viernes, marzo 09, 2012

UN ATHLETIC DE CINE CONQUISTA EL TEATRO DE LOS SUEÑOS

El equipo de Bielsa domina por completo al Manchester en una victoria histórica

Llevaba tiempo avisando este hermoso equipo construido con mimo y tenacidad por Marcelo Bielsa. Lo mismo le da el campo del Mirandés que el del Villarreal o el que le toque: solo sabe jugar de una forma, agarrando la pelota y tratando de soltarla lo menos posible, moverla de un lado a otro con una velocidad endiablada y buscar el área contraria con decisión y determinación. No importa el resultado, no importa el rival. El Athletic carece de cambio de marchas. Eso le ha costado también no pocos disgustos en los últimos tramos de algunos partidos a un equipo de 23 años de media de edad, algo que sin duda juega a su favor en la ilusión y pasión con la que afronta cualquier compromiso pero también en su contra cuando la experiencia aconsejaría cierta prudencia. Pero el actual Athletic desconoce el sentido de ese término. No tenía demasiado sentido esperar que se achicara y traicionara su filosofía en una cita importante.

Se examinaba anoche en un escenario de lujo, nada menos que Old Trafford, el teatro de los Sueños, ante el Manchester United. Ocho mil voces bilbaínas retumbaban en las gradas como posesos, felices ante la cita e ilusionados ante lo que podía ser una cita histórica. Un ambiente fenomenal para un partido entre un grande de Europa herido, con todo el aire de un equipo incómodo por verse obligado a participar en una competición menor que la que correspondería a sus galones y un aspirante a empresas más grandes sin nada que perder y desde todo con mucho por ganar. Un escenario propicio para cualquier símil pugilístico que le venga a usted a la mente.

Echó el balón a rodar y enseguida le echó mano el Athletic, que lo hizo desaparecer para pasmo de los ingleses, obligados a correr como podencos tras él y a sufrir las pocas veces que lo conseguían la presión constante de los animosos chicos de Bielsa por recuperarlo. La pelota en los pies bilbaínos se movía de un lado a otro del tapiz como si de un rondo constante se tratara, elaborando hasta la extenuación y muriendo en la orilla del área donde el Manchester se mantenía seguro, con la defensa despejando tiros a los corners y un Smalling, menuda papeleta la suya, encaramado de forma permanente a la chepa de Llorente. Tanto que acabó por hacerle penalti en uno de tantos forcejeos pero el árbitro prefirió echarle la culpa al riojano y cambiar el sentido de la decisión. El Athletic dominaba la posesión y el partido con un descaro impropio, fascinante. Se enseñoreó por Old Trafford como si llevara toda la vida por allí.

Y en esto llegó el gol del Manchester. Porque un grande siempre es un grande, porque los viejos rockeros nunca mueren y porque la pegada está para lo que está. El amigo Giggs, a sus 39 castañas, agarró una arrancada que cogió a contrapié la zaga bilbaína, tiró una pared con Chicharito y el mexicano, tras un prodigioso recorte, cruzó sobre la salida de Iraizoz, que consiguió meter la mano solo para dejarla a los pies de un listo Rooney que solo tuvo que empujarla. No se descompuso el Athletic. Perseveró en su estilo como si la cosa no fuera con ellos mientras el United se echó atrás a esperar que de nuevo una contra diera sus frutos. Al fin y al cabo, el balón no era suyo. Pero no le hacía falta para enseñar los dientes. Siguió el Athletic tocando y atacando, siempre cerca del poblado patio de De Gea, perdida la lucha en el centro del campo donde Giggs, Jones y Park no podían hacer frente a Iturraspe, Herrera y De Marcos más Javi Martínez cubriéndoles las espaldas. Se animaba Iraola por la derecha donde el Manchester tenía un buen agujero, falló Susaeta un uno contra uno frente a De Gea por elevar mal la pelota a su salida y un par de remates lejanos más acabaron en el corner. Llegaba el Athletic con muchos jugadores al área y creaba una constante sensación de peligro.

Fue, tenía que ser Llorente quien lograra la igualada al borde del descanso. Al más puro estilo inglés, un fútbol que a buen seguro recibiría con los brazos abiertos a un delantero centro de sus características. Centró Susaeta, como no, desde la derecha, y por allí apareció Llorente metiendo la cabeza entre dos defensas, clavando el balón en la red como el fenomenal nueve que es. Con el marcador empatado, se fueron ambos equipos a la caseta a reflexionar sobre sus méritos. Uno sabiéndose local y dominado. Otro, buscando la fórmula para sacar mejor rendimiento a su posesión y atrevimiento.

No cambió el guión en la segunda parte. Si acaso el Athletic impusó aun más su jerarquía. Quizás quería ser el Manchester más Manchester, pero lo que pasó es que el Athletic fue aun más Athletic. Y, generoso, se dedicó a hacer grande al español De Gea, de largo el mejor del cuadro inglés. Hasta por tres veces salvó los muebles el portero, a tiros lejanos de Muniaín y Llorente primero – el del nueve lo salvó en una prodigiosa estirada a mano cambiada – y robándole la de nuevo a Muniaín, al que Herrera dejó solo frente al marco con un pase precioso que el joven colega del portero en la sub 21 no pudo aprovechar. Ander Herrera decidió entonces transmutarse en Laudrup y no contento con el dominio que ejercía a lo largo y ancho del campo, se inventó tras una combinación a tres toques un maravilloso pase de vaselina por encima de toda la línea defensiva inglesa para que De Marcos, eso sí en leve fuera de juego, cruzara al palo contrario donde esperaba De Gea. El tanto hacía justicia a lo visto: el Athletic tenía anoche la llave de los sueños del Teatro.


Dolió el gol de De Marcos en las filas inglesas, tocados en el orgullo. Pero más allá de un tiro lejano de Rooney neutralizado por Iraizoz no inquietaron mucho los dominios de un omnipresente Javi Martínez. La entrada de Nani y Anderson al campo no supuso revulsivo alguno, mientras que Bielsa soltó la correa de Toquero para que éste se vaciara como acostumbra en los últimos diez minutos. Fruto de su insistencia al hacerse con la cabeza de un balón dividido frente a dos contrarios llegó el tercero del Athletic. Le cayó el balón a De Marcos que cruzó un buen tiro desde fuera del área que a duras penas rechazó De Gea. Y ante la sorprendente pasividad de un confiado Rafael, Muniaín se marcó un sprint de velocista para llegar justo a tiempo de burlar con un solo y certero toque al guardameta.


El Athletic escribía así una de las páginas más brillantes de su historia reciente, una victoria que no resuelve del todo la eliminatoria porque, fruto de esas extrañas pájaras que a menudo padece en los instantes finales, concedió un tonto penalti que tampoco emborronó demasiado sus muchos méritos. Bielsa ha construido un bloque sólido cuya alineación los niños pueden ya recitar de memoria, dispone de una atractiva mezcla de calidad, físico, desparpajo, ilusión y hambre que puede aspirar a metas mucho más altas de las que está acostumbrado. Curiosamente tuvo que doctorarse en Old Trafford con el mismo resultado, 2-3, con el que se impusieron antes los dos únicos equipos españoles que allí han triunfado, el Madrid y el Depor. Será cosa del destino. Una lástima que fuera vestidos de verde y no con su habitual equipación rojiblanca. Tampoco es que importara mucho: solo hacía falta mirar a las gradas para ver a ocho mil rojiblancos felices cantando y ondeando sus colores. San Mamés será una fiesta.

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