jueves, octubre 28, 2010

SEMINCI 2010 J05 Sin Retorno, Die Fremde (La Extraña)



SIN RETORNO, Atropello y Fuga

Una desgraciada noche en Buenos Aires se suceden dos accidentes consecutivos. En el primero de ellos un ventrílocuo que vuelve de una actuación para reunirse con su mujer destroza con su coche la bicicleta de un tipo sin hacerle el menor daño. En el segundo, un estudiante con más bien pocas luces se lleva por delante al mismo tipo, dejándole gravemente herido. Paralizado por el miedo, decide huir del lugar y escapar de su responsabilidad. Mientras el chico se dedica a cubrir sus huellas denunciando un falso robo del coche e implicando en el hecho a toda su familia, el indignado padre de la victima desata una tormenta mediática denunciando la incompetencia de la policía para resolver el delito, lo que provocará como ustedes pueden imaginar que las presionadas autoridades acaben acusando al hombre equivocado.

La opera prima de Miguel Cohan, fogueado como asistente de dirección en varias películas de Marcelo Piñeyro como Kamchatka o El Método, es una visión bastante demoledora de la sociedad argentina en lo que a la asunción de responsabilidades se refiere, un cuento moral que toca bastantes asuntos con no poca inteligencia y que está construida con bastante habilidad desde un elaborado guión que poco a poco nos va sumergiendo en ese imparable proceso en el que desde el instante que el chico decide mentir a la policía toda esa familia acomodada que conforma un ambiente protector para él se ve obligada a perseverar en el engaño aun siendo conscientes que con su actitud están arruinando la vida de otra persona, que asiste impotente al desarrollo de los acontecimientos como si uno de esos famosos falsos culpables hitchcockianos se tratara. Hay en Sin Retorno, pese a su previsibilidad, una clara voluntad de conseguir que sus personajes huyan de los esquematismos, que ofrezcan una doble cara o que al menos posean una serie de matices e incluso contradicciones que los hacen cercanos para el espectador mientras Cohan se afana en desplegar los múltiples puntos de vista y las razones que asisten a los comportamientos de cada uno de ellos.

Sin Retorno es asimismo una película de actores, que no funcionaría tan bien sin el estupendo trabajo de un reparto en el que brillan Leonardo Sbaraglia, Federico Luppi, Ana Celentano, Luis Machin y una argentinizada Barbara Goenaga que convence con su sorprendente acento porteño. En el reparto solo desentona un personaje clave, el chico que interpreta Martín Slipak, muy por debajo del nivel exhibido por sus compañeros, lo que impide en cierta forma que la película alcance un nivel más notable. Sin embargo en el haber de la película tambien hay que apuntar tanto el brillante uso de ese arte que parece al borde de la extinción en el cine de nuestros tiempos que es la elipsis narrativa – hay dos elipsis en el filme que dan ganas de levantarse de la butaca a aplaudirlas por el inusual respeto a la inteligencia del espectador que suponen – y un magnífico tramo final en el que los hermanos Cohan, director y guionista, consiguen ofrecer una variante original y brillante sobre el tema de la venganza, resuelto con tanta sobriedad como habilidad, que consigue un segundo hecho inusual en estos tiempos: conseguir que la película finalice a una mayor altura que sus planteamientos iniciales. No es poco bagaje para una más que correcta primera película.





DIE FREMDE, Necesaria denuncia.

Uno de los peligros del cine denuncia es que si se va demasiado lejos en esa dura realidad que trata de denunciarse, el espectador puede reaccionar a la defensiva y conseguir quizás no tanto el efecto contrario de lo que se persigue pero si rebajar tanto las cotas de efectividad de dicha denuncia como el nivel cinematográfico de la obra en cuestión. La proyección de Die Fremde (La Extraña), la película que Alemania presenta este año al Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa – por cierto que de éstas tenemos un buen puñado este año en la Seminci, tanto que casi podrían haber formado una sección paralela dentro del certamen – ha provocado en cierta forma ese debate esta mañana a la salida de la sala. Nadie duda que estamos ante una muy buena y desde luego necesaria película que además nos llega en un momento especialmente acertado después de la polémica que provocó hace unas semanas Angela Merkel cuando para justificar el recorte de gastos sociales de su gobierno en las políticas de integración de los colectivos de inmigrantes de su país, afirmó que Alemania tenía un serio problema en lo que a esto se refiere por más gasto que se haga con una comunidad, la turca, encerrada en sus tradiciones y costumbres hasta el punto de chocar constantemente con los valores occidentales de la sociedad donde viven.


Fatih Akin en películas como Contra la Pared o Al Otro Lado ya nos hizo atisbar que había un serio problema de integración con esa comunidad a la que él mismo, alemán descendiente de inmigrantes turcos, pertenece. En Die Fremde la realizadora Feo Aladag aborda de frente un tema francamente espinoso, el de los tristemente reales “crímenes de honor” que muchas veces conduce a mujeres atrapadas en matrimonios en los que abundan los malos tratos y las vejaciones a callejones sin salida porque en la tradición más integrista de la comunidad turco musulmana una vez que te has casado perteneces a tu marido y con la abominable cantinela de que la mano que golpea es la misma que acaricia, se justifican inadmisibles vejaciones de las que no te defiende ni tu propia familia, que antes de afrontar la humillación pública y el deshonor que supone ser avergonzados por un comportamiento “inapropiado” por parte de sus hijas, llega incluso al extremo de causar esas terroríficas muertes por honor en el seno de la propia familia. Como ven, un tema sumamente delicado y complejo que requiere una aproximación muy precisa e inteligente.

Die Fremde lo es durante gran parte de su metraje. En ella se nos cuenta la historia de Umay, una mujer de ascendencia turca pero nacida en Alemania que huye de los malos tratos y un matrimonio desgraciado en Estambul para refugiarse con su hijo de pocos años de edad en su familia que, atrapada en sus convenciones y desgarrada entre el natural amor que sienten por ella y la necesidad de respetar los valores tradicionales de su comunidad y que ésta no les de la espalda, acaba abocando a todos los miembros de la misma a una situación sin aparente salida que obligará a Umay a tomar dolorosas decisiones para salvaguardar el bienestar de su hijo, al que quieren devolver con su padre en cuanto tengan oportunidad porque eso es lo que la tradición impone.


Si exceptuamos el cuestionable plano inicial que condiciona el visionado de toda la película porque nos lleva a un momento del futuro que uno se pasa todo el metraje esperando que tenga lugar, la primera media hora de Die Fremde es impresionante. A la realizadora le basta una medida puesta en escena, sobria y en la que los silencios resultan mucho más expresivos que las palabras para poner el corazón en la boca del espectador denunciando una situación insostenible para cualquier persona razonable. Sin necesidad de mostrar la violencia de forma explícita, Aladag consigue generar una considerable angustia y ni quiere ni puede resultar objetiva en un tema tan delicado, aunque se esfuerza de forma considerable en plantear el drama que para esa familia supone tener que acoger de nuevo a su hija en su seno, deteniéndose mucho en las distintas reacciones y puntos de vista que cada uno de sus miembros tiene sobre la situación creada y la distinta forma en que a todos ellos les afecta.

Ni tan siquiera los breves espacios de respiro que el guión concede a la protagonista – una estupenda Sibil Kekilli que por cierto, al igual que me pasó ayer con la protagonista de Incendies y Laia Marull, me parece que guarda un notable parecido con… Bárbara Goenaga – liberan al espectador de la opresiva y constante sensación de angustia que siente Umay, un proceso de identificación que funciona a la perfección. La propuesta cae en algunos excesos evitables – la escena de la boda de la hermana menor, por ejemplo – pero también brilla en algunos pasajes bien resueltos – el viaje del padre a Turquia, en el que se prescinde de todo diálogo – hasta llegar a una escena final con la que tengo más que razonables reparos que no voy a desarrollar aquí en beneficio de todos aquellos que puedan ver en el futuro la película pero que en mi opinión impide al filme ser todo lo redondo que podría haber sido. Lo que no implica ni mucho menos que estemos ante una obra fallida. Al contrario, creo que es una película tan notable en su mayor parte como necesaria.



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