Huelva, Crónica 6. Cobertura del 31 Festival de Cine Iberoamericano para La Butaca.Net. David Garrido Bazán. Todos los Derechos Reservados
- Yo creo que te estas equivocando – me respondía en plena rueda de prensa el director de la película argentina Dar de Nuevo, Atilio Perin – El Jorge Maronna por el que vos estas preguntando no es el comisario, sino el tipo que idea el plan. Y no es el miembro de Les Luthiers…
La verdad es que no sabía donde meterme. Acababa de preguntarle como había conseguido que un miembro de Les Luthiers participara como actor en su película. Estaba absolutamente convencido que el papel del comisario de la película lo hacía el percusionista del famoso grupo argentino (el del bigote, para entendernos) y que había seguido así los pasos de Marcos Mundstock (el calvo, para entendernos) al que hemos podido ver en pequeños papeles en películas como Roma, No Sos Vos, Soy Yo o Señora Beba. Y el caso es que estaba seguro de que Jorge Maronna era un miembro de Les Luthiers…
- En cualquier caso, consolate: no sos el primero que se equivoca – me decía divertido Atilio Perin, viendo mi cara de desconcierto – Ya hubo unos cuantos en mi país que vieron la película y cometieron el mismo error ¿Y sabés lo más gracioso? Que efectivamente hay un Jorge Maronna en Les Luthiers y, para colmo, es primo hermano del que sale en mi película… pero la gente siempre se equivoca con el comisario, y no con él…
La conversación se estaba volviendo algo surrealista. Y más para los que no tengan ni remota idea de quien son Les Luthiers, así que pasamos a seguir comentando otros aspectos de su película. Dar de Nuevo es una de esas comedias con cierto trasfondo social a la que tan aficionados son los argentinos. De hecho, uno de los principales problemas de la película, que narra como cuatro viejecitos jubilados que viven en un pequeño pueblo del interior de la pampa planean y ejecutan un chapucero secuestro del que es víctima un joven y exitoso empresario, es que resulta demasiado argentina, en el sentido de que tiene un carácter tan localista que su propio director duda de las posibilidades comerciales de su obra incluso en su país donde aun no se ha estrenado tras un proceso laborioso que le ha llevado seis años para terminar el proyecto. Rodada con actores desconocidos, todos ellos provenientes del teatro – medio del que procede el director – Dar de Nuevo es una especie de homenaje a esa generación de viejos que han vivido el peronismo, la dictadura y el liberalismo desaforado de Carlos Menem, esos mismos que fueron los primeros en echarse a la calle cuando vieron venir, mucho antes que nadie, lo que luego sería el famoso Corralito. Esta generación de resistentes, de gente que no tiene un mango para sobrevivir pero que jamás perdió el sentido del humor son los mismos que eran capaces de robarse un tren en aquella película uruguayo-argentina llamada Corazón de Fuego (aquí fue El Último Tren) y que aquí sacan adelante como pueden un secuestro surrealista en el que se ven obligados a usar de forma constante unas cachondas máscaras de goma (Mickey, Donald, Frankenstein… y Catwoman) para que su invitado no les reconozca.
Dar de Nuevo parte de una idea que podría haber dado para un excelente cortometraje, pero que en ningún caso puede estirarse tanto como para sostener un largometraje, por muy simpáticos que nos resulten los viejitos protagonistas o el comisario que los persigue. Es lo que ocurre con una película que se inspira en una conversación real de la que el director fue testigo en un bar cuando cuatro jubilados hartos de jugar al Truco – algo así como el Mus por aquellos lares – juguetean con la disparatada idea de que dado que ya no tienen nada que perder (“Al menos si me meten en la cárcel, me dan de comer todos los días” – dice en un momento dado uno de los personajes) bien podrían intentar un golpe de mano: como idea está bien, como largometraje llevado a la práctica pues no funciona. Eso si, al menos, como nos explicó el director en rueda de prensa, la película ha servido para que cuatro o cinco actores veteranos de teatro, sin experiencia cinematográfica previa – algo que sin duda se nota en el filme: no llega al extremo del famoso “¡Señorito!” que soltaba a pleno pulmón Fernando Fernán Gomez en El Viaje a Ninguna Parte cuando su personaje, un actor de teatro de toda la vida, se enfrentaba por primera vez al cine, pero casi – ahora trabajan regularmente en el cine y la televisión, haciendo al menos una película al año. Solo por eso, ya ha valido la pena.
La imagen que tenemos asociada en Europa de Colombia es casi imposible de cambiar: cocaína, narcotráfico, guerrilla, delincuencia, carteles… A menudo los propios medios de los países occidentales alimentan esta imagen que uno no duda que tenga visos de realidad pero que, al igual que España nunca fue solo flamenco, toros, mujeres en traje de luces y panderetas, es una visión ciertamente estrecha. Un ejemplo evidente de ello es un hecho real que ocurrió hace unos años en el Reino Unido: un equipo de rodaje inglés hizo un documental en Colombia sobre el tráfico de drogas, más concretamente sobre como las mafias usaban a las mulas – ya saben, esas personas capaces de llevar en su interior unas cuantas decenas de pepitas rellenas de cocaína: los que hayan visto María Llena Eres de Gracia ya saben de sobra de lo que va el tema – para introducir la cocaína en Inglaterra. El documental, que seguía de cerca el viaje de una de estas mulas y estaba repleto de imágenes impactantes, fue un éxito arrollador en todo el Reino Unido e incluso se vendió a otros países… hasta que se descubrió que todo el documental era completamente falso: los autores del mismo contrataron a colombianos para que se hicieran pasar por narcotraficantes, mulas, blanqueadores de dinero de forma convincente. El montaje, que fue descubierto por un diario inglés, provocó un enorme escándalo e inspiró al veteranísimo director colombiano Francisco Norden para, partiendo de ese hecho, rodar El Trato, una película que pretende ser una especie de comedia social que en un tono ligero, trata de describir cierta idiosincrasia colombiana.
Bueno, el tema es interesante, pero la película es un completo y absoluto desastre que no hay por donde cogerla. En ella nada tiene demasiado sentido, los personajes y situaciones se suceden de forma atropellada, confusa, saltando constantemente y haciendo que la acción avance a trompicones. No menos de veinte personajes se acumulan en esta historia carente del más mínimo sentido del ritmo en la que no hay una estructura ni un tono definido y a la que no salvan ni alguno de sus pintorescos seres que aparecen por la pantalla que, dicho sea de paso, si su principal objetivo era desdramatizar y luchar contra el tópico que pasa por nuestras mentes cada vez que pensamos en Colombia, consigue exactamente lo contrario. Ni tan siquiera ese mafiosillo con aires de grandeza y sueños de fama que atiende al exótico nombre de John Maria – que por su candidez proporciona un par de escenas mínimamente divertidas, un par de gotas de agua en un océano de aburrimiento generalizado – consigue despertar al espectador de su amodorramiento en la que sin duda es la peor película de la Sección Oficial (¿no podían haber elegido otra para cerrar el concurso que ésta?) y cuya presencia solo se justifica por el hecho de que la mayor parte de las películas de la sección Rábida largometrajes o bien ya habían estado en otros festivales o bien eran de la misma nacionalidad que otras de las películas a concurso en la Sección Oficial. Lo que si era algo bastante penoso era ver como todos y cada uno de los que estábamos acreditados en el festival, ya fuéramos prensa, invitados o directores de otras películas, esquivábamos a la salida de la proyección a Francisco Norden, un señor tan mayor – lleva en esto más de medio siglo – tan agradable, tan educado y tan respetuoso que cualquiera reunía el coraje de decirle que su película era desastrosa. Confieso que solo pensar en la posibilidad de que el director, con el que había departido amigablemente antes de ver su filme, me preguntara por mi opinión sobre el filme me hacía sentirme tan sumamente violento que, a diferencia de lo que he podido hacer con naturalidad con otros de los directores presentes en Huelva, evité de forma más que consciente encontrarme con él a la salida. Se que no es nada loable pero, que quieren que les diga, hay veces que es mejor callarse lo que uno piensa.
Y con estas dos películas damos por cerrada la Sección Oficial. A apenas un par de horas de que el Jurado presidido por la escritora Laura Esquivel – un encanto de mujer – y compuesto por los directores Eduardo Mignona (Sol de Otoño, El Faro del Sur, La Fuga, Cleopatra, El Viento… un estupendo director, vaya); Pablo Stoll (uno de los dos jóvenes directores de 25 Watts y la gran ganadora del año pasado, Whisky, mucho más joven que el resto del Jurado); Roberto Bodegas (el autor de Matar al Nani y del primer documental que se hizo sobre Ramón Sampedro, mucho antes de Mar Adentro, un señor de 72 años ya de lo más agradable que actualmente imparte un master de dirección en la escuela de Ciencias de la información de Madrid); Paulo Thiago (autor del documental de Bossa Nova Coisa Mais Linda de la que les hablé hace unos días y que cada vez que me ve me dice que va a pensarse muy seriamente lo del tema de subtitular las canciones en español… o en portugués); el crítico de cine ahora ya jubilado Jose Ramón Rey, un tipo de lo más cáustico y divertido con una amplia trayectoria en Radio y prensa que está de vuelta de todo y con el que es una verdadera lástima no poder hablar de las películas de la Sección oficial) y la directora del latino Film Festival de Los Ángeles Marlene Dermer, que aunque ha estado ausente todo el Festival llegó ayer después de haber visto todas las películas (en DVD, que remedio) para las deliberaciones. A saber que saldrá de un Jurado tan descompensado (¿cuatro directores sobre siete miembros y ningún actor?) pero mis votos particulares – ojo, lo que yo daría, no lo que creo que va a salir - queda como sigue:
Colón de Oro a la Mejor Película: Mi Mejor Enemigo, Chile
Premio Especial del Jurado: La última Luna, de Miguel Littin, Chile
Colón de Plata a la Mejor Dirección: Jorge Ramírez, por Conejo en la Luna
Colón de Plata a la Mejor Actriz: Yoima Valdés, por Agua con Sal
Colón de Plata al Mejor Actor: Aimann Abulozof, por La Última Luna
Colón de Plata al Mejor guión: Di Buen Día a Papá, de Verónica Córdova y Fernando Vargas
Colón de Plata a la Mejor Fotografía: Cidade Baixa, Toca Seabra
Colón de Plata a la Mejor Película Novel: Conejo en la Luna de Jorge Ramirez, Mexico
Y luego ocurrirá lo de siempre, que no acertaré ni el complementario. Mañana les cuento como ha ido el palmarés y el revuelo que ha organizado – sobre todo entre el personal femenino – la presencia en Huelva del excelente actor argentino Leonardo Sbaraglia, premio Ciudad de Huelva y motivo de un libro de entrevistas escrito por el director del programa de cine de Radio 3 Javier Tolentino. Con permiso de la resaca, claro…
- Yo creo que te estas equivocando – me respondía en plena rueda de prensa el director de la película argentina Dar de Nuevo, Atilio Perin – El Jorge Maronna por el que vos estas preguntando no es el comisario, sino el tipo que idea el plan. Y no es el miembro de Les Luthiers…
La verdad es que no sabía donde meterme. Acababa de preguntarle como había conseguido que un miembro de Les Luthiers participara como actor en su película. Estaba absolutamente convencido que el papel del comisario de la película lo hacía el percusionista del famoso grupo argentino (el del bigote, para entendernos) y que había seguido así los pasos de Marcos Mundstock (el calvo, para entendernos) al que hemos podido ver en pequeños papeles en películas como Roma, No Sos Vos, Soy Yo o Señora Beba. Y el caso es que estaba seguro de que Jorge Maronna era un miembro de Les Luthiers…
- En cualquier caso, consolate: no sos el primero que se equivoca – me decía divertido Atilio Perin, viendo mi cara de desconcierto – Ya hubo unos cuantos en mi país que vieron la película y cometieron el mismo error ¿Y sabés lo más gracioso? Que efectivamente hay un Jorge Maronna en Les Luthiers y, para colmo, es primo hermano del que sale en mi película… pero la gente siempre se equivoca con el comisario, y no con él…
La conversación se estaba volviendo algo surrealista. Y más para los que no tengan ni remota idea de quien son Les Luthiers, así que pasamos a seguir comentando otros aspectos de su película. Dar de Nuevo es una de esas comedias con cierto trasfondo social a la que tan aficionados son los argentinos. De hecho, uno de los principales problemas de la película, que narra como cuatro viejecitos jubilados que viven en un pequeño pueblo del interior de la pampa planean y ejecutan un chapucero secuestro del que es víctima un joven y exitoso empresario, es que resulta demasiado argentina, en el sentido de que tiene un carácter tan localista que su propio director duda de las posibilidades comerciales de su obra incluso en su país donde aun no se ha estrenado tras un proceso laborioso que le ha llevado seis años para terminar el proyecto. Rodada con actores desconocidos, todos ellos provenientes del teatro – medio del que procede el director – Dar de Nuevo es una especie de homenaje a esa generación de viejos que han vivido el peronismo, la dictadura y el liberalismo desaforado de Carlos Menem, esos mismos que fueron los primeros en echarse a la calle cuando vieron venir, mucho antes que nadie, lo que luego sería el famoso Corralito. Esta generación de resistentes, de gente que no tiene un mango para sobrevivir pero que jamás perdió el sentido del humor son los mismos que eran capaces de robarse un tren en aquella película uruguayo-argentina llamada Corazón de Fuego (aquí fue El Último Tren) y que aquí sacan adelante como pueden un secuestro surrealista en el que se ven obligados a usar de forma constante unas cachondas máscaras de goma (Mickey, Donald, Frankenstein… y Catwoman) para que su invitado no les reconozca.
Dar de Nuevo parte de una idea que podría haber dado para un excelente cortometraje, pero que en ningún caso puede estirarse tanto como para sostener un largometraje, por muy simpáticos que nos resulten los viejitos protagonistas o el comisario que los persigue. Es lo que ocurre con una película que se inspira en una conversación real de la que el director fue testigo en un bar cuando cuatro jubilados hartos de jugar al Truco – algo así como el Mus por aquellos lares – juguetean con la disparatada idea de que dado que ya no tienen nada que perder (“Al menos si me meten en la cárcel, me dan de comer todos los días” – dice en un momento dado uno de los personajes) bien podrían intentar un golpe de mano: como idea está bien, como largometraje llevado a la práctica pues no funciona. Eso si, al menos, como nos explicó el director en rueda de prensa, la película ha servido para que cuatro o cinco actores veteranos de teatro, sin experiencia cinematográfica previa – algo que sin duda se nota en el filme: no llega al extremo del famoso “¡Señorito!” que soltaba a pleno pulmón Fernando Fernán Gomez en El Viaje a Ninguna Parte cuando su personaje, un actor de teatro de toda la vida, se enfrentaba por primera vez al cine, pero casi – ahora trabajan regularmente en el cine y la televisión, haciendo al menos una película al año. Solo por eso, ya ha valido la pena.
La imagen que tenemos asociada en Europa de Colombia es casi imposible de cambiar: cocaína, narcotráfico, guerrilla, delincuencia, carteles… A menudo los propios medios de los países occidentales alimentan esta imagen que uno no duda que tenga visos de realidad pero que, al igual que España nunca fue solo flamenco, toros, mujeres en traje de luces y panderetas, es una visión ciertamente estrecha. Un ejemplo evidente de ello es un hecho real que ocurrió hace unos años en el Reino Unido: un equipo de rodaje inglés hizo un documental en Colombia sobre el tráfico de drogas, más concretamente sobre como las mafias usaban a las mulas – ya saben, esas personas capaces de llevar en su interior unas cuantas decenas de pepitas rellenas de cocaína: los que hayan visto María Llena Eres de Gracia ya saben de sobra de lo que va el tema – para introducir la cocaína en Inglaterra. El documental, que seguía de cerca el viaje de una de estas mulas y estaba repleto de imágenes impactantes, fue un éxito arrollador en todo el Reino Unido e incluso se vendió a otros países… hasta que se descubrió que todo el documental era completamente falso: los autores del mismo contrataron a colombianos para que se hicieran pasar por narcotraficantes, mulas, blanqueadores de dinero de forma convincente. El montaje, que fue descubierto por un diario inglés, provocó un enorme escándalo e inspiró al veteranísimo director colombiano Francisco Norden para, partiendo de ese hecho, rodar El Trato, una película que pretende ser una especie de comedia social que en un tono ligero, trata de describir cierta idiosincrasia colombiana.
Bueno, el tema es interesante, pero la película es un completo y absoluto desastre que no hay por donde cogerla. En ella nada tiene demasiado sentido, los personajes y situaciones se suceden de forma atropellada, confusa, saltando constantemente y haciendo que la acción avance a trompicones. No menos de veinte personajes se acumulan en esta historia carente del más mínimo sentido del ritmo en la que no hay una estructura ni un tono definido y a la que no salvan ni alguno de sus pintorescos seres que aparecen por la pantalla que, dicho sea de paso, si su principal objetivo era desdramatizar y luchar contra el tópico que pasa por nuestras mentes cada vez que pensamos en Colombia, consigue exactamente lo contrario. Ni tan siquiera ese mafiosillo con aires de grandeza y sueños de fama que atiende al exótico nombre de John Maria – que por su candidez proporciona un par de escenas mínimamente divertidas, un par de gotas de agua en un océano de aburrimiento generalizado – consigue despertar al espectador de su amodorramiento en la que sin duda es la peor película de la Sección Oficial (¿no podían haber elegido otra para cerrar el concurso que ésta?) y cuya presencia solo se justifica por el hecho de que la mayor parte de las películas de la sección Rábida largometrajes o bien ya habían estado en otros festivales o bien eran de la misma nacionalidad que otras de las películas a concurso en la Sección Oficial. Lo que si era algo bastante penoso era ver como todos y cada uno de los que estábamos acreditados en el festival, ya fuéramos prensa, invitados o directores de otras películas, esquivábamos a la salida de la proyección a Francisco Norden, un señor tan mayor – lleva en esto más de medio siglo – tan agradable, tan educado y tan respetuoso que cualquiera reunía el coraje de decirle que su película era desastrosa. Confieso que solo pensar en la posibilidad de que el director, con el que había departido amigablemente antes de ver su filme, me preguntara por mi opinión sobre el filme me hacía sentirme tan sumamente violento que, a diferencia de lo que he podido hacer con naturalidad con otros de los directores presentes en Huelva, evité de forma más que consciente encontrarme con él a la salida. Se que no es nada loable pero, que quieren que les diga, hay veces que es mejor callarse lo que uno piensa.
Y con estas dos películas damos por cerrada la Sección Oficial. A apenas un par de horas de que el Jurado presidido por la escritora Laura Esquivel – un encanto de mujer – y compuesto por los directores Eduardo Mignona (Sol de Otoño, El Faro del Sur, La Fuga, Cleopatra, El Viento… un estupendo director, vaya); Pablo Stoll (uno de los dos jóvenes directores de 25 Watts y la gran ganadora del año pasado, Whisky, mucho más joven que el resto del Jurado); Roberto Bodegas (el autor de Matar al Nani y del primer documental que se hizo sobre Ramón Sampedro, mucho antes de Mar Adentro, un señor de 72 años ya de lo más agradable que actualmente imparte un master de dirección en la escuela de Ciencias de la información de Madrid); Paulo Thiago (autor del documental de Bossa Nova Coisa Mais Linda de la que les hablé hace unos días y que cada vez que me ve me dice que va a pensarse muy seriamente lo del tema de subtitular las canciones en español… o en portugués); el crítico de cine ahora ya jubilado Jose Ramón Rey, un tipo de lo más cáustico y divertido con una amplia trayectoria en Radio y prensa que está de vuelta de todo y con el que es una verdadera lástima no poder hablar de las películas de la Sección oficial) y la directora del latino Film Festival de Los Ángeles Marlene Dermer, que aunque ha estado ausente todo el Festival llegó ayer después de haber visto todas las películas (en DVD, que remedio) para las deliberaciones. A saber que saldrá de un Jurado tan descompensado (¿cuatro directores sobre siete miembros y ningún actor?) pero mis votos particulares – ojo, lo que yo daría, no lo que creo que va a salir - queda como sigue:
Colón de Oro a la Mejor Película: Mi Mejor Enemigo, Chile
Premio Especial del Jurado: La última Luna, de Miguel Littin, Chile
Colón de Plata a la Mejor Dirección: Jorge Ramírez, por Conejo en la Luna
Colón de Plata a la Mejor Actriz: Yoima Valdés, por Agua con Sal
Colón de Plata al Mejor Actor: Aimann Abulozof, por La Última Luna
Colón de Plata al Mejor guión: Di Buen Día a Papá, de Verónica Córdova y Fernando Vargas
Colón de Plata a la Mejor Fotografía: Cidade Baixa, Toca Seabra
Colón de Plata a la Mejor Película Novel: Conejo en la Luna de Jorge Ramirez, Mexico
Y luego ocurrirá lo de siempre, que no acertaré ni el complementario. Mañana les cuento como ha ido el palmarés y el revuelo que ha organizado – sobre todo entre el personal femenino – la presencia en Huelva del excelente actor argentino Leonardo Sbaraglia, premio Ciudad de Huelva y motivo de un libro de entrevistas escrito por el director del programa de cine de Radio 3 Javier Tolentino. Con permiso de la resaca, claro…
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