El pasado año, Gerardo Olivares hizo historia en el Festival de Valladolid al convertirse en el primer director español en ganar la Espiga de Oro con una película, 14 Kilometros, que abordaba sin tapujos la tragedia cotidiana de la inmigración relatando ese viaje que empieza mucho antes que las pateras que llegan día tras día a nuestras playas. Chus Gutierrez, que demostró en su momento con Poniente que era sensible a la misma temática, retoma y en cierto modo complementa tanto su anterior filme como el de Olivares con Retorno a Hansala, primera producción española a concurso en la Sección Oficial en la que el punto de vista gira sobre uno de esos aspectos que no suelen aparecer demasiado en los medios de comunicación ¿Qué ocurre con los cuerpos de aquellos que no consiguen sobrevivir al viaje?Retorno a Hansala sigue la historia de Martin, el propietario de un tanatorio agobiado por un matrimonio a punto de romperse y por ciertos problemas económicos que amenazan con cerrar su negocio, que en uno de esos días habituales, levanta en una playa una docena de cuerpos de marroquíes ahogados y expulsados por el mar. Uno de ellos lleva un papel con un número de teléfono: es el de Leila, la hermana que vino a España hace cinco años por el mismo método y que ya tiene regularizada su situación. Una vez contactada, Leila decide que ha de volver a su pueblo a entregar a su familia el cuerpo de su hermano, aunque no dispone del dinero necesario para pagar el viaje. Martin, que necesita desaparecer un tiempo, la acompañará de vuelta a Hansala.Hay películas que son necesarias más allá de sus méritos artísticos o cinematográficos. No conviene subestimar la capacidad del cine para concienciar o explorar los numerosos puntos de vista alrededor de algunos problemas que, de puro inabarcables, siguen y deberían seguir ofreciendo en el futuro películas valientes como ésta que se atreven a aportar visiones distintas, arriesgadas, que ayuden a entender al otro, a esa gente que vive tan cerca y a la vez tan lejos de nosotros, a esa realidad que se puro terrible acostumbramos a no querer mirar de frente. El viaje de Martin – un estupendo como suele acostumbrar Jose Luis García Pérez – es el viaje que todos deberíamos hacer para ponernos en el lugar del otro, para convertirnos por una vez en el emigrante en tierra ajena, vivir esa realidad que les empuja a jugarse la vida una y otra vez cruzando el estrecho sin importárles las consecuencias. Es inteligente el punto de partida de la película, basada en un personaje real y una historia real en la que Martin cruza esa barrera que nosotros ponemos quizás de manera inconsciente en nuestra mente para no tener que enfrentarse a ese horror cotidiano: mientras no vivamos esos muertos como nuestros muertos, si no damos a esas vidas la importancia que deberían por el simple hecho de ser “ellos” y no “nosotros”, jamás seremos capaces de empezar siquiera a abordar verdaderas soluciones al problema. Más allá de las buenas intenciones, lo cierto es que Regreso a Hansala es una película correcta que consigue emocionar sin recurrir en exceso ni a la sensiblería ni a la lágrima fácil. Chus Gutierrez es más que consciente que tiene entre las manos un material lo suficientemente voluble como para cargar demasiado las tintas en sus aspectos más dramáticos – en ese sentido se asemeja bastante a la propuesta de Olivares, cercana a ratos a la de un documental que penetra hasta el fondo en la vida cotidiana de los habitantes de Hansala, sus costumbres, deseos y miedos – algo que evita en parte gracias al comedido trabajo de sus actores: a García Pérez le da la réplica de una forma más que correcta para ser su primer papel protagonista una joven actriz, Farah Hamed, cuya limpia mirada y su naturalidad desarma al espectador, lo que sumado a los propios habitantes de Hansala interpretándose a sí mismos otorgan a la película una credibilidad bastante notable.Regreso a Hansala tiene, en fin, alguna idea brillante extraida de la realidad y bien aprovechada por su directora: conmueve no poco el uso que se da en el filme a esas ropas procedentes de los ahogados que sirven a sus familiares para identificar a sus muertos y que viajan por distintos poblados y mercadillos para ser expuestas. Y también dispone de algún que otro momento de humor, generalmente asociado al inevitable choque con esa cultura ajena pero mucho más cercana a nosotros de lo que creemos, aunque también sería justo señalar en el debe de un filme más estimable que redondo cierta complacencia en su resolución, lo que tampoco debería hacernos perder de vista la importancia que tienen y deben seguir teniendo películas pequeñas y dignas como ésta que se atreven, en los tiempos de crisis que corren, se arriesgan a obligar al espectador a enfrentarse con esta realidad. Podrá no ser original, pero no por ello es menos necesario. Ah, por cierto: Gerardo Olivares es miembro del Jurado este año.Mucho más horrenda resultó ser esa especie de extraño europudin llamado La Mujer del Anarquista dirigido a cuatro manos por Peter Sehr y Marie Noelle con un guión del inefable Ray Loriga y perpetrado, perdón, interpretado en sus principales papeles por Juan Diego Botto y María Valverde. La cosa es una especie de folletín en tiempos revueltos que arranca en plena Guerra Civil donde Botto es algo así como la voz revolucionaria que arenga a las tropas republicanas a defender Madrid desde las ondas de radio y María Valverde su devota esposa, capaz de quedarse en la ciudad incluso cuando la guerra ya se da por perdida, su marido ha de huir al exilio abandonándola tanto a ella como a su pequeña hija y el ser parte del bando vencido en los duros años de la represión franquista hacen francamente díficil la supervivencia. Familias divididas, hermanos enfrentados, estraperlo, ideales por los que morir o matar, fronteras que cruzar, dignidad que mantener... Todos estos elementos podían y debían por presupuesto haber dado lugar a una película si no buena si al menos correcta. Pero el resultado es un total y absoluto desastre empezando por un guión que obliga a los personajes a literalmente recitar los textos, declamándolos de tal forma que pierden cualquier atisbo de naturalidad (eso cuando conseguimos entender a los actores españoles, que siguen empeñados en no aprender de una puñetera vez, con alguna honrosa excepción, a vocalizar como está mandado) y continuando con unos garrafales errores de casting que se cargan la ya de por si escasa credibilidad del filme hasta convertirlo en un pestiño de grandes proporciones ¿A quien se le habrá ocurrido la brillante idea de encargarle a la tiernita María Valverde que interprete a una mujer hecha y derecha que pasa portodo tipo de vicisitudes y que para colmo acaba siendo madre de una Ivana Baquero – ya saben, la de El Laberinto del Fauno – que parece cien veces más madura que ella? No quiero hacer demasiada sangre, pero esto es terreno abonado para el desastre.Claro, si a eso le sumamos la nula progresión narrativa – cuando no directamente caprichosa - ; la érronea decisión de mezclar la ficción recreada con imágenes reales de archivo de aquellos días con el supuesto fin de reforzar su credibilidad, algo que solo consigue realzar la total impostura de decorados y personajes; la involuntariamente hilarante forma en la que el personaje de Botto se involucra en el absurdo pero real plan de cargarse a Franco bombardeando su barco cuando se dispusiese a pescar aquellos famosos atunes en las rías gallegas y un trabajo de maquillaje y peluquería que bien se merece un Yo-Ga “Cielo Santo, que pinta me han puesto” la verdad es que el mejor favor que uno puede hacerle a semejante despropósito es olvidarse de su paso por la Seminci como si nunca hubiera existido.
Se esperaba con cierta expectación The Guitar, ópera prima de la hija de Robert Redford, Amy, que está a concurso en la Sección Oficial. Y lo primero que hay que decir es que esta película de inequívoco sabor y textura de cine independiente made in Sundance parece una mala copia del cine de nuestra Isabel Coixet. La prota, una sufrida Saffron Burrows, no tiene precisamente un buen día: no solo comienzan por diagnosticarle un tumor inoperable en la garganta que la deshaucia en el breve plazo de dos meses, sino que apenas unas horas después es despedida sin miramientos de su puesto de trabajo y es abandonada por su pareja antes de poder siquiera empezar a contarle lo que le pasa. ¿Qué haría usted ante tal situación? Bueno, uno puede prepararse para lo inevitable como hacía Sarah Polley en Mi Vida Sin Mí... o bien tirarse al barro como una loca, abandonando casa, posesiones y hasta la misma ropa que lleva puesta para, armada solo con una buena provisión de tarjetas de crédito y un teléfono, redecorar su vida al estilo Ikea hasta sus últimas consecuencias, gastando como si no hubiera un mañana, porque no lo hay. Asi, esta especie de agorafóbica compradora compulsiva alquila un ático de superlujo y se encierra en él mientras encarga por teléfono todo lo que le viene en gana, desde comida italiana hasta muebles de diseño, pasando por una cama o toallas para secarse. Tal es el frenesí consumista en el que se embarca que lo único que la distrae de los catálogos es superar una frustración de la infancia aprendiendo a tocar la guitarra eléctrica que sus padres nunca le regalaron cuando era niña antes de palmarla y de paso, retozar de vez en cuando (¡o a la vez!) con dos ocasionales compañeros de cama, uno de cada sexo, en unas escenas que como bien señalaba mi amigo vallisoletano Jorge, parecen mismamente sacadas de un porno chic dirigido por Andrew Blake.La Guitarra juega a ser una metáfora del absurdo del consumismo; pretende convencernos de que podemos, si nos aprietan lo suficiente, tomar las riendas de nuestra vida antes de que sea tarde y hacer lo que siempre hemos deseado, es una de esas películas abanderadas del buenrollismo, de mensaje facilón disfrazado con una falsa complejidad digna del más sonrojante libro de autoayuda que no consigue sino que pensemos de forma constante en el estupendo trabajo que, con un material semejante, suele hacer de forma habitual la Coixet con sus personajes moribundos, enfermos o heridos que consiguen cambiar sus vidas. Las comparaciones son odiosas y ni siquiera una entregadísima a la causa Saffron Burrows que consigue por momentos dignificar con su buen trabajo un personaje sobre el papel bastante indefendible o una acertada banda sonora en la que Amy Redford consigue sacar algo de partido de la pasión de la protagonista por aprender a manejar su preciosa Fender Stratocaster roja del 63 consiguen salvar a una película cuyo principal problema es que no es ni buena ni mala sino simplemente estúpida, tanto en el temible desarrollo de su interesante premisa inicial como en una resolución literalmente increíble, de auténtica vergüenza ajena y eso si, que provoca no pocas risas de forma totalmente involuntaria. Y es que no hay nada mejor que reirse de según qué propuestas, aunque sea en defensa propia.La Seminci sigue en su segundo día avanzando de forma insegura. Pareciera que sus propuestas cinematográficas funcionan bastante mejor que el caos organizativo, que sigue cobrándose su precio: pases de prensa en los que los periodistas deben ceder su sitio ante un público que compra de forma legítima pero no racional sus entradas, problemas con la venta de entradas por internet que oblgaron a Javier Angulo a disculparse publicamente antes de empezar la rueda de prensa de La Mujer del Anarquista (¡y solo estamos en el segundo día, oiga!) y algún que otro sobresalto en los corrillos de la sala de prensa por los rumores del mal ambiente y el descontento del Patronato y el Ayuntamiento con el nuevo equipo directivo – algunos hablan de que se empiezan a afilar los cuchillos – hacen que los acreditados cumplamos nuestra función con un ojo puesto en esa burbuja que es la vida dentro de un Festival de Cine y otro en lo que sucede alrededor suyo. Veremos.
Se esperaba con cierta expectación The Guitar, ópera prima de la hija de Robert Redford, Amy, que está a concurso en la Sección Oficial. Y lo primero que hay que decir es que esta película de inequívoco sabor y textura de cine independiente made in Sundance parece una mala copia del cine de nuestra Isabel Coixet. La prota, una sufrida Saffron Burrows, no tiene precisamente un buen día: no solo comienzan por diagnosticarle un tumor inoperable en la garganta que la deshaucia en el breve plazo de dos meses, sino que apenas unas horas después es despedida sin miramientos de su puesto de trabajo y es abandonada por su pareja antes de poder siquiera empezar a contarle lo que le pasa. ¿Qué haría usted ante tal situación? Bueno, uno puede prepararse para lo inevitable como hacía Sarah Polley en Mi Vida Sin Mí... o bien tirarse al barro como una loca, abandonando casa, posesiones y hasta la misma ropa que lleva puesta para, armada solo con una buena provisión de tarjetas de crédito y un teléfono, redecorar su vida al estilo Ikea hasta sus últimas consecuencias, gastando como si no hubiera un mañana, porque no lo hay. Asi, esta especie de agorafóbica compradora compulsiva alquila un ático de superlujo y se encierra en él mientras encarga por teléfono todo lo que le viene en gana, desde comida italiana hasta muebles de diseño, pasando por una cama o toallas para secarse. Tal es el frenesí consumista en el que se embarca que lo único que la distrae de los catálogos es superar una frustración de la infancia aprendiendo a tocar la guitarra eléctrica que sus padres nunca le regalaron cuando era niña antes de palmarla y de paso, retozar de vez en cuando (¡o a la vez!) con dos ocasionales compañeros de cama, uno de cada sexo, en unas escenas que como bien señalaba mi amigo vallisoletano Jorge, parecen mismamente sacadas de un porno chic dirigido por Andrew Blake.La Guitarra juega a ser una metáfora del absurdo del consumismo; pretende convencernos de que podemos, si nos aprietan lo suficiente, tomar las riendas de nuestra vida antes de que sea tarde y hacer lo que siempre hemos deseado, es una de esas películas abanderadas del buenrollismo, de mensaje facilón disfrazado con una falsa complejidad digna del más sonrojante libro de autoayuda que no consigue sino que pensemos de forma constante en el estupendo trabajo que, con un material semejante, suele hacer de forma habitual la Coixet con sus personajes moribundos, enfermos o heridos que consiguen cambiar sus vidas. Las comparaciones son odiosas y ni siquiera una entregadísima a la causa Saffron Burrows que consigue por momentos dignificar con su buen trabajo un personaje sobre el papel bastante indefendible o una acertada banda sonora en la que Amy Redford consigue sacar algo de partido de la pasión de la protagonista por aprender a manejar su preciosa Fender Stratocaster roja del 63 consiguen salvar a una película cuyo principal problema es que no es ni buena ni mala sino simplemente estúpida, tanto en el temible desarrollo de su interesante premisa inicial como en una resolución literalmente increíble, de auténtica vergüenza ajena y eso si, que provoca no pocas risas de forma totalmente involuntaria. Y es que no hay nada mejor que reirse de según qué propuestas, aunque sea en defensa propia.La Seminci sigue en su segundo día avanzando de forma insegura. Pareciera que sus propuestas cinematográficas funcionan bastante mejor que el caos organizativo, que sigue cobrándose su precio: pases de prensa en los que los periodistas deben ceder su sitio ante un público que compra de forma legítima pero no racional sus entradas, problemas con la venta de entradas por internet que oblgaron a Javier Angulo a disculparse publicamente antes de empezar la rueda de prensa de La Mujer del Anarquista (¡y solo estamos en el segundo día, oiga!) y algún que otro sobresalto en los corrillos de la sala de prensa por los rumores del mal ambiente y el descontento del Patronato y el Ayuntamiento con el nuevo equipo directivo – algunos hablan de que se empiezan a afilar los cuchillos – hacen que los acreditados cumplamos nuestra función con un ojo puesto en esa burbuja que es la vida dentro de un Festival de Cine y otro en lo que sucede alrededor suyo. Veremos.
6 comentarios:
De nuevo en danza, buen mozo. Tras Sanse, Valladolid. Bueno, sigue ofreciéndonos tus sabrosas y certeras crónicas, que las leo con fruición. Duerme un poco de vez en cuando y disfruta. Nos vemos a la vuelta. Moisés.
P.D.: No me ha dejado el pugnetero programa meterme a la primera, así que lo intento de nuevo como anónimo.
David, me encanta tu prosa desbordada y detallista. Supongo que os tomareis el caos organizativo con humor, sarcasmo e ironia...
Totalmente de acuerdo con que Maria Valverde no puede hacer de madre de Ibana Barquero!
Cuidaos, dale recuerdos a los compañeros de Sanse.
David, te admiro,
que después de una jornada peliculera de rimo intenst seas capaz de ponerte al ordenador y escribir estas crónicas desbordantes tiene mucho mérito. Es un placer leerte y ya que no puedo estar con vosotros disfrutando tanto de las pelis buenas como de las malas por lo menos leer tus crónicas me acerca un poco a todos vosotros y a esa Seminci que echo de menos y que parece que en los años que llevo sin visitarla se ha vuelto más y más caótica. Seguid disfrutando de Valladolid y acordaos un poquito de los que no estamos.
Por cierto, ¿hubo recepción en el Ayuntamiento?
Toni Llena
Ps: te escribo como anónimo porque el programa no me deja publicar el comentario con mi nombre.
Gracias a los tres por los comentarios. Escribo desde la sala de prensa hoy que me he tomado libre el pase de las 16:00 porque la peli esa de Little Ashes que narra la historia de la amistad de Dali, Buñuel y Lorca en la Residencia de Estudiantes tiene una pinta de plomazo que asusta mucho, pero mucho mucho ;-)
No sé a qué puede deberse los problemas para entrar con el nombre, pero mientras me firmeis los comentarios para que sepa quienes sois, no tiene la menor importancia. Ya revisaré el sistema cuando vuelva a Mérida.
Moisés - Tonis, os presento a mi tío Moisés; Tio, aquí unos Tonis compañeros de fatigas de Donosti - no te preocupes que mis cinco horas de sueño diario no me las quita nadie... claro que tampoco paso de seis y así acabo los festivales, arrastrandome hasta la cama más cercana. Pero en los festivales siempre tengo energía para dar y repartir.
Toni Herrero, lo cierto es que a nosotros el caos organizativo nos afecta mucho menos que al "pueblo llano" que son los que se están llevando todas las ostias juntas. Para eso están estos tarjetones enormes que nos han dado este año - parecemos miembros de la selección española de fútbol, no os digo más, con la peaso acreditación abarcando todo el pecho - para sortear esos problemillas con las colas y las entradas. Eso si, la prensa extranjera hoy mismo ha alucinado cuando en un pase de Sección Oficial (Una Cierta Verdad) no había subtítulos en inglés en el Calderón. Acojonante.
Toni, gracias por tus palabras. Nosotros también os echamos mucho de menos. Hoy comentaba Jose Manuel con razón que a pesar de que lo pasamos bien juntos, nos estamos riendo mucho menos que en Donosti y eso es porque no estais por aquí, claramente.
Y no, ya no hay recepción en el Ayuntamiento - anda que están las cosas como para eso - pero tenemos cocktail todos los días en el Salón de los Espejos a las 14:45, que viene a suplirlo con bastante acierto y de paso te permite reunirte con los autores y artistas invitados al festival, algo que ya imaginarás que para mi cometido aquí resulta de lo más práctico...
Os dejo, que os tengo que mandar la crónica de ayer, que ya está calentita. Saludos y abrazos a los tres. Y gracias de nuevo
Estimado David:
He vuelto a entrar por segunda vez en tu blog. La primera fue hace un mes, por pura Google-casualidad, y me quedé asombrado por la lectura de un blog tan cinéfilo, personal e informativo a la vez. Hoy, otra Google-casualidad me trae aquí, con la circunstancia de que hoy vuelvo (por décimo año consecutivo) de mi finde pucelano, y caigo en la cuenta de que tú eras uno de los "cabezones" de la fila delantera. Me alegra haber compartido proyección ("La guitarra") contigo, o, al menos, ser consciente de ello, ya que seguro que habrá pasado en otras Semincis o Zinemaldis.
En fin, todo esto para seguir animando a la escritura de un blog alejado de apriorismos y lecturas pseudo políticas.
Por cierto, "La guitarra" me gustó bastante, máxime cuando es de lo poco que sirvió para apaciguar el completo desastre de esta 53 Seminci... y mira que le tengo cariño, pero...
Alberto
Bueno, Alberto, pues muchas gracias por tus elogios y espero que sigas disfrutando del blog. Te aseguro que la línea del mismo no va a cambiar: la cinefilia pura que me corre por las venas lo impediría ;-)
Espero que la próxima vez que coincidamos te acerques a saludarme. Para pocos lectores que tengo - o al menos que comentan - siempre es un placer tratarlos en persona.
No he cambiado de opinión sobre La Guitarra en estos días, aunque reconozco que le han salido bastante más adeptos de los que parecía al principio: tengo un problema con el personaje y es que me parece que dentro del terrible choque que sufre en los primeros minutos del filme es capaz de hacer cosas muy estúpidas - lo de quedarse sin ropa me parece de una gratuidad y una inverosimilitud francamente díficil de superar salvo en casos de trastornos muy extremos, lo que no parece el caso - a la vez que elabora un plan muy meticuloso para sus últimos meses. Y eso me saca por completo de la propuesta, me quedo fuera de ella. Pero hay gente a la que le ha gustado mucho y es muy defensora suya, asi que...
Gracias por tus comentarios y espero que sigas por aqui.
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