Oti Rodríguez Marchante, ABC “Se proyectó la última del ruso Nikita Mijalkov (…), titulada con un sencillo «12» al haberse eludido lo siguiente, «hombres sin piedad», pues es una adaptación de aquella película de Sidney Lumet. Mijalkov consigue embutir en dos horas y media esa apasionante historia de un jurado que pasa de un veredicto de culpabilidad a otro de inocencia a un joven al que se le acusa de asesinato, y al argumento en sí, el ruso le pone un aderezo que le sienta como un guante: la guerra de Chechenia. Mijalkov conoce el alma rusa como un funcionario los días en rojo del calendario, y en «12» husmea en ella mediante esos doce fulanos que se van deshojando durante las deliberaciones. Grandes actores, y lo mismo los cazan a todos al vuelo para sacarse hoy de encima el premio de interpretación masculina.”
Enric González, El País “El filme 12 cuenta con una factura impecable, óptimos actores y bastantes momentos felices. Pero nace con un defecto grave. La introducción del factor checheno (el joven acusado pertenece a esa etnia caucásica, enfrentada desde siempre a los eslavos del norte) permite a Mijalkov, actor y director, trufar el filme con una serie de escenas bélicas, y eso resulta escasamente compatible con el código genético de la obra original de Reginald Rose. Doce hombres sin piedad es un estudio acerca de los fantasmas íntimos y su proyección sobre los demás. Mijalkov considera que el esquema creado por Rose constituye un instrumento idóneo para analizar los fantasmas individuales de los miembros del jurado ruso (el científico, el taxista, el magnate televisivo, el pensionista) y los fantasmas colectivos del país, sobre todo el de Chechenia. En ese sentido, el resultado deja dudas. Ningún espectador saldrá del cine con una idea más clara sobre lo que ocurre más allá de los Urales.”
Sergi Sáchez, La Razón “El ruso Nikita Mikhalhov perdió su aura en «El barbero de Siberia », emborrachado por su propia egolatría, que adquiere un tono casi autoparódico en «12», nueva versión aumentada (una hora adicional), de «Doce hombres sin piedad». A la austeridad de la puesta en escena de Lumet le corresponde la ampulosidad propia de un rey absolutista: no casualmente Mikhalkov se reserva el papel de maestro de ceremonias y conciencia moral de un jurado preparado para dictar sentencia contra un joven checheno acusado de matar a su padre adoptivo, ruso para mas inri. Mikhalkov hace un llamamiento a la paz entre etnias, utilizando a cada uno de los miembros del jurado como ridículo portavoz de un cuento con moraleja. Es tal la obsesión por la grandilocuencia de Mikhalkov que se olvida por completo de la credibilidad de los personajes, rompiendo la construcción del relato con golpes de efecto bélicos y música redundante. Lamentable.”
Carlos Boyero, El Mundo “Aunque la apuesta no le ha salido mal del todo y es aceptable, todo el rato estoy pensando que no hacía ninguna falta que rehicieran aquella tensa y excelente trama judicial en blanco y negro, dominada por la integridad moral que desprendía aquel actor tan profundo como insustituible llamado Henry Fonda (…) Aunque Mijalkov compagina la batalla dialéctica entre este jurado que irá desnudando sus contradicciones, tramas, prejuicios e incertidumbres con una acción paralela ambientada en la guerra de Chechenia, hay demasiados momentos en los que 12 desprende la agotadora retórica del teatro filmado. Parece que no va a finalizar nunca. Te hace añorar aquella bendita y generalizadora norma por las que las historias debían ser contadas en un máximo de 90 minutos.”
Chaos (Heya Fawda, Yousef Chahine, Egipto)
Sergi Sánchez, La Razón “El más célebre de los cineastas egipcios, completamente desconocido en España, tiene 81 años y está fresco como una rosa, sobre todo a tenor de la vitalidad que respira su última película. No es fácil aproximarse a ella: es tan primitiva en sus formas, tan cándida en sus intenciones y tan honesta en sus resultados que, en el contexto de un festival resabiado, parece poco menos que un melodrama que llega del espacio exterior. El exotismo está en nuestra mirada y no en la de Chahine, que cuenta la historia de un triángulo amoroso en un barrio obrero de El Cairo sin apenas guiños al espectador occidental. Todo despide un aroma de culebrón que tira de espaldas: Hatem es un policía corrupto que está locamente enamorado de Nour, maestra que a su vez está locamente enamorada de un juez. La tensión entre estos tres elementos genera un vívido retrato de la sociedad egipcia contemporánea, y Chahine, que no descarta ninguno de los excesos propios del folletín, la aprovecha para reivindicar la necesidad de la unión del pueblo, de la solidaridad frente a la injusticia. Su lenguaje es simple y directo, y, al margen de la sensación de extrañamiento que produce el histrionismo de algunas de sus secuencias, «Chaos» es una película ágil, viva, de una energía contagiosa.”
Enric González, El País “Chahine aspira a hacer cine popular, y tiene todo el derecho. Parece razonable que intente arrojar un poco de luz sobre los problemas de una sociedad tan caótica, sabia y desorientada como la egipcia, y que utilice recursos comprensibles para su potencial audiencia. Esos recursos, sin embargo, descolocan al espectador occidental, poco habituado ya a la subcultura de la fotonovela o al maniqueísmo de guiñol. Caos es una película esencialmente ingenua, en el peor sentido de la palabra.”
Carlos Boyero, El Mundo “Chahine disfruta de un sólido prestigio entre el público de los festivales. Y eso lo entiendo menos. A mi siempre me ha parecido intrascendente y chapucero (…) Su película Heya Fawda es una fotonovela Taif, poblada por buenos y malísimos imposibles de creer, por situaciones que pretenden ser melodramáticas y resultan involuntariamente cómicas. No tiene vocación de caricatura sino de realismo. Chahine se toma grotescamente en serio esta trama protagonizada por un policía corrupto que acosa y roba la ropa interior de su joven vecina, un ser angelical que está enamorada de un juez íntegro al que su novia minifaldera y fumeta se lo hace pasar fatal. Pero a cualquier espectador sensato esta pretendida tragedia y el tono cutre que la acompaña solo le puede provocar lastimosa risa.”
Oti Rodríguez Marchante, ABC “Ya lleva este Festival un par de días más muerto que Bruce Willis en el «Sexto sentido», aunque él no lo sepa. Pero, por si acaso, ayer vino a darle la definitiva puntilla el egipcio Youssef Chahine y su película «El caos», que cerraba la competición de cualquier manera. El cine ingenuo, cutrillo y semitierno de Chahine era más o menos el fin que se merecía esta edición tan irregular de la Mostra (…) película justo en el límite de lo aceptable en una sección competitiva (para que se hagan una idea está en la línea de aquellas de Pajares y Esteso, pero sin intención cómica)”
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