sábado, septiembre 25, 2010

SAN SEBASTIAN 2010 Palmares alicaido y al fin Paul Giamatti



Un año más la lectura del palmarés de la 58 edición del Festival de Cine de San Sebastián ha ido acompañada de sonoros abucheos por parte de los periodistas presentes en la sala de prensa del Kursal. A estas alturas resulta ya casi una tradición. Y eso que este año, dado el consenso general sobre el pobre nivel general de la Sección Oficial a concurso y, aun más importante, a falta de una obra indiscutible que desairar dejándola fuera del palmarés como sucedió con Still Walking de Kore-Eda o El Secreto de sus Ojos de Juan Jose Campanella los dos últimos años, cabía pensar que el Jurado gozaría de mayor impunidad. De hecho, podían premiar cualquier cosa y encontrar argumentos para justificarlo. Y la verdad es que si me paro a pensarlo, eso es exactamente lo que han hecho.


La Concha de Oro ha ido a parar a manos de los Neds de Peter Mullan, una crónica personal de la adolescencia en el turbulento Glasgow de 1972 que tiene a su favor la frescura de sus jóvenes intérpretes – Mejor Actor para Connor McCarron -, su contundencia y el indiscutible conocimiento del tema que trata que Mullan exhibe, pero a la que tras un arranque magnífico se le va de las manos en su intento de alejarse de precedentes más o menos reconocibles con un personaje central cuya fulgurante evolución de niño modelo y brillante estudiante a violento gamberro no parece estar demasiado bien justificada desde el guión. Es una película correcta a la que no le faltan defensores pero uno podía encontrar fácilmente dos o tres entre el resto que habrían merecido más el máximo galardón del Festival.


Como la perturbadora Pa Negre de Agustí Villalonga, oscura y compleja vuelta de tuerca a la posguerra española que pese a utilizar de nuevo el familiar recurso de la mirada de un niño para desvelar los secretos y contradicciones del mundo de los adultos conseguía una atmósfera densa poblada de personajes que se debaten entre su instinto de supervivencia y la fidelidad a unos principios morales que en la Cataluña profunda de 1944 no daban para comer. Dura como el pedernal, bien dirigida y bien construida, Pa Negre solo se ha llevado el justo reconocimiento de Mejor Actriz para Nora Navas, esplendida en el papel de la atribulada madre del chaval protagonista. Poca recompensa para la película más sólida de la competición.


El cine catalán, omnipresente en Donosti, consiguió un segundo reconocimiento con el Premio Especial del Jurado para Elisa K, arriesgado y desigual experimento narrativo para contar un hecho francamente espinoso, la violación de una niña de once años, un trauma que no recordará hasta catorce años después. Es la película que más polémicas ha provocado entre detractores y defensores. Yo me cuento entre los segundos, pese al enorme lastre que supone que la forma de presentar las circunstancias de esa violación sean imposibles de creer. El buen trabajo de las dos actrices que encarnan a la protagonista y el buscado contraste formal entre pasado y presente están entre los logros de un filme del que muchos abominaron por su omnipresente e intrusiva voz en off.


Del premio a Mejor Director al chileno Raúl Ruiz por sus Misterios de Lisboa no puedo decir gran cosa, más que nada porque opté por no tragarme completo su folletín de cuatro horas y pico, ya que Donosti ofrecía muchas cosas interesantes que ver en tan desmesurado espacio de tiempo. Los que la aguantaron dicen que es una maravilla. Nadie puede contradecirles: a los que no les gustaba les abandonó la paciencia mucho antes y se fueron de la sala. Este premio debería haber ido a las ensangrentadas manos del coreano Kim Jee Woon por su brutal y brillante I Saw the Devil pero con el Jurado de este año – a saber Goran Paskjalevik, Raya Martin, Claudia Llosa y Pablo Trapero, cuatro directores que hacen un cine en las antípodas del coreano, más la maquilladora Jo Allen, la documentalista Lucy Walker y el actor Jose Coronado - era impensable que se llevara no ya éste sino ningún otro premio.


La pedrea correspondió al fotógrafo Jimmy Gimferrer por lo único salvable de esa vergonzosa tomadura de pelo llamada Aita, un premio al Mejor Guión para la noruega Home For Christmas, concesión poco comprensible para una película blandengue ideal para ver en Navidades y sufrir una sobredosis de buenos sentimientos y una Mención Especial sacada de la manga para la simpática y muy berlanguiana La Mezquita.

Para mi hay olvidos bastante imperdonables en el palmarés, empezando por esa tan magnífica como salvajemente despendolada ave extraña dentro del Zinemaldia (sobre todo viendo el resto de películas de la Sección Oficial) que era la coreana I Saw the Devil, pasando por esa entrañable historia mínima bien contada y bien interpretada que era la argentina Cerro Bayo y terminando por Pa Negre, que como queda dicho, debió conseguir algo más de reconocimiento por su solidez que ese justo premio a la Mejor Actriz para Nora Navas…


En resumen, ha sido un palmarés tan alicaído como la propia edición de este año, la última con Mikel Olarciegui al frente. Veremos el año que viene con Jose Luis Rebordinos, un tipo fogueado no solo desde dentro de los fogones del propio festival sino al frente de otros como la Semana de Cine Fantástico y de Terror que se celebra en esta misma ciudad si se le da un nuevo impulso a este Festival y de paso se endereza un poco el errático rumbo de los últimos años.



Epilogo: El viernes por la tarde, tras asistir a la rueda de prensa de la estupenda Barney’s Version, donde tuve ocasión de derretirme en la silla mientras la bellísima Rosamund Pike respondía mirándome a los ojos a la pregunta que les había hecho a ella y a Paul Giamatti sobre cómo habían trabajado eso tan difícil de conseguir en una pantalla llamado química, salí del Kursaal en dirección al Hotel Maria Cristina, donde esperaba conseguir lo que no había podido lograr y tanto me había frustrado el día anterior. No tuve que esperar mucho: al rato apareció Paul Giamatti, impecablemente vestido de negro, enredando con su móvil, paseando por el hall de forma distraída, sin que nadie le molestase. Pensé para mis adentros que eso jamás habría podido ocurrir con Julia Roberts. Afortunadamente.


Me acerqué y le saludé. Me recordaba de la rueda de prensa y estrechó mi mano de forma efusiva. Me preguntó si me había gustado la película. Le dije la verdad, que me parecía estupenda y que iba a tratar de conseguir llevarla al Festival de Mérida, aunque estando en manos de la Universal, sabía de antemano que era tarea imposible: las majors no hacen semejantes concesiones a festivales pequeños y casi desconocidos como Mérida. Entonces me preguntó por la ciudad y se la situé en el mapa. Le conté acerca del Teatro Romano, del Festival de Teatro Clásico (le sorprendió saber que dos mil años después el teatro seguía sirviendo a las funciones para las fue construido) y del de cine. Luego hablamos un rato de su carrera. Le dije lo mucho que me gustaban Entre Copas y American Splendor y que además había visto ésta última hacia poco por la reciente muerte de Harvey Pekar.

Incluso saqué a colación Cold Souls, esa película estilo Como Ser John Malkovich que aun sigue sin distribución en España y que a él le parece un bizarro divertimento. “La verdad es que tiene usted una carrera de lo más diversa e interesante” Se echó a reír “Me alegra que lo digas. Me gusta pensar que es así, si” Le pregunté si estaba disfrutando la estancia en la ciudad y dijo que lo poco que había tenido ocasión de ver le había encantado. “Lástima del tiempo” comenté “la lluvia lo ha estropeado un poco” “Está bien” dijo él “Creo que un poco de lluvia también le da cierto encanto” Pensaba en lo estúpido que era que estuviéramos hablando del tiempo cuando lo reclamó la agente de prensa para otro compromiso. Cogí al vuelo al primero que pasaba por allí y le pedí que nos hiciera la ansiada foto. Me volvió a estrechar la mano y se despidió con una sonrisa “Nice to meet you”. Y se fue. Me pareció un tipo inteligente, amable, divertido, de esos con los que uno puede compartir una cerveza, una cena y encontrar temas de conversación suficiente para no aburrirse lo más mínimo. Salí del Maria Cristina. Objetivo cumplido.


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