lunes, noviembre 21, 2011

DIÁLOGOS DE CINE: Un Hombre Sin Pasado

EN LA SOLIDARIDAD (Y EL HUMOR) ESTÁ EL FUTURO

No resulta extraño, una vez vista esta maravilla del inclasificable e insobornable director Aki Kaurismaki, que Un Hombre Sin Pasado se alzara con el Gran Premio del Festival de Cannes del pasado año, sobre todo si tenemos en cuenta que el Jurado de dicha edición estaba presidido por otro director tan personal y a contracorriente como David Lynch, cuyo universo repleto de personajes extraños y situaciones estrambóticas debió fácilmente sintonizar con el de este autor finlandés, que con el tiempo está consiguiendo, sin perder un solo ápice de su mirada cargada de humor ácido e ironía, convertir sus desesperanzados dramas sobre los habitantes de esta vieja y cada vez más globalizada Europa en pequeños atisbos de esperanza, luminosos destellos cargados de sorna capaces de mostrarnos las situaciones más pesimistas de una realidad que está alrededor nuestro y a la que repetidamente ignoramos para vivir mejor con nosotros mismos con un sentido del humor desbordante y una pasmosa elegancia que a la postre convierte a esta película en un producto tan gozoso como inclasificable, pues uno puede quedarse con la sonrisa que dibuja en el rostro la manera en que Kaurismaki nos cuenta la peripecia de este hombre que se reinventa a sí mismo desde la marginalidad más absoluta... o con la amargura de saber que formamos parte de esa sociedad hueca y desalmada que deliberadamente deja al margen personas de carne y hueso como este protagonista, que casi nunca son tan afortunados.


Kaurismaki no renuncia a su pesimista visión de la sociedad en la que vivimos, pero permite en esta ocasión, quizás porque el paso de los años le permite mirar al mundo con una mayor socarronería, equilibrar la balanza gracias a un hermoso canto a la solidaridad humana, personificada en todos aquellos que ayudan a este hombre que, después de sufrir una brutal paliza que le deja sin ningún recuerdo de su vida anterior, se ve obligado a construirse una nueva vida con el único apoyo de otros marginados y solitarios seres, que llevados por una íntima comprensión de su nueva situación, no muy alejada de las suyas propias, saben de lo mínimo que se necesita para salir adelante.

No se confundan, no estamos ante un retrato heroico o poético que exalte más allá de lo imprescindible las virtudes de una vida nunca escogida, sino impuesta: Kaurismaki es más inteligente que eso y lo que hace es un retrato desnudo de estos verdaderos desechos de la sociedad moderna, expulsados de un paraíso al que nunca han pertenecido y que consiguen sobrevivir a golpe de ingenio, conformismo y disfrute de los pequeños placeres que aquellos que se ven despojados de los absurdos ornamentos con los que a veces decoramos o disimulamos el vacío de nuestras existencias saben apreciar en lo que valen.


Pero la mayor subversión de la corrosiva propuesta de este autor con mayúsculas, uno de los pocos que pueden preciarse de tal etiqueta en este mundo del cine tan acostumbrado a encumbrar a auténticas medianías es la manera de transmitir su mensaje. Kaurismaki recurre de nuevo a su característico minimalismo, despoja la pantalla de todo aquello que no resulte imprescindible para contar la historia: no hay un movimiento de cámara innecesario, un montaje precipitado, una interpretación que induzca a un falso sentimentalismo... más bien al contrario, la mirada del director es fría, frontal, construyendo la historia en largos planos fijos que transmiten la desnuda verdad de lo que no se puede ocultar a la cámara.


Y sin embargo, según la historia va avanzando y la cámara recoge las peripecias de este hombre obligado a reinventarse de nuevo, algo hermoso sucede y esa cámara no puede disimular la ternura con la que Kaurismaki trata a sus criaturas, mientras un sentido del humor digno heredero de los mejores tiempos de los silenciosos gags de maestros del absurdo como Chaplin, Keaton o Jacques Tati (muy especialmente este último, pues Kaurismaki comparte con él su perpleja mirada a una sociedad de la que se considera ajeno y la nada inocente simplicidad con la que se enfrenta a sus problemas para adaptarse a sus exigencias) se complementa con unos diálogos tan escuetos como brillantes, tan divertidos como, en el fondo, terribles que con aires de fábula moral excéntrica pero lúcida, consigue el milagro de crear de forma convincente una comunidad utópica, un me temo que inexistente refugio donde no solo construirse una nueva identidad mucho mejor que su pasado de hombre perteneciente al mecánico engranaje, sino que además le permite rechazar la posibilidad de volver a ese siniestro redil cuando tiene la oportunidad para ello.


Un Hombre Sin Pasado es ese tipo de película que crece y crece en la memoria, que se aprecia mucho mejor cuando se reflexiona y se piensa sobre ella que en el momento en el que se está viendo, probablemente porque, aunque no inventa nada nuevo en lo que a lenguaje fílmico se refiere, tiene la inmensa virtud de recuperar los códigos y maneras de construir historias pertenecientes a un pasado que nos parece muy remoto; y precisamente por eso nos resulta tan estimulante, porque en estos tiempos en el que el cine parece abocado al ruido y la inmediatez del efectismo que oculta la nada más absoluta, la aparente simplicidad del cine de Kaurismaki, que esconde una sabiduría cinematográfica a la hora de componer el encuadre, de la puesta en escena y de dominio del tiempo correcto para que el gag mudo cumpla su cometido, les parecerá a muchos incomprensible y desfasado, cuando en el fondo no es sino un moderno torrente de verdad y desparpajo que alcanza las más altas cotas de subversión cuando se comparan los logros de la nueva vida que esa metáfora andante que es el hombre sin pasado se confrontan con las negruras de su vida anterior, que no es otra, viene a decirnos Kaurismaki en un último y demoledor golpe, que la que nosotros vivimos día a día.


(Texto escrito el 01 de Abril del 2004, revisado con ocasión de su pase en el VI Festival de Cine Inédito de Mérida)

1 comentario:

Anónimo dijo...

No es que no merezca un comentario, es que no hay más que añadir... y punto