Hay que ver: con lo bien que iba este Festival y lo tontamente que se ha estropeado en su jornada final. Es una lástima, porque una de las cosas que más me han gustado de la programación de este año es que al contrario de lo que suele pasar con la mayor parte de las películas de hoy en día, este Zinemaldia empezó en un nivel más bien flojete para ir cogiendo vuelo y calidad con el paso de los días por lo que las dos últimas y flojísimas películas presentadas en la Sección Oficial – y una inenarrable película de clausura, The Brothers Bloom, una película de timadores que pese a que se hace simpática en su marciano comienzo mezclando alegremente comedia del absurdo y homenajes a clásicos del género del engaño se toma demasiado en seria a sí misma según va avanzando el metraje y se convierte en un absoluto despropósito, un auténtico timo de película indigna para cerrar un certamen con un nivel medio tan aceptable como éste – nos han dejado un regusto pelín amargo, como el de una película interesante y con momentos brillantes pero definitivamente mal rematada.Antes de entrar en eso, la película canadiense Mamá Está en la Peluquería de la directora Lea Pool despertó no pocas simpatías y buen puñado de defensores de su propuesta. La película cuenta la historia de una familia en crisis (¡otra más: este Festival bien podría haberse subtitulado “la familia mal, gracias”!) cuando la madre se entera que su marido le es infiel con su compañero de golf - conviene aclarar que estamos en 1966 y aunque imagino que los cuernos duelen igual en cualquier época, la directora parece sugerir al ambientarla allí un plus de sufrimiento por el rechazo social, la marginación y la tremenda humillación que eso conlleva – y llevada por el dolor y la humillación agarra el coche y se planta en Londres como corresponsal, dejando al marido infiel al cargo de una hija adolescente en plena etapa de descubrimiento de las verdades y los consecuentes sinsabores de la vida, un hijo obsesionado con la mecánica y los coches de carreras y un niño bastante desvalido y extremadamente dependiente de su familia sobre el que recae con mayor dureza la tragedia desencadenada por carecer de los recursos para adaptarse a la nueva situación. Todo transcurre durante los meses de verano, con abundante tiempo para el esparcimiento y la reflexión, para escuchar música y descubrir el amor, para desganar culpas y sufrir en silencio…
Todo está contado con sencillez y con una puesta en escena bastante plana que ni molesta ni emociona demasiado, dejándolo todo a la naturalidad de los chavales protagonistas – que lo hacen bastante bien, empezando por esa especie de trasunto de Nathalie Portman que es la chica protagonista – y a las buenas intenciones de la directora, que fabrica una película quizás demasiado amable para la magnitud de la tragedia que está contando y con por desgracia algún momento francamente desafortunado (¡esas cancioncillas sesenteras que ilustran diversas estampas veraniegas!) que juega muy en contra de la fuerza de su propuesta. No estamos ni mucho menos ante una mala película, ya que es una obra que se deja ver con agrado y que funciona de forma razonable, pero uno queda con la sensación de que podía haber dado muchísimo más de sí, conformándose con ser una propuesta de lo más inane. Me gusta Daniel Burman. He disfrutado mucho de películas tan interesantes como Esperando al Mesías o la magnífica y aun no superada El Abrazo Partido e incluso marcianadas como Todas Las Azafatas Van Al Cielo o esforzados autorretratos como la divertida Derecho de Familia son películas que me caen simpáticas. Por eso me decepciona bastante El Nido Vacío, una película que trata de explorar ese agujero vital que se da cuando los hijos abandonan el hogar y una pareja que encontraba su razón de ser y su estabilidad en esa responsabilidad asiste impotente a como su mundo se desmorona y empiezan a interesarse por otras cosas fuera de esa relación. La película de Burman, mucho me temo que a diferencia de obras anteriores, explora una senda que el director no puede conocer de primera mano por razón de la edad. No es que ese fuera un impedimento insalvable, pero lo cierto es que esta propuesta que mezcla de forma tan desigual las inquietudes de ese novelista egocéntrico y en crisis y los problemas derivados del siempre difícil acto de parir cualquier obra no funciona de ninguna forma. Y eso pese a que el esforzado trabajo de Oscar Martinez y Cecilia Roth por dotar de profundidad e interés a sus un tanto planos y arquetípicos personajes en crisis es del todo punto encomiable. Pero la película, que se pierde en vericuetos narrativos muy mal explicados y aun peor rematados y que pese a alguna línea divertida – siempre las hay en el cine de Burman – fracasa en sus intentos de llevar la sonrisa al espectador, resulta probablemente lo peor que ha firmado este interesante realizador argentino.
Claro que muchísimo peor es lo de Kim Ki Duk. Cualquiera que me conozca sabe que soy un enamorado del autor de La Isla, Primavera, Verano, Otoño y Primavera Samaritan Girl o incluso El Arco pero la deriva que está alcanzando en sus últimas películas, la fallida Time y esta insoportable Dream – no he visto aun Breathe, que está cronológicamente entre ambas – es muy pero que muy alarmante. La historia de Dream parte de una premisa tan interesante como inverosímil: un tipo al que ha dejado su novia tiene unos sueños inquietantes que luego descubriremos que son llevados a cabo en la realidad por una sonámbula que acaba de dejar recientemente a su novio. O sea, que ambos están en lados opuestos y a vez, unidos por el dolor: lo que uno sueña, la otra lo lleva a cabo y como quiera que lo que uno sueña es la expresión del deseo que aun siente por la mujer que le dejó, la sonámbula va enrollándose cada noche con el ex al que quiere dejar atrás, con las indeseables consecuencias que pueden ustedes imaginar. Una vidente les da una idea “¿Por qué no se enamoran? Así superarán sus problemas…” Las carcajadas incrédulas de los presentes en la sala creo que pudieron oírse hasta en la Korea donde el realizador aun se recupera de un accidente de tráfico que le ha impedido venir a Donosti a defender su película. Eso que se ha ahorrado porque le hubieran caído una considerable cantidad de palos. Y es que la película no hay por donde cogerla: Kim Ki Duk pretende reflexionar sobre el amor perdido, la fuerza del recuerdo, crear la poesía de dos amantes condenados a entenderse, extraer belleza del dolor que sufren… y lo que le sale es un impresentable y caricaturesco engendro en el que los personajes tardan como media película en darse cuenta que si duermen por turnos evitan las consecuencias de la situación que les une, otro buen rato más en descubrir que si se encadenan el uno al otro al vencerles el sueño contra el que luchan – a base de martirizarse el cuerpo, que ya sabemos lo mucho que le va al coreano eso de los martillazos, las agujas el dolor físico como expiación del mal espiritual y demás zarandajas - pues tampoco hay consecuencias y mejor no les hablo del vergonzoso tramo final, porque no hay nada peor que asistir al penoso espectáculo de ver como un director que ha dado muestras en el pasado de extraer poesía, belleza y verdadera emoción con sus imágenes está hoy en día tan entretenido en mirar su propio ombligo que es incapaz de darse cuenta de cuando cae en el más espantoso de los ridículos. Eso sí, te ríes un rato, aunque solo sea como medio de defensa ante tamaña estupidez.
Mañana sábado conoceremos el palmarés. Hay consenso general en que la Concha de Oro debería ser para la que sin duda es la mejor película del certamen, Still Walking de Kore-Eda y que deberían estar de alguna forma tanto la valiente y excesiva Camino de Javier Fesser, así como la notable Frozen River. Si me preguntan, yo le daría el Premio Especial del Jurado a Camino, el premio de dirección a Kore-Eda, la mejor actriz a Melissa Leo – aunque no sería extraño que saliera la ancianita aquejada de alzheimer de la Caja de Pandora, Tsilla Chelton – el mejor actor a Mariano Venancio – aquí los favoritos son el palestino Mohammed Bakri y el danés Ulrich Thomsen – la fotografía a Winterbottom por Génva y el guión, pues también a Kore-Eda, aunque suponga dejar fuera del palmarés alguna película interesante como No Me Temas. Se rumorea que rascará algo Tiro en la Cabeza, cosa que me parecería un despropósito por los motivos que explique en mi crónica de ayer y bueno, con el Jurado ya se sabe. A ver si el majete de Jonathan Demme –por cierto, que buena es su La Boda de Rachel, puro espíritu del mejor Dogma, el de Celebración, con una gran Anne Hathaway de protagonista – consigue que el Jurado no pifie demasiado.
Claro que muchísimo peor es lo de Kim Ki Duk. Cualquiera que me conozca sabe que soy un enamorado del autor de La Isla, Primavera, Verano, Otoño y Primavera Samaritan Girl o incluso El Arco pero la deriva que está alcanzando en sus últimas películas, la fallida Time y esta insoportable Dream – no he visto aun Breathe, que está cronológicamente entre ambas – es muy pero que muy alarmante. La historia de Dream parte de una premisa tan interesante como inverosímil: un tipo al que ha dejado su novia tiene unos sueños inquietantes que luego descubriremos que son llevados a cabo en la realidad por una sonámbula que acaba de dejar recientemente a su novio. O sea, que ambos están en lados opuestos y a vez, unidos por el dolor: lo que uno sueña, la otra lo lleva a cabo y como quiera que lo que uno sueña es la expresión del deseo que aun siente por la mujer que le dejó, la sonámbula va enrollándose cada noche con el ex al que quiere dejar atrás, con las indeseables consecuencias que pueden ustedes imaginar. Una vidente les da una idea “¿Por qué no se enamoran? Así superarán sus problemas…” Las carcajadas incrédulas de los presentes en la sala creo que pudieron oírse hasta en la Korea donde el realizador aun se recupera de un accidente de tráfico que le ha impedido venir a Donosti a defender su película. Eso que se ha ahorrado porque le hubieran caído una considerable cantidad de palos. Y es que la película no hay por donde cogerla: Kim Ki Duk pretende reflexionar sobre el amor perdido, la fuerza del recuerdo, crear la poesía de dos amantes condenados a entenderse, extraer belleza del dolor que sufren… y lo que le sale es un impresentable y caricaturesco engendro en el que los personajes tardan como media película en darse cuenta que si duermen por turnos evitan las consecuencias de la situación que les une, otro buen rato más en descubrir que si se encadenan el uno al otro al vencerles el sueño contra el que luchan – a base de martirizarse el cuerpo, que ya sabemos lo mucho que le va al coreano eso de los martillazos, las agujas el dolor físico como expiación del mal espiritual y demás zarandajas - pues tampoco hay consecuencias y mejor no les hablo del vergonzoso tramo final, porque no hay nada peor que asistir al penoso espectáculo de ver como un director que ha dado muestras en el pasado de extraer poesía, belleza y verdadera emoción con sus imágenes está hoy en día tan entretenido en mirar su propio ombligo que es incapaz de darse cuenta de cuando cae en el más espantoso de los ridículos. Eso sí, te ríes un rato, aunque solo sea como medio de defensa ante tamaña estupidez.
Mañana sábado conoceremos el palmarés. Hay consenso general en que la Concha de Oro debería ser para la que sin duda es la mejor película del certamen, Still Walking de Kore-Eda y que deberían estar de alguna forma tanto la valiente y excesiva Camino de Javier Fesser, así como la notable Frozen River. Si me preguntan, yo le daría el Premio Especial del Jurado a Camino, el premio de dirección a Kore-Eda, la mejor actriz a Melissa Leo – aunque no sería extraño que saliera la ancianita aquejada de alzheimer de la Caja de Pandora, Tsilla Chelton – el mejor actor a Mariano Venancio – aquí los favoritos son el palestino Mohammed Bakri y el danés Ulrich Thomsen – la fotografía a Winterbottom por Génva y el guión, pues también a Kore-Eda, aunque suponga dejar fuera del palmarés alguna película interesante como No Me Temas. Se rumorea que rascará algo Tiro en la Cabeza, cosa que me parecería un despropósito por los motivos que explique en mi crónica de ayer y bueno, con el Jurado ya se sabe. A ver si el majete de Jonathan Demme –por cierto, que buena es su La Boda de Rachel, puro espíritu del mejor Dogma, el de Celebración, con una gran Anne Hathaway de protagonista – consigue que el Jurado no pifie demasiado.
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