Oti Rodríguez Marchante, ABC “Aunque muchos no lo sepan, Woody Allen antes de rodar su película en España había hecho una tercera en Londres; es decir, tras «Match point» y «Scoop» filmó esta titulada «Cassandra´s Dream», y lo más sencillo que se puede decir de ella es que está tan claro que le sobra a la filmografía de Woody Allen como una melena afro a Yul Brynner (…) A Woody Allen, parece que le hubiera hecho otro esta película. Los protagonistas son Colin Farrell y Ewan McGregor, dos hermanos que no tienen el don de la profecía como la Casandra del título (no la hubieran hecho, en ese caso), sino el de la inoportunidad y la sosez, y toda la película consiste en esperar que por el interior de alguno de ellos, personajes y actores, pase aunque sólo sea un instante alguna de las ideas brillantes de Woody Allen, o alguna de sus frases, o algo de lo que sea. Aunque es supuestamente una intriga, al director se le ha quedado algo tan soso, tan falto de gracia y sorpresa, que al final se le queda a uno cara de sudoku.”
Carlos Boyero, El Mundo “Entristece profundamente que una película tan vulgar, desganada, plana y torpe como El Sueño de Casandra lleve la firma de Woody Allen, algo que jamás podrías creer si no te lo contaran en los títulos de crédito (…) No existe la menor tensión en la historia de dos hermanos tirando a descerebrados que eliminan a un desconocido que podría arruinar los negocios de un tío suyo que es millonario y que les ha prometido un futuro esplendoroso a sus sobrinos si le hacen ese criminal favor. Todo es superficial y rutinario, está mal contado, te dejan indiferente la grisácea patología de los matadores, sus mediocres vivencias, sus convencionales novias, sus sueños de prosperidad, el tormento posterior de uno de ellos y el miedo del otro a que confiese. Es una película que se ve con desgana y de la que cuesta recordar algo a los veinte minutos de haber finalizado. El gran problema es que la ha dirigido Woody Allen. Y eso te provoca incomprensión, estupor y pena.”
Sergi Sánchez, La Razón “«Cassandra’s Dream» no hace alusión directa al mito de la célebre profeta, lo que no significa que la sombra de la tragedia griega no sobrevuele, ominosa, la historia de dos hermanos que cometen un asesinato para salvarle el pellejo a su tío rico. Piensen en el arribista de «Match Point» y dividanlo por dos: Ewan McGregor interpreta a la parte ambiciosa, obsesionada por mejorar su estatus social, y Colin Farrell interpreta a la parte canalla, pero también la que se siente culpable, la que espera un castigo divino que llega disfrazado de fatalidad. No hay coros, no hay dioses: la tragedia segun Allen es, como ya demostró en la magistral «Delitos y faltas», laica. Somos los humanos los únicos protagonistas de nuestras miserias. Allen no se ha cansado de repetirlo durante toda su carrera, y es exactamente esa repetición, con mínimas variantes, la que hace que «Cassandra’s Dream» sea una obra menor: respecto a «Match Point», los personajes están mucho menos cuidados y no generan ninguna empatía, y además, carece de escenas tan brutales y bien resueltas como la del asesinato de Scarlett Johansson.”
Enric González, El País “Los grandes maestros nunca realizan malas películas. En sus momentos más bajos firman un "divertimento", o un "ejercicio de estilo" o, en el peor de los casos, una "obra menor". Digamos que El sueño de Casandra, la última película de Woody Allen, es una obra muy menor. Pequeña. Diminuta. La historia contiene los elementos que caracterizan la actual fase del cineasta neoyorquino: proposiciones deshonestas, destinos sellados e impulsos trágicos. Pero le ocurre lo mismo que al libro de relatos que ha publicado recientemente: parece el trabajo de un simple imitador de Woody Allen. El problema es básico, de guión, y nada que pudieran hacer los actores habría resuelto la endeblez interna de una historia con ribetes dostoievskianos tipo Crimen y castigo.”
EL ASESINATO DE JESSE JAMES POR EL COBARDE ROBERT FORD
(Andrew Dominik, USA)
Sergi Sánchez, La Razón “Es una película triste e intimista que sabe, como lo sabían los «westerns» de los 70, que los mitos permanecen vivos sólo si podemos matarlos. El método de Andrew Dominik puede parecer contradictorio. Por un lado se trata de mostrar a Jesse James (Brad Pitt) como un psicópata, un paranoico violento y desconfiado que acabó cargándose a todos los miembros de su banda, pero por otro, se trata de desmitificarlo utilizando el idioma (voz en «off», espacios abiertos, respeto por la iconografía del genero) del mito. Es precisamente esa tensión entre el mito y su negación la que también se produce en la mirada de Robert Ford (espléndido Casey Affleck), primero «fan» adolescente de la figura del bandido doblemente armado y luego rencoroso vengador de su faceta legendaria. Dominik trabaja con sensibilidad la dialéctica que alimenta su revisión del «western», sobre todo en aquellos momentos en que apuesta abiertamente por destacar la dimensión poética del relato. Se notan, eso sí, las tijeras: la primera versión duraba más de cuatro horas, y los cortes han afectado a un epílogo, ahora, descompensado.
Carlos Boyero, El Mundo “El arriesgado guión intenta desmitificar al legendario bandido sudista mostrándonos la última y compulsiva época de un individuo cruel y lógicamente desconfiado, que sabe que el goloso precio que han puesto a su cabeza puede conseguir la traición de su propia gente (…) Es un western con cierta personalidad, refinado estilo, pero también excesivamente rebuscado, enfático, de duración más que alargada, y que desprende la molesta sensación de que el creador pretende hacer arte en cada plano. Para entendernos: a John Ford le hubiera provocado alergia.”
Enric González, El País “El bandido racista Jesse James es presentado como un capo mafioso que amenaza o asesina a los miembros de su banda porque sospecha que planean traicionarle. Ésa es la trama, adobada con paisajes espectaculares, planos esquinados, fotografía barroca, largos silencios, mucho arte y mucho tronío. La primera versión, la que Pitt se negó a estrenar en 2005, duraba cuatro horas y media. Una tijera piadosa la ha reducido ahora a dos horas y media, igualmente excesivas, pero soportables, hasta cierto punto, por un organismo humano regularmente constituido. (…) El espectador de la película no simpatiza con ninguno de los personajes, demasiado huecos como para suscitar emociones. Puestos a tomar partido, cabe dar las gracias al "cobarde Robert Ford" por dos razones: primera, porque James era un tipo despreciable; segunda, porque si James hubiera vivido hasta los 80 años, la película aún no habría terminado.”
Oti Rodríguez Marchante, ABC “Jesse James, personaje legendario que habíamos visto en numerosos western y que se desmorona como un guiñapo en esta película. Se desmorona el personaje, pero no el actor que lo ocupa, Brad Pitt, pues deja que le asome todo el fondo patológico, la anormalidad, la crueldad y la amenaza constante que significaba para el resto del mundo el psicópata Jesse James (…) Está hecha por Andrew Dominik de tal modo que se pueda decir de ella eso tan gracioso de que es «un western atípico» (ya sabe el lector que los western se dividen en clásicos, atípicos y crepusculares, segun el crítico chirle). El director busca el punto de vista del «cobarde» Robert Ford, que lo mató por la espalda, que era el único modo inteligente, según lo retratan aquí: desconfiado y cruel, a James lo temían tanto sus amigos como sus enemigos, y producía tanto relajo a su alrededor como el cohete en un encierro de sanfermines. Pero ese punto de vista del hombre que mató a Jesse James lo convierte a él en el protagonista de la historia (Casey Affleck, hermano menor de Ben y, por lo visto aquí, con bastante más recorrido como actor), aunque la propia película sólo le permite asumir ese protagonismo ya muy al final de este larguísimo y también lentísimo western atípico.”
El Comentario del día – Carlos Boyero “La última y extenuante película de Eric Rohmer es un insoportable bla, bla, bla entre cursis pastorcillos medievales. Descubro que merece las mejores calificaciones en los paneles críticos y alucino. Pero tardo poco en encontrar la coherencia de semejante disparate: el papanatismo hacia la indefendible última obra de un anciano con aureola de maestro. Creo haber percibido más de un ronquido durante su proyección. Da igual. Seguro que le cae algún premio importante. Y no me extrañaría que la admirable En el Valle de Elah se quedara a dos velas. Por norteamericana, por ser cojonuda. Esto forma parte de los festivales de cine.”
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