lunes, octubre 04, 2010

FILMOTECA: GIGANTE Pequeña Gran Pelicula

Muy de vez en cuando uno se topa con alguna película que nos recuerda de golpe algo tan asumido y a menudo tan olvidado como que el cine es, entre otras muchas cosas, el arte de contar una historia en imágenes. Gigante es una de esas películas. Contrariamente a lo que podría sugerir su título, Gigante es una obra vocacionalmente pequeña que sin embargo encuentra su grandeza precisamente en su falta de pretensiones, en ceñirse de forma exclusiva a contar una historia mínima, el proceso por el cual un enorme vigilante de seguridad, cuya timidez y afabilidad contrastan con su corpulenta apariencia, se enamora hasta las trancas de una limpiadora cuyos movimientos primero monitoriza desde las omnipresentes cámaras de seguridad del supermercado donde ambos trabajan y a la que después sigue discretamente a distancia por la calle en su afán de conocer más de ella, convirtiéndose al tiempo, sin apenas pretenderlo, en una especie de protector ángel guardián con hechuras de bonachón oso de Mimosín.



Gigante es una de esas películas cuya apuesta formal por el ritmo pausado, por contar su historia basándose casi de forma exclusiva en las imágenes reduciendo al mínimo los diálogos, por apoyarse en la naturalidad de unos intérpretes de los que uno podría jurar que trabajan en el supermercado más cercano, encuentra su recompensa en un tono que recupera las mejores esencias del cine del desconcierto de Búster Keaton teñido, eso sí, del sentimentalismo de Charles Chaplin y de ese realismo sucio tan habitual del cine latinoamericano. Con similitudes formales con Whisky, aquella maravilla que también nos llegó de Uruguay, Gigante establece un discurso que basa toda su fuerza en implicar emocionalmente al espectador en la peripecia de Jara, en su búsqueda de ese resquicio por donde poder declarar lo que siente, en su necesidad compulsiva de encontrar un apoyo firme en ese terreno tan quebradizo y frágil como es el amor por alguien del que no sabemos como responderá al mismo. Ese retrato del amor que descoloca a quien lo sufre, que desborda toda lógica, que nos lleva a comportamientos que el sentido común desestima pero por el que es inevitable dejarse arrastrar, es el poderoso motor que mueve Gigante.


Pero es que además Adrián Biniez nos está hablando de muchas otras cosas. Por ejemplo de la precariedad laboral, una amenaza que se cierne como un nubarrón sobre los trabajadores de ese supermercado, que han de andarse con sumo cuidado para que el jefe de turno no los ponga en su punto de mira y, carne de cañón reemplazable como son, los despida con cualquier excusa. Reflexiona sobre el inevitable ejercicio de voyeurismo que es el propio cine, con ese brillante uso de las cámaras de seguridad desde las cuales Jara vela a su amada y por las que, en un inteligentísimo giro de guión hacia el final del filme, nos encontraremos con una escena, en otro supermercado, a partir de la cual cambiarán las tornas de lo que hasta entonces se nos estaba contando. Unas cámaras sin sonido, de imágenes lejanas y difusas, tomas cenitales desde detrás de las cuales uno puede, vigilando sin ser visto, convertirse en una especie de dios que monitoriza sin saberlo a sus criaturas y averiguar de ellas más de lo éstas muestran. Nos habla de soledades donde el amor crece en silencio, de realidades monótonas en espacios vacíos, de familias y compañeros con los que uno apenas se comunica lo justo, del desarrollo de tácticas y estrategias para afirmar lo importante y sobreponerse a las propias limitaciones.


Biniez maneja con suma habilidad ritmo y tiempo narrativo, encuentra la forma de que el espectador se implique apelando a su inteligencia y sin obligarle a fatigosos experimentos visuales, mezcla con sobriedad, humor, emoción y hasta suspense para dejarnos con una sonrisa cómplice, relativizando sin desdeñar la importancia del proceso para detenerse justo donde en realidad arranca lo más difícil de cualquier relación, allí donde la mayoría del cine actual empezaría a narrar una comedia romántica. Todo eso hace de Gigante una pequeña gran película, una obra con un corazón que late conmovedor hasta rendir al espectador a los pies de su inteligente y nada habitual propuesta.


Gigante se proyecta en la Filmoteca de Extremadura el próximo jueves 07 de octubre a partir de las 20:30 en el Centro Cultural Alcazaba y según el folleto facilitado por la Filmoteca este mes contaremos con la presencia de su director Adrián Biniez para presentarla. Este artículo apareció en el periódico Voz Emérita el lunes 04 de Octubre.

1 comentario:

marañón dijo...

me iría a verla allí
pero me voy a reservar para el Festi