miércoles, septiembre 10, 2008

CHE, Retrato desapasionado del mito

Que el final del siglo XX parece haber traído consigo el final de las Revoluciones de muy distinta índole que lo marcaron es un hecho incuestionable. Quizás sea la necesidad de no perder de vista las ideas que alimentaron dichas revoluciones las que animan proyectos tan personales como este mayestático biopic de cuatro horas y media de duración sobre la figura de Ernesto “Ché” Guevara de Steven Soderbergh que por razones de distribución comercial estamos obligados a ver de forma fragmentada en dos partes. Soderbergh ha declarado que su intención en esta película no ha sido otra que la de “desaparecer” lo más posible detrás de la cámara, que su mano y su propia visión del personaje no interfiriera o lo hiciera lo mínimo posible con aquella ofrecida por el propio Guevara en sus diarios y con las numerosas declaraciones de aquellos que le rodearon.

Loables intenciones, sin duda. Pero un tanto difíciles de cumplir cuando hablamos de una figura tan emblemática y que despierta sentimientos tan extremos como a menudo encontrados: la imposible búsqueda de la objetividad se traduce, al menos en esta primera entrega, en una tan didáctica como desapasionada visión del personaje que aunque huye de forma consciente de los habituales maniqueísmos con los que el cine ha retratado al mito, no puede ni quiere dejar de transmitir la por otra parte lógica fascinación que el director siente por el guerrillero argentino.

El Ché de Soderbergh, comprometido hasta la médula con sus ideales, estricto, inteligente, atento siempre con sus subordinados y con el pueblo en cuyo nombre lleva a cabo su Revolución, siempre táctico y disciplinado a la vez que autoritario, desgrana sus muchas virtudes y sus escasas sombras mucho más por contraposición a los distintos personajes que lo rodean, espejos que permiten reflejarlo con sencillez, que por grandes discursos o actos. Su carisma está retratado de forma incuestionable, pero el filme mantiene en todo momento un punto de distanciamiento que Soderbergh ha considerado el recurso ideal para evitar la grandilocuencia y los excesos que habitualmente se asocian a un personaje que alcanzó hace mucho en el imaginario colectivo de la izquierda los rasgos de mito.

Este empeño de Soderbergh consigue plenamente su objetivo de retratar de una forma muy didáctica los ideales que alimentaron al personaje. Resulta acertado asimismo el recurso de contraponer narrativa y sobre todo formalmente la naturalidad con la que se retrata la lucha armada que condujo al derrocamiento de Batista y el triunfo de la Revolución con el tono documental con el que se desgrana las circunstancias del viaje a Nueva York del Ché y el mítico discurso que pronunció en las Naciones Unidas en defensa del régimen cubano, en un desdoblamiento temporal que además permite en algunos pasajes apuntalar cierta coherencia personal entre lo que se pretendía conseguir y lo que se obtuvo, así como los métodos utilizados para su consecución y los precisos para defender lo conseguido y extender sus logros al resto de países latinoamericanos.



Particularmente, creo que Soderbergh es victima de una trampa muy sutil que él mismo se ha tendido: aunque no cabe duda que en su ánimo pesa mucho más la transmisión de ese ideario y la humanidad de su personaje que el retrato hagiográfico y que para conseguir dicho objetivo en teoría no hay nada mejor que ese buscado distanciamiento, Ché El Argentino adolece de cierta falta de emoción que es consecuencia directa de esa desnuda y realista narración de los hechos, que sacrifica la pasión en aras de una objetividad que en el fondo, si se analiza cuidadosamente, no es tal: aunque la película no esconde los puntos oscuros del Ché – los fusilamientos, la rigidez ideológica, la convicción fanática de estar en posesión de la verdad... – estos quedan muy aparcados a favor de sus muchas virtudes, con lo que la balanza acaba por inclinarse hacia el lado esperado.


Ché el Argentino termina, como no podía ser de otra forma, de una manera abrupta y precisamente en el momento que a mi más me interesa de su biografía, que no es otro que la puesta en marcha de la Revolución una vez derrocado Batista y sobre todo, las diferencias entre Fidel Castro y el Ché que desembocaron con la marcha de éste a Bolivia, levemente apuntadas en ese primer encuentro entre ambos en México. A pesar de mis reparos una cosa que sí hay que decir bien alto a favor de la película de Soderbergh es que deja al espectador con ganas de más, que la descomunal interpretación de Benicio Del Toro - siempre contenida, siempre sobria, siempre transmitiendo verosimilitud por los cuatro costados - se beneficia de un excelente trabajo del resto del elenco (mención especial para un Demián Bichir que en su Fidel Castro solventa con habilidad una composición llena de peligros por la conocida gestualidad rayana en la caricatura del verborreico mandatario cubano) y que la conocida habilidad del director se ve reforzada aun más con esa cámara de nuevo cuño que permite conjugar la movilidad y facilidad de uso de las cámaras digitales con una calidad no demasiado alejada del 35 mm.Ché el Argentino resulta así una película más interesante que redonda cuyo mayor atractivo posiblemente resida en su afán de no dejar caer en el olvido unos ideales tan válidos hoy como ayer, por más que su aplicación efectiva en estos duros tiempos resulte una tarea del todo utópica. Y es que, ya se sabe, corren muy malos tiempos para la lírica..

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Don David, si tenía algún reparo en ver la peli, después de leerle desde luego que no me la pierdo. POr cierto, hoy sacan en El País una doble página sobre la controvertida figura del "revolucionario". Dicen una cosa interesante: "Fue capaz de morir y de matar por sus ideas". Justamente la definición de un terrorista. ¡Qué fina es la frontera entre el ídolo y el asesino!
Un abrazo.

David Garrido Bazán dijo...

Pues si, yo también he leido el artículo, que me ha parecido lo suficientemente interesante como para plantar un enlace aquí para el que quiera disfrutarlo:

http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Che/ambiguo/vende/elpepusoc/20080911elpepisoc_1/Tes

Tienes mucha razón en lo que dices. De esas paradojas la historia reciente del ser humano está llena, pero es verdad que al ser humano le falta bastante coherencia a la hora de afrontar determinados conceptos: Por ejemplo una dictadura siempre es una dictadura y tan reprensible en determinados aspectos son el chiringo que tienen montado los Castro en Cuba como cualquier dictadura bananera latinoamericana de las que abundaban hasta hace más bien poco.

El problema es que uno toca ese palo y le llueven ostias por todas partes porque parece que hay determinados temas que no se pueden colocar en la misma balanza en razón de no se sabe muy bien que valores superiores... Yo tengo la sensación de que si el pobre Ernesto Guevara levantara la cabeza y viera no solo en lo que han convertido su imagen sino lo poquito que ha quedado del ideario por el que se condujo toda la vida se deprimiría bastante... Y ojo, que las desigualdades, las arbitrariedades, la pobreza y la injusticia siguen estando ahí igual que siempre, pero parece que nos hemos acomodado a vivir con ellas como un mal necesario de nuestra confortable y egoista existencia. Y cuando digo nuestra lo digo con todas las consecuencias, que yo soy el primero que lo hace...

Anónimo dijo...

Ya te digo, hoy he visto pasar a un compi con una camiseta de Che y casi me da la risa, o le digo que me la cambie por la que llevo hoy de Sin City, en plan futboleros.
Por cierto, viendo tu avatar con el gran Guillermo, espero atentamente un post sobre Hellboy 2, para mí la película del verano junto a WALL.E, claro.
A seguir bien!