Huelva, Crónica 5. Cobertura del 31 Festival de Cine Iberoamericano para La Butaca.Net. David Garrido Bazán. Todos los Derechos Reservados
Los huesos del Ché se mueven y el sexo se apodera del Festival.
Di Buen Día a Papá es una bienintencionada pero bastante desigual producción boliviana (debe ser la primera película boliviana que veo en mi vida) que gira en torno a un personaje mítico al que el cine se ha acercado numerosas veces en los últimos años, Ernesto Ché Guevara. Bueno, para ser exactos, Di Buen Día a Papá – frase en clave con la que se ordenó la ejecución del guerrillero revolucionario cuando fue finalmente atrapado por el ejército boliviano – gira en torno a los habitantes de Villa Grande, el pueblo donde fueron trasladados los restos del Ché, expuestos al público y a los fotógrafos durante unas cuantas horas en una modesta lavandería – lo que dio la oportunidad de que existieran multitud de documentos gráficos que inmortalizaron su muerte – y enterrados en un lugar desconocido durante aproximadamente 30 años, hasta que fueron exhumados y devueltos a sus familiares en 1997. En aquella búsqueda de sus restos que atrajó la atención internacional sobre aquel pequeño pueblo andino se encontraban presentes realizando un documental sobre el proceso el director de la película Fernando Vargas y su esposa, la guionista Verónica Córdova. Y fue hablando con la gente del lugar, que a lo largo de esas tres décadas habían tenido tiempo de crear toda una serie de leyendas en torno al supuesto carácter milagroso de los restos del Ché, mitos basados en parte en creencias que vienen de las épocas precolombinas – como que el alma de una persona que muere violentamente antes de su tiempo se convierte en un alma perdida que deambula por donde se hallan sus restos realizando milagros – o incluso supersticiones – la famosa ‘Maldición del Ché’ que sirvió durante mucho tiempo para explicar el gran número de muertes que se produjo en los años siguientes a la ejecución de Ernesto Guevara entre los militares que participaron o tuvieron alguna relación con aquel hecho – que la pareja se dio cuenta de que ahí había una historia después de La Historia, es decir, una película basada en la gente que vive en aquel pueblo, cuya vida se vio condicionada por ser durante tres décadas el lugar de descanso de los restos de esa figura mítica, que no en vano ha alcanzado en toda América Latina una aureola de santidad que posiblemente no le hubiera hecho ninguna gracia al propio interesado.
La estructura del guión de Di Buen Día a Papá es quizás uno de los puntos más destacados de una película a la que posiblemente le perjudica un exceso de tramas que resolver en su esfuerzo por hacer el retrato generacional de una familia del pueblo que sirve de hilo conductor a la película. Tras un prólogo en el que somos testigos fuera de campo de la ejecución del Ché en La Higuera y el traslado de sus restos en helicóptero a Villa Grande en 1967, la película se estructura en cuatro bloques temporales que tienen la particularidad de viajar hacia atrás en el tiempo: Los Huesos, en 1997, narra la búsqueda de los restos y los esfuerzos de los habitantes del pueblo por impedir que se lleven de allí los restos del Ché; Las Promesas, en 1987, nos cuenta la historia de Ángeles, la más joven de esa familia compuesta de tres mujeres que protagoniza el filme, y su novio Bienvenido cuyas vidas se verán alteradas por la llegada a Villagrande de una expedición de universitarios de varios países que quieren conmemorar en el pueblo el veinte aniversario de la muerte del Ché; Las Cartas, en 1977, cuenta la historia de la famosa Maldición del Ché y una serie de cartas en cadena que colaboraron a alimentar la conversión del Ché en un santito popular al que se le rendía culto religioso y por último, Las Manos, en 1967, cuenta la llegada de los restos del Ché a Villagrande y como afectó de forma inevitable a los habitantes del pueblo, para culminar en un epílogo de vuelta en 1997 que concluye la historia.
Decía al principio que Di Buen Día a Papá es una película sin duda ambiciosa y bienintencionada, pero desigual. Y lo es porque sin ningún género de dudas su planteamiento es original y digno de alabanza. No resulta fácil acercarse a una figura tan mítica como la del Ché y mucho menos hacerlo desde la perspectiva esquinada de esos personajes que en realidad no tenían la más mínima noción de quien era aquel hombre y lo que representaba cuando llegó a Villagrande, pero cuya presencia afectó a sus vidas de forma definitiva. Si tenemos en cuenta que la película ha sido rodada en los lugares originarios de la historia, poniendo un exquisito cuidado en ser riguroso con lo que hasta ahora se sabe de la muerte del Ché, que las actuaciones cumplen con su objetivo – en especial la estupenda Isabel santos en el papel de la matriarca de la familia – y que el trabajo de dirección y puesta en escena es elegante y sin aspavientos ¿qué es lo que falla en la película? Para mi el problema está en que la mayor parte de las cosas que les suceden a esa familia a través de la cual se cuenta la historia me interesa mucho menos que todo lo que verdaderamente se acerca a los hechos históricos, quizás porque varias de las tramas – la mujer que espera en vano treinta años a que vuelva el soldado que la dejó embarazada, la hija rebelde que ve en los universitarios una posibilidad de abrirse al mundo, la madre que empieza renegando del Ché y acaba convirtiéndole en un santito más… - aun necesarias para contar el argumento, hacen de Di Buen Día a Papá una película alargada de forma innecesaria y un tanto pesada, irregular por cuanto tanto el primer episodio como el último – es decir los más directamente relacionados con la muerte del Ché, la exhibición de su restos y la exhumación de los mismos - están mucho más logrados (e interesan mucho más) que los que componen el tramo central de la película, por lo que se corre el riesgo de provocar un cierto aburrimiento en el espectador antes de llegar a la resolución del filme. Tampoco ayuda una BSO a menudo inadecuada (¡por Dios, esos violines entrando en las escenas más arrobadas!) ni el extraño empeño en que nos creamos que Paola Ríos puede interpretar al mismo personaje durante los treinta años que abarcan la historia sin apenas demostrar cambios físicos apreciables. Pero tampoco conviene cebarse demasiado en estos detalles y es preciso reconocer el mérito que tiene una producción de estas características en un país con tan poca tradición como Bolivia, sobre todo porque el filme contiene varios aciertos – la forma de presentar el proceso que convierte al Ché en un mito popular, o que éste no sea visualizado al completo en ningún momento, sino solo a través de fotos o de partes de su cuerpo, como las manos, sin que por ello se descuide en absoluto un exquisito cuidado por la reconstrucción histórica de los hechos – y elementos que permiten pensar que independientemente de los éxitos internacionales que pueda tener la película, preseleccionada para el Goya a la Mejor película de Habla No Inglesa y representante de Bolivia para el Oscar, sería interesante seguir en el futuro la carrera de este joven realizador, Fernando Vargas, que si de algo ha dado muestras en esta su opera prima es de ser un director con cierto gusto por el riesgo. Por cierto, un detalle que no conviene dejar de lado es que Di Buen día a Papá es la segunda producción – tras la chilena Mi Mejor Enemigo – que concursa en el Festival que ha contado con el director argentino Pablo Trapero (autor de las estupendas Mundo Grúa, El Bonaerense y Familia Rodante) en su faceta menos conocida, pero enormemente valiosa, de productor, que está permitiendo a nuevos talentos del cine latinoamericano poner en marcha sus proyectos.
En las antípodas de la película boliviana está Cidade Baixa, segunda película brasileña a concurso de un Festival del que ya hemos dicho que este año tiene bastante acierto carioca. Sergio Machado, guionista y ayudante de dirección en algunos de los últimos éxitos internacionales del cine brasileño como Estación Central de Brasil o Madame Sata, debuta en la dirección de la mano de su amigo y cómplice Walter Salles – otro que, como Pablo Trapero, parece muy interesado a través de la producción en colaborar al desarrollo de las cinematografías sudamericanas – con una película que pretende, según explicó en rueda de prensa “de dar a conocer mejor a los jóvenes menores de 20 años que provienen de las clases más pobres de Brasil”. La Ciudad Baja del título se refiere a Salvador de Bahía, una urbe dividida entre la parte alta, donde viven los más acomodados, y la zona de la ciudad donde están los más desfavorecidos, donde se desarrolla esta historia que es algo así como un menage a trois bastante subidito de tono, con profusión de escenas de sexo y un tanto comercialota, que pese a subir bastante la temperatura de la sala donde se proyectaba, no llegó a interesarme nunca en exceso. Deco y Naldinho, dos jóvenes amigos desde la infancia que son como hermanos, uno negro y otro blanco, se encuentran por casualidad a Karinna, una muy sensual joven – despampanante Alice Braga en su primer papel protagonista – que quiere llegar a Salvador de Bahia para ganarse la vida como bailarina de striptease (bueno, como prostituta, para que vamos a andarnos con sutilezas). Los chicos la llevan en su barco a cambio de los consiguientes favores sexuales, pero un incidente desafortunado en el que uno de los chicos queda gravemente herido les une en una peripecia que refuerza sus lazos de amistad… y de algo más, pues ambos acaban enamorados de la chica, cosa que no es de extrañar ya que, como la película se encarga de dejar bien claro (demasiado), la moza es una auténtica máquina de follar a la que no le cuesta mucho trabajo enganchar a ambos amigos, que por supuesto acabarán enfrentándose por su amor ya que, como demostró Truffaut hace muchos años con Jules y Jim – perdón por la blasfemia de traerle a colación – los triángulos amorosos nunca funcionan del todo.
A favor de Cidade Baixa hay que decir que está bien interpretada por todos los vértices del triángulo – que Lázaro Ramos y Wagner Moura sean, además de actores, íntimos amigos fuera de la pantalla, ayuda no poco en la química excelente que hay entre ambos y Alice Braga cumple bien en un papel de lo más exigente, en todos los sentidos – y que la película está en líneas generales bien realizada, un poco con ese estilo directo que ya hemos podido ver en recientes películas brasileñas tipo Ciudad de Dios o Estación Central de Brasil, que muestra la realidad de una forma quizás demasiado frenética en momentos puntuales pero muy preocupada por el realismo – tanto que, como sucedía en la película boliviana, hay multitud de personajes que están interpretados por actores no profesionales que básicamente se interpretan a si mismos como es el caso del interesante mafioso llamado Dois Mundos – y por ser fiel a la vida que el propio director tuvo ocasión de experimentar durante los tres meses que residió allí para empaparse del ambiente que retrata. Sin embargo, el problema principal de Cidade Baixa es, y perdónenme la franqueza, que está al límite de ser una película pornográfica. Entiéndanme, un servidor no tiene nada contra este género, del que de hecho me confieso bastante asiduo, pero es que la estructura de Cidade Baixa bien podría definirse como: una escena de sexo, pasa algo intrascendente, otra escena de sexo, pasan más cosas intrascendentes, más escenas de sexo con divertidas variantes… y así hasta el infinito, sin que la propuesta llegue nunca a interesar demasiado, tanto por lo previsible del argumento como por lo poco novedoso que aporta. En fin, que Alice Braga está buenísima, sin duda, pero poco más.
Por último, reseñar de forma muy breve – la película no merece mayor comentario – una nueva propuesta chilena, Mujeres Infieles, vista en la sección Rábida Largometrajes. Para lo único que me sirvió esta película fue para reafirmarme en algo que ya mencioné a propósito del comentario de la mucho más estimable La Sagrada Familia: Chile está atravesando un periodo que en cierta forma podría equipararse a los primeros años 80 en España, solo que en el caso de Mujeres Infieles, aquí la equiparación viene dada por el hecho de que, como nosotros por aquel entonces y un poco antes, los chilenos han descubierto el filón que supone hablar de sexo en sus películas – y mostrar abiertamente escenas de cama o desnudos, por gratuitos que puedan resultar - Mujeres Infieles parte de un hecho estadístico curioso (un estudio que afirma que el 62% de las esposas chilenas son o han sido alguna vez infieles a sus maridos) para construir una comedia disparatada que muestra un abanico de situaciones en las que estas infidelidades se llevan a cabo, con curiosas consecuencias que incluso pueden llegar a ser muy dramáticas. Chistes sobre vibradores, sobre la posibilidad de abrir un sex-shop en Santiago, una pareja de investigadores privados gays con una pluma de lo más evidente y algunas set pieces de un gusto bastante dudoso conforman una película flojísima en la que solo hay que destacar la breve presencia – imperativos de la co-producción – de la estimulante actriz española Lucía Jiménez en el papel de chilena emigrada a España y, por lo tanto, mucho más desinhibida en estas cuestiones que sus compañeras de reparto, y un bellezón impresionante que responde al nombre de Viviana Rodríguez (los fans de las telenovelas, que no es mi caso, puede que la recuerden de la serie Machos) que, lo confieso, fueron las dos únicas razones que impidieron que huyera despavorido de la sala. Y mira que hemos visto buen cine chileno en este festival, pero esta película debe ser la excepción que confirma la regla…
Mañana veré las dos últimas películas de la Sección Oficial del Festival – la argentina Dar de Nuevo y la colombiana El Trato – e intentaré enviarles mis preferencias sobre el palmarés que se leerá el sábado a las 13:00, aunque ya de antemano les aviso que la cosa este año va a estar de lo más complicada: como un servidor ve muchas películas sentado cerca de los miembros del Jurado, puedo asegurarles que no parece haber una clara favorita que haya gozado del consenso general – cosa que se corresponde con mi opinión, por cierto – como pasó el año pasado con Whisky, por lo que entre eso y la lógica diversidad de las personas que forman el Jurado (mañana si puedo les hablaré un poco de ellos) la cosa se presenta de lo más incierto y abierto.
Los huesos del Ché se mueven y el sexo se apodera del Festival.
Di Buen Día a Papá es una bienintencionada pero bastante desigual producción boliviana (debe ser la primera película boliviana que veo en mi vida) que gira en torno a un personaje mítico al que el cine se ha acercado numerosas veces en los últimos años, Ernesto Ché Guevara. Bueno, para ser exactos, Di Buen Día a Papá – frase en clave con la que se ordenó la ejecución del guerrillero revolucionario cuando fue finalmente atrapado por el ejército boliviano – gira en torno a los habitantes de Villa Grande, el pueblo donde fueron trasladados los restos del Ché, expuestos al público y a los fotógrafos durante unas cuantas horas en una modesta lavandería – lo que dio la oportunidad de que existieran multitud de documentos gráficos que inmortalizaron su muerte – y enterrados en un lugar desconocido durante aproximadamente 30 años, hasta que fueron exhumados y devueltos a sus familiares en 1997. En aquella búsqueda de sus restos que atrajó la atención internacional sobre aquel pequeño pueblo andino se encontraban presentes realizando un documental sobre el proceso el director de la película Fernando Vargas y su esposa, la guionista Verónica Córdova. Y fue hablando con la gente del lugar, que a lo largo de esas tres décadas habían tenido tiempo de crear toda una serie de leyendas en torno al supuesto carácter milagroso de los restos del Ché, mitos basados en parte en creencias que vienen de las épocas precolombinas – como que el alma de una persona que muere violentamente antes de su tiempo se convierte en un alma perdida que deambula por donde se hallan sus restos realizando milagros – o incluso supersticiones – la famosa ‘Maldición del Ché’ que sirvió durante mucho tiempo para explicar el gran número de muertes que se produjo en los años siguientes a la ejecución de Ernesto Guevara entre los militares que participaron o tuvieron alguna relación con aquel hecho – que la pareja se dio cuenta de que ahí había una historia después de La Historia, es decir, una película basada en la gente que vive en aquel pueblo, cuya vida se vio condicionada por ser durante tres décadas el lugar de descanso de los restos de esa figura mítica, que no en vano ha alcanzado en toda América Latina una aureola de santidad que posiblemente no le hubiera hecho ninguna gracia al propio interesado.
La estructura del guión de Di Buen Día a Papá es quizás uno de los puntos más destacados de una película a la que posiblemente le perjudica un exceso de tramas que resolver en su esfuerzo por hacer el retrato generacional de una familia del pueblo que sirve de hilo conductor a la película. Tras un prólogo en el que somos testigos fuera de campo de la ejecución del Ché en La Higuera y el traslado de sus restos en helicóptero a Villa Grande en 1967, la película se estructura en cuatro bloques temporales que tienen la particularidad de viajar hacia atrás en el tiempo: Los Huesos, en 1997, narra la búsqueda de los restos y los esfuerzos de los habitantes del pueblo por impedir que se lleven de allí los restos del Ché; Las Promesas, en 1987, nos cuenta la historia de Ángeles, la más joven de esa familia compuesta de tres mujeres que protagoniza el filme, y su novio Bienvenido cuyas vidas se verán alteradas por la llegada a Villagrande de una expedición de universitarios de varios países que quieren conmemorar en el pueblo el veinte aniversario de la muerte del Ché; Las Cartas, en 1977, cuenta la historia de la famosa Maldición del Ché y una serie de cartas en cadena que colaboraron a alimentar la conversión del Ché en un santito popular al que se le rendía culto religioso y por último, Las Manos, en 1967, cuenta la llegada de los restos del Ché a Villagrande y como afectó de forma inevitable a los habitantes del pueblo, para culminar en un epílogo de vuelta en 1997 que concluye la historia.
Decía al principio que Di Buen Día a Papá es una película sin duda ambiciosa y bienintencionada, pero desigual. Y lo es porque sin ningún género de dudas su planteamiento es original y digno de alabanza. No resulta fácil acercarse a una figura tan mítica como la del Ché y mucho menos hacerlo desde la perspectiva esquinada de esos personajes que en realidad no tenían la más mínima noción de quien era aquel hombre y lo que representaba cuando llegó a Villagrande, pero cuya presencia afectó a sus vidas de forma definitiva. Si tenemos en cuenta que la película ha sido rodada en los lugares originarios de la historia, poniendo un exquisito cuidado en ser riguroso con lo que hasta ahora se sabe de la muerte del Ché, que las actuaciones cumplen con su objetivo – en especial la estupenda Isabel santos en el papel de la matriarca de la familia – y que el trabajo de dirección y puesta en escena es elegante y sin aspavientos ¿qué es lo que falla en la película? Para mi el problema está en que la mayor parte de las cosas que les suceden a esa familia a través de la cual se cuenta la historia me interesa mucho menos que todo lo que verdaderamente se acerca a los hechos históricos, quizás porque varias de las tramas – la mujer que espera en vano treinta años a que vuelva el soldado que la dejó embarazada, la hija rebelde que ve en los universitarios una posibilidad de abrirse al mundo, la madre que empieza renegando del Ché y acaba convirtiéndole en un santito más… - aun necesarias para contar el argumento, hacen de Di Buen Día a Papá una película alargada de forma innecesaria y un tanto pesada, irregular por cuanto tanto el primer episodio como el último – es decir los más directamente relacionados con la muerte del Ché, la exhibición de su restos y la exhumación de los mismos - están mucho más logrados (e interesan mucho más) que los que componen el tramo central de la película, por lo que se corre el riesgo de provocar un cierto aburrimiento en el espectador antes de llegar a la resolución del filme. Tampoco ayuda una BSO a menudo inadecuada (¡por Dios, esos violines entrando en las escenas más arrobadas!) ni el extraño empeño en que nos creamos que Paola Ríos puede interpretar al mismo personaje durante los treinta años que abarcan la historia sin apenas demostrar cambios físicos apreciables. Pero tampoco conviene cebarse demasiado en estos detalles y es preciso reconocer el mérito que tiene una producción de estas características en un país con tan poca tradición como Bolivia, sobre todo porque el filme contiene varios aciertos – la forma de presentar el proceso que convierte al Ché en un mito popular, o que éste no sea visualizado al completo en ningún momento, sino solo a través de fotos o de partes de su cuerpo, como las manos, sin que por ello se descuide en absoluto un exquisito cuidado por la reconstrucción histórica de los hechos – y elementos que permiten pensar que independientemente de los éxitos internacionales que pueda tener la película, preseleccionada para el Goya a la Mejor película de Habla No Inglesa y representante de Bolivia para el Oscar, sería interesante seguir en el futuro la carrera de este joven realizador, Fernando Vargas, que si de algo ha dado muestras en esta su opera prima es de ser un director con cierto gusto por el riesgo. Por cierto, un detalle que no conviene dejar de lado es que Di Buen día a Papá es la segunda producción – tras la chilena Mi Mejor Enemigo – que concursa en el Festival que ha contado con el director argentino Pablo Trapero (autor de las estupendas Mundo Grúa, El Bonaerense y Familia Rodante) en su faceta menos conocida, pero enormemente valiosa, de productor, que está permitiendo a nuevos talentos del cine latinoamericano poner en marcha sus proyectos.
En las antípodas de la película boliviana está Cidade Baixa, segunda película brasileña a concurso de un Festival del que ya hemos dicho que este año tiene bastante acierto carioca. Sergio Machado, guionista y ayudante de dirección en algunos de los últimos éxitos internacionales del cine brasileño como Estación Central de Brasil o Madame Sata, debuta en la dirección de la mano de su amigo y cómplice Walter Salles – otro que, como Pablo Trapero, parece muy interesado a través de la producción en colaborar al desarrollo de las cinematografías sudamericanas – con una película que pretende, según explicó en rueda de prensa “de dar a conocer mejor a los jóvenes menores de 20 años que provienen de las clases más pobres de Brasil”. La Ciudad Baja del título se refiere a Salvador de Bahía, una urbe dividida entre la parte alta, donde viven los más acomodados, y la zona de la ciudad donde están los más desfavorecidos, donde se desarrolla esta historia que es algo así como un menage a trois bastante subidito de tono, con profusión de escenas de sexo y un tanto comercialota, que pese a subir bastante la temperatura de la sala donde se proyectaba, no llegó a interesarme nunca en exceso. Deco y Naldinho, dos jóvenes amigos desde la infancia que son como hermanos, uno negro y otro blanco, se encuentran por casualidad a Karinna, una muy sensual joven – despampanante Alice Braga en su primer papel protagonista – que quiere llegar a Salvador de Bahia para ganarse la vida como bailarina de striptease (bueno, como prostituta, para que vamos a andarnos con sutilezas). Los chicos la llevan en su barco a cambio de los consiguientes favores sexuales, pero un incidente desafortunado en el que uno de los chicos queda gravemente herido les une en una peripecia que refuerza sus lazos de amistad… y de algo más, pues ambos acaban enamorados de la chica, cosa que no es de extrañar ya que, como la película se encarga de dejar bien claro (demasiado), la moza es una auténtica máquina de follar a la que no le cuesta mucho trabajo enganchar a ambos amigos, que por supuesto acabarán enfrentándose por su amor ya que, como demostró Truffaut hace muchos años con Jules y Jim – perdón por la blasfemia de traerle a colación – los triángulos amorosos nunca funcionan del todo.
A favor de Cidade Baixa hay que decir que está bien interpretada por todos los vértices del triángulo – que Lázaro Ramos y Wagner Moura sean, además de actores, íntimos amigos fuera de la pantalla, ayuda no poco en la química excelente que hay entre ambos y Alice Braga cumple bien en un papel de lo más exigente, en todos los sentidos – y que la película está en líneas generales bien realizada, un poco con ese estilo directo que ya hemos podido ver en recientes películas brasileñas tipo Ciudad de Dios o Estación Central de Brasil, que muestra la realidad de una forma quizás demasiado frenética en momentos puntuales pero muy preocupada por el realismo – tanto que, como sucedía en la película boliviana, hay multitud de personajes que están interpretados por actores no profesionales que básicamente se interpretan a si mismos como es el caso del interesante mafioso llamado Dois Mundos – y por ser fiel a la vida que el propio director tuvo ocasión de experimentar durante los tres meses que residió allí para empaparse del ambiente que retrata. Sin embargo, el problema principal de Cidade Baixa es, y perdónenme la franqueza, que está al límite de ser una película pornográfica. Entiéndanme, un servidor no tiene nada contra este género, del que de hecho me confieso bastante asiduo, pero es que la estructura de Cidade Baixa bien podría definirse como: una escena de sexo, pasa algo intrascendente, otra escena de sexo, pasan más cosas intrascendentes, más escenas de sexo con divertidas variantes… y así hasta el infinito, sin que la propuesta llegue nunca a interesar demasiado, tanto por lo previsible del argumento como por lo poco novedoso que aporta. En fin, que Alice Braga está buenísima, sin duda, pero poco más.
Por último, reseñar de forma muy breve – la película no merece mayor comentario – una nueva propuesta chilena, Mujeres Infieles, vista en la sección Rábida Largometrajes. Para lo único que me sirvió esta película fue para reafirmarme en algo que ya mencioné a propósito del comentario de la mucho más estimable La Sagrada Familia: Chile está atravesando un periodo que en cierta forma podría equipararse a los primeros años 80 en España, solo que en el caso de Mujeres Infieles, aquí la equiparación viene dada por el hecho de que, como nosotros por aquel entonces y un poco antes, los chilenos han descubierto el filón que supone hablar de sexo en sus películas – y mostrar abiertamente escenas de cama o desnudos, por gratuitos que puedan resultar - Mujeres Infieles parte de un hecho estadístico curioso (un estudio que afirma que el 62% de las esposas chilenas son o han sido alguna vez infieles a sus maridos) para construir una comedia disparatada que muestra un abanico de situaciones en las que estas infidelidades se llevan a cabo, con curiosas consecuencias que incluso pueden llegar a ser muy dramáticas. Chistes sobre vibradores, sobre la posibilidad de abrir un sex-shop en Santiago, una pareja de investigadores privados gays con una pluma de lo más evidente y algunas set pieces de un gusto bastante dudoso conforman una película flojísima en la que solo hay que destacar la breve presencia – imperativos de la co-producción – de la estimulante actriz española Lucía Jiménez en el papel de chilena emigrada a España y, por lo tanto, mucho más desinhibida en estas cuestiones que sus compañeras de reparto, y un bellezón impresionante que responde al nombre de Viviana Rodríguez (los fans de las telenovelas, que no es mi caso, puede que la recuerden de la serie Machos) que, lo confieso, fueron las dos únicas razones que impidieron que huyera despavorido de la sala. Y mira que hemos visto buen cine chileno en este festival, pero esta película debe ser la excepción que confirma la regla…
Mañana veré las dos últimas películas de la Sección Oficial del Festival – la argentina Dar de Nuevo y la colombiana El Trato – e intentaré enviarles mis preferencias sobre el palmarés que se leerá el sábado a las 13:00, aunque ya de antemano les aviso que la cosa este año va a estar de lo más complicada: como un servidor ve muchas películas sentado cerca de los miembros del Jurado, puedo asegurarles que no parece haber una clara favorita que haya gozado del consenso general – cosa que se corresponde con mi opinión, por cierto – como pasó el año pasado con Whisky, por lo que entre eso y la lógica diversidad de las personas que forman el Jurado (mañana si puedo les hablaré un poco de ellos) la cosa se presenta de lo más incierto y abierto.
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