y desarrollar la historia. Y ahí es donde empiezan a reventar las costuras. Ante la más que cuestionable elección de la cejuda Lily Collins como Blancanieves uno entiende a la perfección que los guionistas hayan decidido prescindir de la clásica pregunta al espejo de quién es la más bella del reino. Nadie se habría creído la respuesta. Convertir a los enanitos mineros en forajidos del bosque a lo Robin Hood tampoco es algo de lo que se saque excesivo partido sino más bien al contrario y presentar al príncipe como un fatuo pazguato que acaba convertido literalmente en un cachorrito resulta un poco de vergüenza ajena.


Todo está narrado con un ritmo tan cansino según avanza el metraje, con tal falta de gracia y sometido a un encorsetamiento mayor que los vestidos de las protagonistas que hasta Nathan Lane parece atribulado por seguir en la misma terrible película cuando recupera su aspecto humano tras su breve conversión en cucaracha y Sean Bean preferiría volver a ser decapitado en Juego de Tronos que seguir un minuto más en tal desatino.


Así las cosas uno solo puede aferrarse a los denodados esfuerzos de la Roberts por mantener a flote el barco tanto en su faceta de reina perversa y sádica como en su versión hechicera del otro lado del espejo, quizás la lectura más interesante de la propuesta. Pero ni eso consigue disipar la sensación de estar ante una película cuyo defecto más imperdonable es resultar carente de sustancia y finalmente aburrida. El desvaído y forzado numerito musical final a lo Bollywood también es algo que se nos podría haber ahorrado: Tarsem Singh será indio pero eso no le daba licencia para castigarnos las pupilas y los oídos de tal forma.


En fin, que el listón no ha quedado demasiado elevado ni para la versión supuestamente algo más oscura y aventurera Blancanieves y La Leyenda del Cazador dirigida por Rupert Sanders – un desatino aun mayor de casting si cabe: nadie en su sano juicio preferiría a Kristen Stewart, la sosa de Crepúsculo, a esa jugosa madrastra que interpreta Charlize Theron ¿verdad? – o el curioso experimento en blanco y negro y mudo con Maribel Verdú de madrastra que está ultimando Pablo Berger. La Blancanieves de Tarsem Singh es todo lujoso envoltorio y poco más.

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