Si hubiera algo de justicia en este país en el que tan a menudo y sobre todo de forma tan desproporcionada se carga contra el cine español, El Orfanato debería ser esa película que hiciera que gran parte de esos indocumentados que andan sueltos se reconciliaran en este 2007 que está en su tramo final con el nivel de profesionalidad que nuestro cine es capaz de ofrecer. Aunque, conociendo como se las gastan, no faltará quien la despache como un producto pensado para complacer el gusto más comercial o, aun peor, con la vejatoria sentencia “no parece española” que solo implica el desconocimiento profundo del cine español actual del que la pronuncia y que debería ser desterrada por ley de cualquier comentario crítico.Lo mejor que puede decirse de El Orfanato es que es una película de género muy bien concebida y realizada, que asume sin ningún tipo de prejuicios las diversas fuentes de las que se nutre y que no por ello descuida una saludable visión personal de la enésima historia de fantasmas a base de enriquecerlas con una serie de notables detalles que hacen de dicha película una obra mucho más madura y rica de lo que cabría esperar de un debutante como Juan Antonio Bayona. Cierto es que éste se halla muy bien apadrinado por un genio que sabe mucho de esto como Guillermo del Toro – su sombra se percibe entre los pliegues de una película que bebe no tanto de El Laberinto del Fauno como erróneamente se ha apuntado, sino del concepto de los fantasmas que el mejicano planteó en El Espinazo del Diablo – pero sería tremendamente injusto no reconocerle a Bayona la autoría de una propuesta tan estimulante como personal.No estaría de más recordar que a estas alturas resulta un trabajo arduo innovar contando una historia de fantasmas. Sin ir más lejos el cine español ha visitado el género con fruición en los últimos años gracias a películas como Los Otros, Darkness, Frágiles o la ya mencionada El Espinazo del Diablo, dándose además la circunstancia de que en todas ellas juega un papel esencial la mirada de la infancia, tan querida y recurrente en la cinematografía española al encontrarse con el mundo adulto, algo que en principio podía jugar en su contra. El Orfanato sortea con habilidad la trampa de las comparaciones con lo que sin duda es su mejor baza y su carta distintiva: una inteligente mezcla de géneros.Ciertamente El Orfanato se configura en su tramo inicial como una típica película de fantasmas en la que no falta ni el viejo caserón con pasado tenebroso ni el niño solitario que juega con amigos imaginarios, pasando por toda la parafernalia típica que ayuda a la creación de la atmósfera propicia para el habitual cuento de terror. Sin embargo es hacia la mitad del metraje cuando la película crece de forma imparable al deslizarse desde el convencional terror gótico hacia un drama emocional de enorme calado en el que la determinación de una madre incapaz de asumir la pérdida adquiere todo el protagonismo y embarca al espectador en un viaje que lo llevará al borde mismo del precipicio de su aparente locura.Juega con fuego Bayona y aunque su vestimenta de película fórmula no lo aparente, se arriesga no poco en su propuesta pues hace falta mucha seguridad en si mismo para asumir que el espectador va a entrar en semejante juego de complicidad sin desentenderse de un filme que a ratos transita por caminos algo alejados de lo que promete. Pero a su favor cuenta con una serie de cosas, empezando por una impecable interpretación de todos sus actores, liderados por una impresionante Belén Rueda que se mete de tal forma en su personaje que arrastra como un torbellino al espectador hacia el tenebroso vacío de su interior desgarrado. Destaca también la desarmante naturalidad del chaval debutante Roger Principep o esa Geraldine Chaplin que casi se diría que es un trasunto estilizado y sofisticado de aquella diminuta médium que desataba el caos en la efectista Poltergeist de Tobe Hooper y que consigue sacar adelante con su saber hacer la escena más delicada de toda la película.Además Bayona demuestra que sabe como manejar los hilos de su historia y recurre con habilidad a algo tan sencillo como tirar del imaginario infantil colectivo en su vertiente más oscura. No es solo ya que el personaje de Belén Rueda sea una especie de Wendy madura a la eterna búsqueda de niños perdidos de los que cuidar – algo que directamente se hace explícito en el film en una conversación madre/hijo sobre Peter Pan – sino la brillante forma en la que el guión de Sergi S. Sánchez pervierte dos juegos infantiles típicos como La Caza del Tesoro y El Escondite Inglés – magnífica la puesta en escena de éste último la segunda vez que aparece en pantalla - para generar una enorme inquietud en el espectador, además de toda la esplendida secuencia de la fiesta de bienvenida donde el uso de las máscaras transforma algo que pretende ser divertido en algo desasosegante al correr parejo con la primera aparición del elemento sobrenatural, ese niño ataviado con una perturbadora máscara capaz de encogernos el estómago hasta límites impensables.Además de todo lo expuesto hay algo realmente ilusionante en esta primera película de Juan Antonio Bayona que no quiero dejar de lado: El Orfanato supone asimismo el debut en el largo de un buen puñado de profesionales en una serie de apartados claves para el éxito de cualquier filme como la fotografía de Óscar Faura, la música de Fernando Velázquez o el montaje de Elena Ruiz. Todos ellos rayan a gran altura y contribuyen no poco a la impecable factura visual de un filme repleto de referencias para quien guste de los trivia cinéfilos al que en mi opinión solo le sobra un innecesario epílogo que resta algo de fuerza a la secuencia inmediatamente anterior, una poderosa síntesis de la película con cuya desgarradora imagen final debería haberse cerrado esta eficaz obra de género que consigue la mayor parte de los objetivos que persigue.
1 comentario:
Aún me tiemblan las piernas, pero seré breve: El Orfanato es el mejor producto que ha pisado las salas de Mérida en lo que va de año. Excelente factura. Magnífico guión, bien dotado, coherente, con ritmo y con cuerpo, enjundia o tema central de peso, dígase como uno quiera.
Retratar un tema valdío con nuevos ojos es digno de admiración. El cine español tiene ya dos o tres pequeños spielberg (o grandes) Bayona, Amenábar, Fresnadillo...Hay esperanza.
En cuanto a los técnicos, no le van a la zaga. Una luz precisa siempre en función del argumento. Una dirección estética adecuada y una fotografía escalofriante.
El grado interpretativo de Belén Rueda de Óscar, y el del resto de sobresaliente.
Y, encima, entretiene: lo dicho: lo mejor del 2007, y ya veremos si del 2008.
Esteré atento en Febrero: arrasará.
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