miércoles, septiembre 22, 2010

SAN SEBASTIAN 2010 J05 Pa Negre, Genpin, Exit Through the Gift Shop



No resulta ninguna tontería a estas alturas afirmar que el cine español, perdón, catalán, está hasta cierto punto salvando la cara de lo que llevamos de Sección Oficial hasta el momento. Si ayer les comentaba que Elisa K, pese a las encendidas discusiones que provocó entre defensores y detractores, resultaba una propuesta que convenía tener en cuenta visto lo visto hasta la fecha, Pa Negre (Pan Negro) de Agustí Villalonga, la segunda propuesta consecutiva en catalá con subtítulos en castellano a competición también ha dejado un buen sabor de boca pese a que sus virtudes cinematográficas no estén precisamente en el lado de la experimentación con los formatos narrativos, sino en seguir al pie de la letra un clasicismo de lo más acentuado al que el realizador de El Mar o Tras el Cristal dota de un excelente acabado visual que compensa sobradamente su academicismo.


El comienzo de Pa Negre no puede resultar más impactante: una lucha a muerte en lo profundo del bosque y el posterior despeñamiento de un carromato, con su caballo de tiro y un niño en el interior incluidos, por un misterioso atacante. Estamos en 1944, en los crudísmos años de la posguerra, en un pueblecito perdido de la Cataluña profunda, donde los vencedores ejercen su ley y los vencidos se buscan la vida como pueden, no habiendo más alternativas que ocultar las ideas propias para sobrevivir y trabajar en el campo o ser explotado en una fábrica cercana. Como ya hiciera Montxo Armendáriz en Secretos del Corazón y antes de él muchos otros apelando a la mirada inocente para revelar poco a poco el oculto mundo de los adultos, Agustí Villalonga sitúa en el corazón de su historia a un niño perteneciente al bando de los perdedores de la Guerra Civil que poco a poco irá desvelando los muchos secretos del pasado entre la adoración sin límites que siente por su padre, con pasado republicano militante y al que quieren cargar el asesinato sucedido con el fin de quitárselo del medio, y el instinto de supervivencia del resto de su familia, sirvientes de una pareja de ricos terratenientes cuyas posesiones cuidan, que buscan la forma mejor de salir adelante entre la miseria en la que se hallan inmersos.


Pa Negre tiene la virtud de no cargar más de lo debido las tintas en las diferencias entre vencedores y vencidos o la represión habitual de aquellos tiempos, el enfoque más común entre las películas ambientadas en esa época. Más que eso lo que a Villalonga le interesa es el proceso de toma de conciencia de Andreu – magnífico Francesc Colomer, sosteniendo el peso de la película sobre sus hombros – un crecimiento personal que le permite desvelar de forma paulatina una tupida red de mentiras e intereses motivados en gran medida por el afán de pura supervivencia durante el cual irá viendo como su hasta entonces seguro mundo y la inquebrantable imagen que tiene de sus padres se tambalea según escarba en el pasado al tiempo que es cada vez más consciente de las arbitrariedades y profundas injusticias del mundo que le rodea. Villalonga saca buen provecho de un buen reparto (Laia Marull, Eduard Fernández, Sergi López…) entregado a fondo y al que se le nota muy comprometido con el proyecto para, con habilidad y buen sentido del ritmo y de la construcción dramática, ir poniendo en pie una película que ahonda con inteligencia en las contradicciones inevitables entre los principios morales y la necesidad de salir adelante, la dificultad de aferrarse a los mismos cuando vienen mal dadas, las urgencias con las que uno ha de abandonar la niñez para enfrentarse a las responsabilidades del mundo adulto, el descubrimiento de ese mundo acaso demasiado rápido para poder asimilarlo.


La película, que tiene asimismo a su favor una envolvente y poderosa fotografía de Antonio Riestre que potencia los muchos claroscuros de un filme que se mueve a gusto en las zonas grises adolece, eso sí, de un tramo final en el que de forma incomprensible se suceden los finales cuando ya se ha resuelto de forma evidente el conflicto dramático y el proceso por el cual Andreu acaba finalmente por tomar las riendas de su propio destino asumiendo el sacrificio que ello implica, como si el realizador dudara sobre su propia capacidad de dejar las cosas claras al espectador, además de alguna licencia lírica – ese a todas luces superfluo personaje del chaval enfermo – que afean el resultado final. Más allá de eso y aunque alguno pueda reprocharle ese excesivo clasicismo del que hace gala un relato tan bien construido como narrado, no cabe mucha duda de que Pa Negre es una película sólida, compleja, que funciona bien en muchos niveles y que tal y como está el patio ahora mismo, hay que considerar asimismo para un palmarés que puede hablar catalán no ya en la intimidad sino abiertamente.


La japonesa Naomi Kawase ya nos había dado pruebas de su interés por el milagro del nacimiento de una nueva vida al filmar su propio parto en Shara. Ahora, la realizadora de El Bosque del Luto vuelve de nuevo sobre ese tema en Genpin, documental que se acerca tanto a la figura de un anciano tocólogo, el Dr. Yashimura, como sobre todo a sus distintas pacientes para elaborar un contundente alegato a favor del parto natural y alejado de las convenciones médicas actuales. Como en aquel magnifico sketch de El Sentido de la Vida en el que mientras la rodeaba de máquinas que hacían ping el médico interpretado por el miembro de los Monty Python John Cleese prohibía a la parturienta que hiciera nada con el pretexto de que no estaba profesionalmente cualificada, Kawase parece tener claro que éstos se han apoderado del proceso de alumbramiento hasta el punto de ignorar cuando no directamente atemorizar a las embarazadas arrebatando toda posibilidad de elección a las mismas sobre cómo quieren vivir la experiencia más importante de sus vidas.


Kawase se infiltra cámara en mano en las interioridades de esa clínica y filma a las pacientes mientras éstas expresan sus miedos, sus deseos y se dejan llevar por las enseñanzas del Dr. Yoshimura, una especie de Yoda del alumbramiento natural que defiende, contrariamente a lo habitual, que las embarazadas hagan ejercicio hasta el último día para dilatar y facilitar el parto: choca no poco ver a esas mujeres realizar no ya pesadas tareas domésticas sino directamente cortar leña con un hacha estando ya a punto de salir de cuentas, lo que hace pensar si el tal Yoshimura no será un poco como aquel Miyagi de Karate Kid que hacía que Ralph Macchio le lavara el coche y la casa con el pretexto de enseñarle artes marciales, ya saben, aquello de “dar cera, pulir cera”.


Bromas aparte, lo cierto es que Genpin es una hermosa película en la que se dan cita las referencias habituales a la necesidad de vivir en armonía con la naturaleza que son seña de identidad del cine de Kawase, así como esa inmediatez que si bien puede hacer pensar en algún momento que lo que se muestra en la película es algo así como lo que podría grabar cualquier padre primerizo con una cámara que quisiera registrar hasta el más mínimo momento del proceso, no es menos cierto que a menudo consigue instantes y planos de gran belleza y enorme capacidad de conmoción tanto en los distintos partos que se muestran en el filme como cuando alguna de sus pacientes se desnuda emocionalmente ante la cámara revelando sus miedos e inseguridades. Por otro lado y pese a que es evidente la reverencia con la que Kawase trata al venerable Dr. Yoshimura – del que uno intuye que no debe ser especialmente apreciado entre el resto de la comunidad médica de su país – tampoco oculta la cara menos amable y las debilidades del personaje al enfrentarlo con los reproches de su propia hija o denunciando su autoritarismo. Es cierto que Genpin peca de reiterativa, que se echa de menos alguna presencia masculina más allá de ese doctor omnipresente y que, si el tema no interesa, puede provocar somnolencia y cierto hartazgo. Incluso se puede dudar sobre los criterios seguidos para que figure a concurso en la Sección Oficial (¿Por qué ésta sí y la de Maragall no, por ejemplo?) pero en cualquier caso merece la pena verla, aunque solo sea para tratar de comprender algo mejor ese mundo en el que, por mucho que queramos implicarnos, los hombres siempre quedamos algo al margen.


No me resisto a terminar la crónica de hoy sin salirme un momento de la Sección Oficial para transmitirles mi más absoluto entusiasmo por Exit Through the Gift Shop, el brillante y divertidísimo documental que hemos tenido ocasión de ver en Perlas de Zabaltegui. Exit… es el primer documental realizado por Bansky, nombre de guerra por el que se conoce al que quizás sea el máximo exponente de eso que se ha dado en llamar Cultura Urbana, ese arte callejero que para algunos significa poco más que una serie de gamberradas perpetradas por graffiteros desocupados pero que para muchos no solo es una filosofía de vida, sino incluso algo que, merced al mercantilismo del arte de nuestros días, una muy lucrativa forma de ganársela. Bansky, artista urbano cuya identidad es uno de los secretos mejor guardados de tan peculiar mundillo, empieza esta película confesando que éste era un documental que un tipo quería hacer sobre su persona, pero cuyo autor y su trayectoria personal resultó con el tiempo ser mucho más interesante que el propio Bansky, con lo que el documental acabó girando sobre tan extravagante personaje.


Es rigurosamente cierto: Exit es la historia de Thierry Guetta, un comerciante de ropa absolutamente apasionado por grabar de forma harto compulsiva con su cámara de video todo lo que le rodeaba que un día descubrió el mundo del arte callejero y decidió estudiarlo a fondo, acercándose poco a poco a los representantes más ilustres del mismo, ganándose su confianza y registrando sus actividades casi siempre ilegales que reclaman los espacios urbanos libres para llenarlos con sus obras reivindicativas, satíricas o simplemente decorativas. Con el tiempo y no poco sacrificio, Guetta acabará contactando con Bansky, un artista brillante y provocador cuyas piezas satíricas sobre política, cultura pop, moralidad, etnias, algunas de las cuales han acabado expuestas no ya en calles o edificios sino en el mismísimo MOMA de Nueva York o la Tate Gallery de Londres... aunque no de forma precisamente legal, claro. La trayectoria de ambos personajes y el inevitable encuentro simbiótico entre ambos está descrito con tanto humor como inteligencia, lanzando al espectador toda una serie de preguntas sobre el sentido del arte contemporáneo ante las cuales muchas veces resulta imposible reprimir no ya la sonrisa cómplice, sino tremendas carcajadas.


Exit... es una película irresistible, brillante, irreverente, con un endiablado sentido del ritmo gracias a un montaje espectacular, que abunda en giros de guión inesperados e hilarantes y cuyas conclusiones una vez finalizado el mismo, más allá de sus abundantes imposturas, son para pensarse muy seriamente hasta qué punto el mundo del arte moderno de hoy en día ha caído presa de la imbecilidad más absoluta, en el que la simple copia con mínimas variantes de la obra de cualquier artista anterior – “¿Y quien no recicla las ideas de otro hoy en día?” llega a oírse en un momento del metraje – puede hacer famoso o enriquecer a cualquier advenedizo con el suficiente morro y desparpajo para construirse su propia leyenda. Este fascinante documental se estrena comercialmente el 8 de octubre. No se lo pierdan que les aseguro que se van a divertir con una historia tan original como estimulante.

1 comentario:

Anónimo dijo...

VillaRonga...