Tommasso, a sus escasos ocho años, ya tiene una conciencia bastante clara de algunos de los sinsabores que produce la vida. De origen bastante humilde, convive con su padre Renato, un cariñoso aunque ocasionalmente colérico operador de steady-cam que se gana la vida como free-lance y su hermana mayor Viola en un piso en el que por más que se esfuerzan se nota día a día la ausencia de su madre Stefania, una mujer incapaz de asumir la pobreza en la que viven y que les ha abandonado varias veces. Los esfuerzos de Renato por sacar adelante a su famlia con sus escasos medios y sus intentos de proporcionarles una educación complementaria que él considera esencial para su formación - natación para Tommasso, clases de danza para Viola - chocan constantemente con la dura realidad en la que viven, con una segunda hipoteca que pende como una espada de Damocles sobre sus cabezas. Y en esta situación, una vez más, Stefanía reaparece para ocupar su lugar como esposa y madre de una familia más desestructurada de lo que parece
A pesar de los recelos de Tommi, que teme que su madre vuelva a las andadas y por puro instinto de protección frente al daño que pueda causarle se blinda frente a ella y de la violenta forma en la que es recibida por Renato, cuya posición de superioridad moral por haber sido abandonado y ser el único que ha hecho frente a sus responsabilidades hace que su primera reacción sea la de no admitirla en la casa, todos deciden de común acuerdo que es el momento de intentar volver a ser una familia y a partir de aquí comienza el proceso de adaptación a la nueva situación. La claridad con la que ve Tommasso el mundo – el punto de vista de la película es siempre el suyo: vemos lo que ocurre a través de sus ojos, sin que eso suponga toma de postura alguna por parte del realizador, sino más bien un intento de resultar objetivo - que choca con la inmadurez que a menudo demuestran sus dos progenitores y con sus propios deseos, la apertura a toda una forma de vida opuesta a la suya que representan una familia de mejor nivel económico que se instala en el edificio y su propia pelea personal para poder no solo encontrar su lugar en el mundo sino la forma de afirmar sus deseos frente a las exigencias de la vida cotidiana conforman la columna vertebral de un sólido y muy medido drama cuyos personajes están tan bien construidos y tienen tanto espacio para aportar sus propias razones que la película contiene un substrato muy rico en detalles en el que - y ese es uno de los grandes aciertos del filme - jamás se hacen juicios de valor sobre las actitudes de los miembros de la familia.
Por duro que pueda resultarnos aceptar a esa madre abandónica, uno puede entender a la perfección su frustración y su negación a aceptar el rol que le ha tocado vivir además de apreciar sus esfuerzos por ganarse de nuevo el corazón de sus hijos, del mismo modo que por mucho que uno pueda en un primer momento identificarse plenamente con Renato, su inconsciencia -a la escena del rodaje del spot publicitario es demoledora en ese sentido por más que esté rodada de un modo tan torpe que casi echa a perder su enorme fuerza dramática -, su incapacidad para dejar el más mínimo espacio a la madre una vez retornada para que ocupe el lugar que le corresponde o sus violentos accesos de ira producto de la frustración y la rabia lo hacen un personaje mucho más complejo y menos admirable de lo que podría parecer.
Kim Rossi Stuart, un actor con un notable parecido con un joven Nanni Moretti se revela en esta película como un realizador de lo más interesante, capaz de llevar con muy buen pulso este drama familiar que, por la naturaleza de los hechos que en él se cuentan, bien podría haberse deslizado por terrenos abonados para el sentimentalismo. Y sin embargo, Libero es una obra sumamente compleja y poliédrica, que permite ese ejercicio tan hermoso de salir del cine con muchas ganas de intercambiar comentaros y pareceres sobre ella y descubrir que tu percepción de los personajes no tiene necesariamente por qué coincidir con las de otros espectadores.
Película bien realizada e interpretada, de esas que saben analizar con habilidad los frágiles equilibrios que mantienen unidos los vínculos familiares y que diserta sobre el tema sin el menor asomo de dictar cátedra sobre el particular sino más bien limitándose a no manipular al espectador en uno u otro sentido - lo que siempre es muy de agradecer - dejando que él mismo se coloque en el lugar que más le interese, Anche Libero va Bene es una película sencilla y estimable, de esas que desaparecen de la cartelera sin que apenas nadie se de cuenta o tenga tiempo de recomendársela a sus amigos. Véanla si pueden: es una estupenda ocasión para reencontrarse con ese buen cine italiano que algunos tanto echamos de menos y que parece despertar poco a poco de su ensimismamiento y esa perpetua crisis en la que, dicen, lleva sumido varios años (¿A que me sonará a mi eso?).
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