jueves, octubre 14, 2010

SITGES 2010 J05 My Joy, Kosmos, La Doppia Ora, 7 Jours du Talion

Tras un saludable paréntesis de madrugada, donde tuve ocasión de tragarme una entretenidísima superproducción de Hong Kong, Bodyguards & Assasins en la que Teddy Chen parte del hecho real del intento de asesinato de un tal Sun Yat-Sen en 1906 para crear una estupenda aventura de artes marciales de los de toda la vida prácticamente a tiempo real en su segunda hora de metraje en la que unos y otros se zurran de lo lindo (y palman como está mandado) en una modélica y fastuosa reconstrucción en decorados del Hong Kong de aquellos años, volví a los pases de prensa esta mañana para ver cuatro propuestas que no podían estar más alejadas de la diversión de espadas y luchas de ayer, pero en las que no faltó el buen cine. Vamos a ello.

MY JOY La degradación moral de un país.

Mientras veía las primeras imágenes de esta primera película de ficción del por otro lado experimentado documentalista Sergei Loznitsa, me pregunté la razón por la que esta película que sigue las distintas desventuras de un camionero perdido por el interior de la Rusia profunda estaba en un festival como éste, dado que no parecía haber en ella ningún tipo de adscripción al género fantástico. Luego entendí que My Joy es en realidad una película de terror. No una película de terror al uso, pero sí una muy inteligente forma de asomarse a todo ese proceso de degradación moral y miseria al que se han visto abocada gran parte de la población de casi todos los países surgidos de la extinta Unión Soviética. La cámara de Loznitsa registra de forma espeluznante la forma en la que la ausencia progresiva de una estructura de autoridad que imponga ciertas leyes da como resultado la realización práctica de aquel viejo principio hobbesiano según el cual el hombre siempre ha sido es y será un lobo para el hombre. Pero además la tesis de Loznitsa es que esto no es solo un fruto de su tiempo: las distintas historias ambientadas en el pasado que cuentan algunos personajes o explican la historia de una casa donde el protagonista pasa parte de la película muestra la misma podredumbre moral, la misma desesperanza.


My Joy se articula alrededor de la peripecia de un camionero que viaja por carreteras secundarias y que se va encontrando en su accidentado camino con personas cuyas motivaciones casi siempre resultan perversas, malintencionadas o interesadas: chicas que se prostituyen por supervivencia y se rebelan ante el menor gesto amable, policías que abusan de su autoridad, mendigos que no dudan en convertirse en agresivos ladrones y hasta asesinos si ven la oportunidad de sacar beneficio de ello, personas que le acogen pero asimismo se aprovechan de él o de su mercancía… My Joy – título cínico donde los haya porque si hay algo de lo que carezca esta película es del más mínimo motivo de alegría – es un viaje al corazón de las tinieblas, un espeluznante e implacable retrato de un país en proceso de descomposición moral y marcado por la violencia hasta tal punto que no parece haber ningún resquicio a la vista por donde escapar de ella. Visualmente la película tiene un tono realista, naturalista, con una especial dedicación a los rostros de esos pobladores del corazón de las tinieblas y un ritmo pausado que puede espantar a alguno pero impecable en su sentido narrativo – en especial el uso del off visual y sonoro en algunos momentos dramáticos clave – y que acaba por imponer su lógica, contagiando al espectador de esa prisión moral donde el protagonista se haya irremisiblemente atrapado. Muy interesante.



KOSMOS, Turcos contemplativos

Ya lo he dicho por ahí en alguna otra crónica: estoy un poco hasta las narices del estilo contemplativo de narrar historias que viene de los cineastas turcos. No sé si se deberá la éxito crítico de Nuri Bilge Ceylan – director que por cierto me encanta pero de cuyo cuidado sentido visual se hallan muy alejados los distintos sucedáneos suyos que me voy encontrando de cuando en cuando en todos los festivales – pero el caso es que en mi mente estoy empezando a asociar el cine turco con una serie de constantes pavorosas (planos fijos pictóricos de gran belleza en los que casi siempre hay nieve, largos tiempos muertos en los que uno ha de rellenar lo que el director no te esta contando, argumentos estirados innecesariamente como chicle para rellenar metraje, argumentos mínimos desarrollados con ritmo comatoso, etc) a las que por cierto no escapa del todo la bastante irregular Kosmos de Reha Arden, una película que al parecer pretende ser un canto a la libertad individual más allá de las asfixiantes reglas sociales al colocar en su centro a un peculiar personaje, el Kosmos del título, que parece tener la habilidad de curarse a sí mismo y a los demás, subirse a los árboles más altos con endiablada rapidez, proferir sentencias que parecen surgidas de un empacho entre religioso y de libros de autoayuda, tratar al resto de seres humanos con una ingenuidad casi candorosa que contrasta con su natural empatía y ligar con chicas medio autistas profiriendo aullidos de lobo a voz en grito. Un regalito de personaje, vaya.


El caso es que la afortunada llegada de Kosmos al pueblo, tras salvar a un niño de morir ahogado en el río, perturba no poco la tranquilidad de sus habitantes, ya de por sí bastante agitados entre bombas lejanas de algún conflicto, un referéndum que pretende abrir las fronteras al comercio con el país vecino, la constante presencia vigilante del ejército y algunos pequeños robos. Kosmos, con su pureza y su ingenuidad rayanas en la idiocia, se mete en no pocos charcos y va agotando la paciencia de los pueblerinos con esa actitud entre abnegada y asocial, demasiado libre para la que está cayendo. Con lo cual la cosa no puede terminar precisamente bien. Erdem trata de dotar de cierto sentido poético a su canto a la libertad pero en mi opinión lo único que consigue en varias ocasiones es caer de lleno en el más absoluto de los ridículos. Si a eso sumamos el inevitable ritmo comatoso del relato y a la indiferencia con la que se sigue la historia porque los mortales normales no poseemos esa empatía que Kosmos siente hacia sus semejantes – y menos cuando está narrada de forma tan poco interesante en imágenes – el resultado es una película aburrida, pretenciosa y un punto cursi que no convence gran cosa. Insisto: que no basta ralentizar el relato al máximo y fotografiar bien los parajes helados para hacer algo parecido al cine de Bilge Ceylan. Hay que contar algo también.



LA DOPPIA ORA, Desconcertante artefacto narrativo

Es un hecho bien sabido que resulta una tarea prácticamente imposible evitar la manipulación del espectador en el cine. Es más, el cine es, ante todo, manipulación de sus percepciones. Lo que sí resulta muy importante es saber hacerlo lo suficientemente bien para que éste no se percate de la misma y la asuma como propia, disfrutando por el camino de la experiencia. Creo que habré visto pocas películas este año que jueguen tan bien con el espectador como la notable opera prima de Giuseppe Capotondi, cuyos bandazos de guión y de género en manos de cualquier otro realizador menos dotado habrían sin duda conducido al más absoluto desastre y que sin embargo en La Doppia Ora se convierten en una experiencia de lo más disfrutable, pese a sus jugueteos al borde del alambre.


La protagonista de La Doppia Ora es Sonia, (enorme Knessia Rappoport) una inmigrante del este de Europa que trabaja como doncella en un hotel italiano y que conoce a través de una agencia que organiza citas múltiples de pocos minutos de duración entre hombres y mujeres a Guido, un vigilante de seguridad por el que siente una inusitada atracción. Al poco de empezar a desarrollarse el romance, ocurre algo inesperado que cambia por completo el tono y el género de la película y a partir de ese punto, La Doppia Ora se convierte en algo así como un raro cruce entre el cine de género fantástico y una especie de thriller emocional, embarcando al espectador en un desconcertante juego repleto de miradas, presencias e imprevisibles giros de guión que nos dejan literalmente en tierra de nadie, incapaces de anticiparnos a lo que vendrá después pero sumamente interesados en saber cómo se resuelve.


Apoyado en un descomunal trabajo interpretativo de la actriz Knesia Rappoport (que ya fue galardonada con la Copa Volpi en Venecia 2009 por esta película) creíble en un personaje que la obliga continuamente a cambiar de registro para mejor adaptarse a los sucesivos cambios de género que fuerza el guión y en una puesta en escena sumamente estilizada que sabe jugar con habilidad con ambas bandas sonoras – la musical propiamente dicha y la del montaje de sonido – Capodonti consigue que nos impliquemos en el viaje emocional de su protagonista y sigamos su juego con varias barajas a la vez hasta el final, en una película en mi opinión bastante bien equilibrada en sus distintos elementos. No faltarán quienes la acusen de tramposa y manipuladora pero yo creo que La Doppia Ora está bastante más allá de fáciles juegos de manos. Su propuesta es otra y no sé si será que aun ando embelesado con el trabajo de una actriz tan sugerente como la Rappoport, pero el caso es que a un servidor le ha convencido por completo.

7 JOURS DU TALION, Ojo por Ojo.

Tengo claro que sí para algo sirven las leyes es para proteger al ser humano no de la maldad de los otros, sino con frecuencia de sí mismo, de su propia naturaleza. Háganse esta composición de lugar: son ustedes padres de una preciosa niña de ocho años que un día es raptada por un pederasta, violada, asesinada y abandonada en un parque cercano. Si a ustedes le dan la ocasión de estar a solas en una habitación con el pederasta en cuestión a su merced harían lo que cualquier humano normal en esa situación: dar rienda suelta a la venganza e infligir el mayor dolor posible al sujeto en el proceso. Incluso aunque racionalmente sepamos que eso no serviría para devolvernos a nuestra hija, la venganza es algo tan connatural al ser humano y pesa tanto en nuestro ánimo que las leyes han de servir, además de para encerrar al tipo, para salvarnos a nosotros mismos de ejecutar nuestro derecho al ojo por ojo.


La cuestión no es para tomársela a la ligera y eso es exactamente lo que ha hecho Podz, seudónimo bajo el que se esconde el director canadiense Daniel Grau en su primera película, desarrollarla a través de la decisión meditada y racional del padre de esa niña de secuestrar al pederasta una vez detenido y llevárselo a una cabaña apartada en los bosques que ha preparado previamente con una minuciosidad digna de la mente más maquiavélica. Y por supuesto, una vez allí, torturarlo a placer durante los siete días del título antes de ejecutarlo. Grau disecciona el proceso con las herramientas propias del cine de Haneke: ausencia de música, frialdad en la fotografía y la puesta en escena, dureza en las imágenes que cuestionan al espectador que asiste a ellas sobre su aprobación o la implicación en las mismas. Por supuesto que uno puede entender todo el inmenso dolor que lleva a un padre a llegar a esos límites, pero al tiempo resulta difícil empalizar con él mientras tortura a un ser humano indefenso por muy pederasta y asesino que éste sea.


Además Grau tiene la inteligencia de enfrentar su protagonista con otros espejos – su mujer paralizada, el policía que lleva el caso que a su vez perdió a su mujer de forma violenta, los padres de otras victimas – que conforman un conjunto tan complejo como la cuestión planteada, dando como resultado una película fría como un cuchillo afilado a la que solo le sobran algunas imágenes fáciles – ese ciervo muerto – sus coqueteos con el thriller en el juego entre el padre y la policía y alguna gratuita e innecesaria vuelta de guión – el secuestro absolutamente de un personaje irrelevante en el tramo final – que aunque afean un tanto el resultado final no lastran del todo una propuesta de lo más interesante que reflexiona abiertamente sobre las contradicciones de la naturaleza humana cuando se intenta racionalizar lo que en el fondo no deja de ser un instinto de lo más primario que además tiene el plus de situarse en un punto muy alejado en su tratamiento de la violencia, a veces muy explicita pero a veces también en off del execrable espectáculo del torture porn.

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