MIÉRCOLES 28: Mientras veo la entretenida LA INTÉRPRETE, no puedo evitar que cruce un pensamiento por mi mente: esta trama de conspiraciones y juegos de apariencias que se desarrolla en un país africano inventado para la ocasión es lo máximo que Hollywood parece poder permitirse hoy en día en materia de thriller político. No deja de ser un poco penoso que el autor de películas tan comprometidas en el sentido más liberal del término como Los Tres Días del Cóndor o Tal Como Éramos se vea reducido a esto, aunque la defensa a ultranza que hace de la ONU como institución sea de lo más estimable. Los puntos fuertes de la película son una notable utilización del suspense (la trama guarda no pocos parecidos con referentes tan inequívocamente hitchcockianos como El Hombre que Sabía Demasiado) y una planificación y un montaje exquisitos que, en combinación con una puesta en escena tan sobria como eficaz - atención a la espléndida secuencia doble que culmina en el autobús, un prodigio de planificación y de dominio del tempo cinematográfico - , ayudan a desarrollar la verdadera historia de la película: como en muchas de las obras precedentes de Pollack, la columna vertebral de La Intérprete no es la trama conspirativa ni tan siquiera los secretos que se esconden tras el esquivo personaje de Nicole Kidman, sino esa historia de amor imposible que se establece entre dos espíritus ciertamente heridos (magnífica idea de guión esa de las llamadas telefónicas desde el bar con la música de fondo que el personaje de Sean Penn luego escucha en su casa tras el último mensaje de despedida de su esposa, recientemente fallecida en accidente de tráfico… con su amante o la secuencia de la conversación telefónica nocturna) abrumados por los sentimientos de culpa y ansiosos a la vez de conseguir justicia. La intriga se sigue con interés porque, caramba, el espectador quiere saber que va a pasar con estos dos personajes bien construidos desde dos interpretaciones sobrias de Kidman y Penn, aunque sin demasiada química entre ellos. Está sin duda lejos de obras mayores del cineasta como Memorias de África, Ausencia de Malicia o Yakuza, pero por lo menos ayuda a olvidar un poco desatinos recientes como la horrenda Caprichos del Destino y la sin duda innecesaria Sabrina, estando más cercana en ritmo y estilo a la también entretenida La Tapadera. Lo que si queda es la sensación de que la película, con su atropellado final, no llega al nivel que si tiene su prometedor inicio y, sobre todo, el regusto amargo de saber que la vitalidad y libertad de los años 70 ya no volverán y que cineastas como Alan J. Pakula o el mismo Pollack en sus inicios no tienen sucesores por ningún lado. Y no es que el mundo no les necesite: más bien todo lo contrario. Solo Jonathan Demme, con su interesante remake de El Mensajero del Miedo, se ha atrevido en los últimos tiempos a tratar de aunar comercialidad y cine de denuncia política, con flojos resultados de taquilla. Que tiempos estos que nos ha tocado vivir…
PD: Se supone que hoy dia 28 sale a la venta el DVD de la magnífica Hierro 3, de Kim Ki Duk, mi película favorita en lo que va de 2005. Por si alguien se lo compra, que sepa que la frase de la portada de la carátula “Pura Poesía Visual” La Butaca.Net pertenece a la crítica "La Casa vacía y el alma desocupada" que en su momento escribí de ella. Como ya pasara con el DVD de 2046 de Wong Kar Wai, la distribuidora no se ha molestado en poner mi nombre, lo que no deja de ser frustrante. Al menos yo se que es mía. Y ahora vosotros también, que coño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario