La figura de José Luis Garci siempre despierta encendidas polémicas a su alrededor. Siempre me ha llamado la atención que la mayor parte de las veces tiene poco o nada que ver con el mayor o menor mérito de su particular cine, anclado desde hace años en un estilo, el suyo, que puede convencer más o menos – confieso que a mí hace bastantes años que me aburre soberanamente – pero que algunos se empeñan en identificar con los valores de una determinada ideología ya que es un cine tan fuertemente enraizado en los modelos y patrones clásicos – algunos prefieren denominarlos directamente rancios – que a menudo se confunde la indiscutible nostalgia cinéfila que siempre ha alimentado la filmografía de Garci con otras nostalgias de índole político, algo que siempre me ha llamado la atención porque creo que implica un profundo desconocimiento de la trayectoria personal del propio Garci, al que imagino a veces un tanto desconcertado con según qué furibundas acusaciones desde determinados ámbitos.
Si a eso le sumamos que es un personaje que no cae precisamente simpático tanto por su indiscutible ascendencia sobre la Academia del Cine Español – ahí están sus películas, año tras año, invariablemente nominadas a los Goya en multitud de apartados o en la terna de candidatas a los Oscars – como por su muy criticado programa de televisión ¡Que Grande es el Cine! – algo que tampoco he entendido nunca muy bien: ¿es que nadie echa de menos un programa así en la televisión nacional, tan huérfana de buen cine? – pasando por alguna que otra bronca de amplia repercusión en los medios como las (injustas) acusaciones de compra de votos en los Goya de hace unos años o su sonora ruptura con Alfredo Landa el pasado diciembre, resulta evidente que con el paso de los años Jose Luis Garci lo tiene francamente difícil para conseguir que su cine pueda valorarse entre tantísimo ruido de fondo. Y encima va el hombre y acepta una subvención de quince millones de euros de la Comunidad de Madrid para hacer una superproducción que conmemore los hechos del 2 de Mayo, cuyo bicentenario el organismo presidido por la inefable Esperanza Aguirre ha querido celebrar por todo lo alto. Casi nada.
En fin. El caso es que arranca Sangre de Mayo y desde un primer momento se tienen claras tres cosas: una, esto va a ser un (otro) homenaje en toda regla del director madrileño a la ciudad que ama y venera, tanto desde la belleza de su historia como desde el sentido reconocimiento a sus pobladores de entonces y acaso de ahora; dos, el trabajo de Gil Parrondo y todo el equipo de dirección artística a sus órdenes para reconstruir el Madrid y Aranjuez de 1808 es sencillamente espectacular; tres, lamentablemente ninguna de las dos primeras va a salvar del naufragio a una historia insípida y poco atrayente, incapaz de interesar incluso a los que, como un servidor, se confiesan apasionados por la Historia de España.
Y es una lástima, porque ese arranque con la voz en off del propio Garci poniéndonos en situación prometía quizás un relato costumbrista, realizado a ras de suelo, cercano a la gente que poblaba aquel Madrid algo chulapo y encabronado con la presencia del franchute, desconfiado del poderoso y a la vez ciegamente entregado a sus reyes y costumbres. Sangre de Mayo amaga con ir por ese camino, pero equivoca por completo el enfoque en cuanto la historia se centra en la peripecia de Gabriel Araceli, el personaje creado por Galdós para narrar desde una esquinita, cual testigo privilegiado, los hechos más relevantes. Más allá de lo sobado del recurso (¡cuantas veces no se habrá abusado de Goya para lo mismo!) el principal problema es que bien sea porque la película se resiente de los tijeretazos sufridos para convertir la futura serie de televisión en este formato, bien sea porque Garci gusta de recrearse en exceso en las bonitas postales con las que ilustra esa época en lugar de centrarse en la construcción de personajes, el caso es que todo lo que pasa antes y durante el Motín de Aranjuez es un completo desastre en el que el espectador se pierde por completo. Nada importa demasiado porque ningún personaje, ni siquiera el conductor de la historia, está construido con la suficiente definición como para que llegue a interesar minimamente al espectador, que se desentiende con rapidez de todo lo que en la pantalla acontece.
Yo no acabo de entender muy bien los motivos por los cuales un director que puede gustar más o menos pero que ha dado sobradas muestras en el pasado de saber como contar una historia no es capaz de tomar la suficiente distancia del ensimismamiento que parece causarle la contemplación de su propia obra como para no advertir que los acontecimientos se suceden de manera atropellada, que los personajes sufren de una afectación impostada que los hace francamente antipáticos, que durante casi dos horas la mayor parte de lo que se cuenta resulta irrelevante – ni siquiera esa especie de sainete enredoso con la pareja de avaros encarnados por Miguel Rellán y Tina Sainz, pese a algún instante divertido, consigue que la película levante el vuelo -, que los trances de la insulsa parejita formada por Quim Gutierrez y Paula Echevarría provocan la más absoluta indiferencia, que en el fondo – y éste es el defecto menos perdonable en mi opinión de Sangre de Mayo – para nada están bien explicados los preliminares de los acontecimientos históricos que en ella se narran. Vamos, pongamos por caso, que si un noruego sin conocimientos de historia de España quisiera sacar en claro algo del Dos de Mayo viendo esta película se va a quedar mismamente como estaba.
A favor de Garci diré que en el último tramo de película, cuando entra en el Dos de Mayo propiamente dicho y si uno consigue sobreponerse a la insufrible sensación de aburrimiento, el realizador madrileño demuestra manejarse bien con un tipo de cine que nunca antes había intentado en su filmografía. No quiero ser malicioso, pero quizás sea porque el caos de aquella sangrienta jornada encaja bien con todo el caos narrativo que la precede. Garci consigue extraer un poco de emoción en el enfrentamiento entre el pueblo llano y el ejército napoleónico, aunque desde luego no el suficiente para redimir una película que concluye con un tópico harto previsible y con unas preciosas imágenes del Madrid actual sobre los títulos de crédito finales que no me cabe duda que el realizador debe considerar la mejor forma de rematar su sentido homenaje a la ciudad que ama pero en el que más de uno verá un obligado peaje por la subvención recibida.
No quiero terminar esta reseña sin hacer una reflexión que ya me pasó por la cabeza cuando salía del desastre de La Conjura de los necios, digo, La Conjura del Escorial y que volvió a aparecer con esta desangelada Sangre de Mayo ¿Cómo es posible que con la rica historia que tenemos en este país, llena de episodios interesantísimos que sin duda merecerían una adaptación a la gran pantalla y con los excelentes profesionales de esta industria, capaces de recrear y ambientar esa época de manera tan formidable como se ha hecho en las películas mencionadas, no conseguimos que haya guionistas y directores capaces de sacar adelante desde el guión tramas notables o al menos correctas? ¿Cómo es posible que caigamos en el mismo error una y otra vez? Luego nos quejaremos que no haya productores con sentido del riesgo que financien estas carísimas propuestas...
2 comentarios:
Totalmente de acuerdo con tu comentario. Es la primera película que fui a ver al cine después de volver de San Sebastián (y de momento la única) y al salir del cine me acordé de ti y de algún comentario que hicimos sobre lo mal que el cine español reciente aprovecha esa fuente inagotable de argumentos que es nuestra historia. Entonces lo hacíamos recordando ese desastre que es "La conjura del Escorial", pero cuanto dijimos vale para esta película donde la sosísima historia de la pareja protagonista no te interesa en nigún momento y donde Quim Gutiérrez, normalmente un buen actor, pone cara en todo momento de no saber qué hace en esa película. Una pena que un señor que tiene en su haber algunos títulos notables y que sabe mucho de cine (echo de menos sus tertulias y su selección de grandes películas en la 2) haya firmado este intento de fresco histórico aburridísimo a mayor gloria (en este caso menor) de la inefable presidenata que ha puesto la pasta.
Un abrazo.
Toni, yo voy a aprovechar tu comentario para insistir en que, a diferencia de algo que vengo percibiendo demasiado a menudo, no le tengo ninguna inquina particular a Garci. De hecho, es más bien todo lo contrario: es verdad que hay un puñado de películas suyas que no soporto (Canción de Cuna, La herida Milagrosa, Asignatura Aprobada) y hay otras que salvo exclusivamente por el buen trabajo de sus intérpretes (El Abuelo, Historia de un Beso) pero al mismo tiempo hay unas cuantas películas suyas que me parecen esplendidas: Asignatura pendiente, Solos en la Madrugada, las dos El Crack, Volver a Empezar y la que quizás más me gusta de su filmografía y poca gente conoce, la corrosiva y deliciosa Las Verdes Praderas... lo malo es que cuando uno hace este repaso se da cuenta que lo mejor de Garci fue en los inicios y solo You're The One y Tiovivo c. 1950 pueden salvarse de una carrera en franca decadencia. Lastima, porque insisto en que Garci tiene en su haber unas cuantas buenas películas...
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