jueves, marzo 19, 2009

LOS ABRAZOS ROTOS, Almodovar recocinado

Hace ahora tres años hacía una reflexión sobre lo interesante que sería descubrir el siguiente paso en la filmografía de Pedro Almodóvar tras aquel tenebroso y un tanto incomprendido ajuste de cuentas con su pasado que supuso La Mala Educación y aquella poderosa celebración de la vida y reencuentro con algunos de los aspectos más luminosos de su filmografía que era Volver, una película que parecía poner punto y final a una de las etapas más brillantes de su realizador – la que se inició con La Flor de Mi Secreto tras el fiasco sin paliativos de Kika y que alcanzó sus mejores momentos con Hable con Ella y Todo Sobre mi Madre - que, con su aire de película de transición, permitía aventurar que Almodóvar quizás buscaría en sus siguientes proyectos formas de revitalizar su cine sin tener por ello que renunciar a sus señas de identidad más reconocibles y a su personal y a menudo magnífico estilo.Por ello, uno no puede sino sentir cierta decepción ante Los Abrazos Rotos, obra desigual y errática a la que por los recovecos de su argumento es complicado no vincular con La Mala Educación y detrás de la que uno adivina, de nuevo, la necesidad del realizador de embarcarse en un nuevo ejercicio de exorcismo personal. Los Abrazos Rotos debería, a juzgar por los resultados, obligar a su autor a plantearse seriamente esa necesaria renovación. Y es que, aunque me cueste admitirlo por lo mucho que admiro tanto al cineasta como la mayor parte de su obra, no puedo desprenderme de la incómoda impresión de haber asistido a un Almodóvar recocinado, a una película en la que el director insiste de nuevo en planteamientos dramáticos y estructuras narrativas agotadas que ya manejara con mucha mejor fortuna en La Mala Educación y en Hable con Ella, un paso atrás en la evolución de un autor sin duda sobrado de talento pero que, como suele sucederle a muchos artistas geniales, al que posiblemente le haga falta a su lado alguien con la suficiente ascendencia como para hacerle ver los peligros de convertirse en un pálido reflejo de si mismo.Si hay algo que me cuesta admitir en una película de Almodovar es que me resulte indiferente, que su temperatura emocional sea tan tibia, que una historia que supuestamente contiene en su interior todos los elementos para dar lugar a un potente melodrama quede en un extraño y esforzado ejercicio de repetición en el que, de forma sorprendente, hay multitud de personajes y situaciones desaprovechadas. Por ejemplo, la película engancha al principio con las dobleces que esconde el pasado del personaje de Penélope Cruz, algo que el director inmediatamente abandona después de haberlo planteado a favor de otra progresión de la historia en mi opinión mucho menos atrayente. De la misma forma, no tiene demasiado sentido lo superfluo que resulta el papel que juega el personaje de Rubén Ochandiano en el presente, siendo como es clave en el pasado y teniendo una interesante motivación , el deseo de enterrar al padre aun después de muerto, que Almodóvar apunta pero jamás desarrolla. O esa caja de Pandora de secretos demasiado evidentes que representa Judith – una Blanca Portillo que se ve obligada a realizar un considerable esfuerzo para dotarle de una credibilidad que el guión le niega - personaje al que de forma poco comprensible Almodóvar se empeña en redimir cuando jamás ofrece la misma posibilidad al posesivo hombre negocios que interpreta Jose Luis Gómez, que remite al que interpretó para Bigas Luna Eduard Fernández en Son de Mar pero demasiado desprovisto de los matices que hubieran hecho de él un personaje mucho más complejo e interesante.
Los Abrazos Rotos está lleno de cabos sueltos, de hilos que no acaban de tejer una estructura sólida, de unas pretensiones que no llegan casi nunca a concretarse aunque se adivina de forma constante la intención del director de envolver al espectador con una historia que más que hacer surgir el sentimiento de manera natural está continuamente tratando de decirle lo que ha de sentir. Y es en vano, porque uno percibe de forma intuitiva esa manipulación - que siempre existe en el cine, pero en cuyo inteligente disimulo reside la clave de muchas grandes películas - y pone unas barreras que las preciosistas imágenes de Almodóvar y su alambicada pero en el fondo bastante sencilla historia consiguen sortear solo en momentos puntuales.Y sin embargo, es de justicia señalar que Penélope Cruz, que vuelve a demostrar que cuando está bien dirigida es una actriz más que notable, se come literalmente la pantalla apareciendo más hermosa de lo que jamás ha estado; que un notable Lluis Homar, trabajando a conciencia la contención, sortea con habilidad y oficio la trampa que hubiera supuesto acercarse demasiado al director del que es un claro alter ego (y eso a pesar de que no tiene demasiada ayuda de un Tamar Novas que es de lejos lo peor del reparto); que no falta alguna idea brillante bien utilizada como esa lectora de labios interpretada maravillosamente por Lola Dueñas en tres secuencias que posiblemente estén entre lo más logrado del filme y que incluso hay algún momento aislado en el que la película consigue levantar un poco el vuelo con la inestimable ayuda de la, una vez más, esplendida música de Alberto Iglesias y la cálida fotografía de Rodrigo Prieto. No confundamos las cosas: que Los Abrazos Rotos no satisfaga las altas expectativas que uno debe tener a estas alturas de cualquier filme de Almodóvar no significa que éste no siga siendo un cineasta de notable talento y con mucho oficio. Los Abrazos Rotos dista de ser una mala película.Sin embargo, y volviendo al principio, tengo claro que Almodóvar necesita urgentemente un cambio radical en su filmografía, como en mi opinión La Flor de Mi Secreto fue un giro muy meditado frente al punto sin retorno que supuso Kika. Más concretamente, creo que esa película dentro de la película, esa "Chicas y Maletas" autorreferencial, trasunto inequívoco de sus Mujeres al Borde de un Ataque de Nervios con una impagable Carmen Machi, es un contundente recordatorio de que sigue existiendo ese Almodóvar con un excepcional oído para los diálogos punzantes y un magnífico talento para la comedia. Si Los Abrazos Rotos sirve para que Almodóvar reflexione, se tome un respiro de sí mismo y tenga la inteligencia de ver que ha agotado sus posibilidades con los melodramas alambicados enfrentándose a la tarea de construir esa esplendida comedia que seguro que es capaz de hacer, no hay mal que por bien no venga... A veces un paso atrás puede servir para dar un gran salto adelante.

No hay comentarios: