lunes, octubre 01, 2007

CAÓTICA ANA, Medem, la ambición desmedida

Creo a pie juntillas que Medem es uno de los grandes directores del cine español. Un tipo capaz de conjugar una potencia visual considerable con un universo propio plagado de metáforas e imágenes tan imponentes como elegantes a la vez que articula un discurso coherente a la hora de contar una historia, por surrealista que ésta sea, y que ha demostrado de lo que es capaz en una filmografía en la que hay pelis tan cojonudas como Vacas, La Ardilla Roja, Tierra o mi adorada Los Amantes del Círculo Polar siempre tendrá asegurado mi interés en todo lo que haga, ya sea en patinazos como Lucía y el Sexo o documentales nacidos poniendo el alma en ello como La Pelota Vasca o Uno por Ciento, Esquizofrenia.

De la misma forma, soy de la opinión de que un Autor o un Artista (así, con mayúsculas) necesita siempre a su lado durante un proceso creativo tan complejo como el de dar forma a una película a alguien – un productor, un guionista, un amigo con criterio... – que sea capaz de poner freno a su torrente creativo y hacerle ver que, de vez en cuando, lo que uno puede considerar un descubrimiento maravilloso o una idea magnífica para plasmar en pantalla bien puede tratarse de una gilipollez supina, un molesto ejercicio de autocomplacencia, una pedantería insufrible o, simplemente, un ridículo evitable. Ha habido en los últimos meses unos cuantos ejemplos en nuestro cine: Antonio Banderas produciéndose al gusto El Camino de los Ingleses, Fernando León liberándose de la férrea mano de Elías Querejeta en Princesas y, por supuesto, Julio Medem estrellándose no poco con esta bienintencionada pero insufrible Caótica Ana que, siendo bastante compasivos, podríamos calificar de sonrojante.

El problema de Medem es que siempre vive al límite. La pasión que destila su cine, como la de todo artista que se precie respecto a su obra, no entiende de contenciones y a menudo bordea el precipicio de lo que muchos considerarían cursi, pedante o simplemente pretencioso: es un autor tan dotado para esto de narrar historias con imágenes que en su filmografía siempre se apuesta por conectar con un tipo muy especial de sensibilidad y corre el continuo riesgo de que la forma, la bella forma y la plasticidad de lo que recoge su cámara, devore al fondo, aquello que pretende contar. Caótica Ana, película personal donde las haya concebida como homenaje póstumo a su hermana Ana, artista fallecida en accidente de tráfico, contiene un problema de base difícil de superar por la propia ambición de su autor ya que juega a abarcar un concepto tan complejo (y ajeno a la sensibilidad masculina, por más que nos empeñemos algunos) como el eterno femenino. Casi nada.

En su loable empeño, Medem cae de lleno en el terreno del tópico: la peripecia de esta especie de neohippy felizmente ignorante de su condición de portadora de todas las injusticias sufridas por la mujer a lo largo de la Historia – por supuesto a manos de los hombres, esos salvajes – no solo simboliza esa molesta dualidad entre lo femenino como creador de vida y lo masculino como algo que apenas aporta sino que destruye, sino que además secuestra como verdades indiscutibles para su causa valores como una mayor espiritualidad o la tópica complicidad entre mujeres por el solo hecho de serlo, a la vez que remata su mensaje con una distorsionada y simplista visión política del mundo en el que vivimos – el repaso alcanza desde la injusta situación del Sahara hasta la precaria vida de los indios americanos en sus reservas, pasando por una escatológica declaración de principios sobre la Guerra de Irak de auténtica vergüenza ajena -, elementos que hacen de Caótica Ana un pretencioso ejercicio de funambulismo del que no sale precisamente bien parado.

Caótica Ana no está sin embargo tan lejos como podría pensarse de anteriores películas de su director. Al fin y al cabo, el sentido del riesgo y una desmedida ambición por abarcar temas universales desde ópticas muy alejadas de la realidad y mucho más enraizadas en los terrenos de la fantasía, el azar y la belleza poética de sus arrebatadoras imágenes es el caldo de cultivo habitual de un director acostumbrado desde siempre a vivir en el alambre y a implicarse enormemente desde un punto de vista personal en sus filmes, algo que siempre es digno de alabarse. El problema, a mi juicio, es que Caótica Ana parte de una empresa tan personal que solo cobra total sentido en la cabeza y en la sensibilidad de su autor, de tal forma que por mucho que uno quiera juntar las piezas del complejo puzzle pergreñado por el director con un batiburrillo tanto de temas a abarcar como de formas visuales de representarlo – en la peli se dan cita sin empacho desde la videocreación hasta el recurso a la animación, pasando por el normal protagonismo de los un tanto inocentes cuadros de la protagonista – el resultado es siempre el mismo: la película se escurre entre los dedos, le falta la cohesión necesaria para conformar una propuesta sólida frente al espectador y, lo que es peor, carece por completo de un muy necesario sentido del ridículo (aunque solo sea por la gravedad de alguno de los temas que toca) que hubiera evitado algún que otro momento penoso, indigno de un realizador con una carrera como la de Medem.

La debutante Manuela Vellés hace lo que buenamente puede con un personaje intangible, mucho más simbólico que real, al que trata de ofrecerle sustancia y solo lo consigue en momentos aislados – el reencuentro con el padre en la feria, de lejos la mejor secuencia del filme – naufragando en la mayor parte del metraje pese a su desarmante naturalidad y su gran magnetismo con la cámara por culpa de un guión imposible de sostener. A su alrededor Bebe se dedica a lo que de momento mejor sabe hacer (es decir, de ella misma) y Medem pone en su boca algunas frases ciertamente inquietantes en los tiempos que corren; Charlotte Rampling entra y sale de escena sin saber muy bien que demonios pinta allí más allá de funcionar como recurso para hacer avanzar la narración y sobre los detestables personajes masculinos del filme es mejor correr un tupido velo: ni uno solo de ellos tiene la entidad suficiente como para escapar del arquetipo al que Medem les condena en una película en la que se diría que los hombres no tienen más sentido que como aquel personaje de Amanece que no es Poco de Cuerda que acudía a las reuniones de mujeres para que éstas se rieran de él.

Vuelvo al principio para recordar que sigo pensando que Medem es un director imprescindible en el panorama del cine español actual. Y pienso igualmente que prefiero a un director que se arriesgue a fondo con una propuesta personal en la que cree y se la pegue antes que esa masa de realizadores que tanto abundan hoy en día en el cine patrio que se limitan a contar la misma historia con ligeras variantes una y otra vez sin correr más riesgos de los estrictamente necesarios. Hay autores en nuestro cine – estoy pensando en Achero Mañas, al parecer perdido para la causa tras el éxito de El Bola y la gélida acogida por parte de crítica y público de su igualmente ambiciosa aunque fallida Noviembre – de los que no podemos prescindir por más que se equivoquen. No puedo defender Caótica Ana porque es una película que me decepciona enormemente viniendo de uno de los cineastas que más me gustan y sobre todo porque es una propuesta en la que jamás entro: todo me parece esquemático, superficial, engañoso, ridículo... Sin embargo, por suicida que me parezca, soy capaz al menos de reconocer su valentía y su necesidad de hacer esta película. Esperaré con igual ilusión el próximo proyecto de Medem porque sé de lo que es capaz. Y rezaré porque se deje aconsejar por alguien más que por él mismo para que no reincida en los errores que han llevado a Caótica Ana a ser un pequeño desastre en su filmografía.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Pueden hacer todos los festivales que quieran que este pueblo roñoso de merida siempre sera igual de aburrido y predecible, lleno de mujeres gafas y viejas que te escanean antes de hablarte y que se horrorizan ante cualquiera que admite que ir a misa es una ladilla. Caen dos gotas de lluvia y se va la luz, nunca hay agua, y como la vialidad es tan buena les encanta cerrar las calles para organizar cuanto bochinche pueblerino y merienda de negro se les ocurre, Ej: patinatas, elección de reinita de feria tierrua, etc....
No hay donde comprar nada ni sacar una fotocopia el domingo si no es por el fucking garzon donde un paramero idiota pretende revisarte la cartera en vez de instalar un sistema de seguridad decente.
Y ni hablar de la maldición de las paraduras, me dan pena ajena, con el detestable bizcochuelo y el vino con sabor a vinagre chimbo, sin contar con los "musicos" que repiten el mismo corito 40 por cien a la mil veces....AAAAAAAAAAAAArrrrrrrrrrrrrrrrrghhhhhhhhhhhhhhhhhhh
Y no se molesten en reponder pues no pienso revisar mas este blog....OK?