lunes, octubre 24, 2005

SEMINCI, Crónica 2: La Dignidad de los Nadies, La Espada Oculta

(David Garrido Bazán. Cobertura de La Butaca.Net de la 50 Edición de la Seminci. Todos los derechos reservados)
- Pero, ¿de verdad es tan buena como dicen? – Le preguntaba al cronista una mujer de rostro enormemente familiar que éste, con los ojos brillando aun por la emoción de todo lo que acababa de vivir en la sala (hecho que sin duda no le había pasado desapercibido a la mujer), no conseguía ubicar.
- Es impresionante –acertó a decir el cronista, mientras su mente luchaba por asociar el rostro que tenía delante con un nombre– La Dignidad de los Nadies es una de esas películas que hay que ver , no solo porque es importante conocer la realidad de un país como Argentina, sino porque es un documental emocionante, que te toca el alma. Cuando descubrí Memoria del Saqueo en la sesión inaugural del pasado Festival de Huelva, Pino Solanas me hizo ver que en realidad no tenía ni idea de todo el proceso que había llevado al Corralito, el saqueo constante, la corrupción, el neoliberalismo brutal... pero es que ahora ha hecho un libro de cuentos con los damnificados de todo aquello, poniéndoles nombre y apellidos...

El cronista siguió parloteando un rato, acuciado por los escasos diez minutos de los que disponía para llegar al Roxy al siguiente pase de prensa, pero también por su necesidad de compartir lo que había visto. De repente, una luz se hizo en su mente. Y entonces comprendió por qué su interlocutora le escuchaba con tanto interés y asentía, mientras decía con convicción que tenía muchas ganas de ver el documental de Solanas. Era Mercedes Sampietro, presidenta de la Academia, excepcional actriz, protagonista, entre otras, de una película tan afín a estas temáticas como Lugares Comunes. Con un gesto de agradecimiento, y antes de que el cronista pudiera decirle siquiera que era una de sus actrices favoritas, Mercedes Sampietro desapareció en el interior de la sala de Caja España donde se realizan las proyecciones de la sección Tiempo de Historia. Y el cronista comenzó a correr en dirección al Roxy, maldiciendo la oportunidad perdida...pero contento de haberle transmitido a una actriz a la que llevaba admirando muchos años parte de la emoción que aun le embargaba.

Cuando me enteré que La Dignidad de los Nadies iba a proyectarse en Tiempo de Historia, tuve claro que no pensaba perdérmela bajo ningún concepto, recordando la enorme conmoción que nos causó el pase de La Memoria del Saqueo en Huelva. Y, de nuevo, ha sido una experiencia impresionante, no ya por el valor de la película en sí, sino por la inestimable presencia del propio Pino Solanas presentando la película y manteniendo un breve coloquio a la finalización de la misma, breve ya que al poco tiempo disponible para hacerlo se unió una ovación cerrada de toda una sala emocionada que daba las gracias al cineasta por el regalo que nos había hecho, ovación que se prolongó varios minutos. La Dignidad de los Nadies es la continuación de una tetralogía con la que el veterano realizador se ha empeñado en ofrecer el fresco de su país, Argentina, que solo ahora empieza a recuperarse un poco de los estragos de una profunda crisis económica cuyo punto álgido fueron las revueltas populares de diciembre del 2001, cuando una multitud enfurecida tras aguantar años de expolio y corrupción de sus dirigentes, estalló tras el escándalo del Corralito, tomó las calles, y obligó al Presidente De La Rua a dimitir incluso huyendo de la Casa Rosada en helicóptero. Memoria del Saqueo, el primer y espléndido primer capítulo de esta saga de documentales rodados en formato digital y con imágenes de archivo procedentes de un notable esfuerzo de investigación, era una película enrabietada, dolorida, furiosa, que narraba el tremendo proceso de años de expolio sufrido por uno de los países más ricos del continente sudamericano que desembocó en lo que todos conocemos, poniendo nombre y apellidos a los responsables de tal catástrofe y apuntándoles con un inapelable dedo acusador.

“La multitud no tiene rostro definido, solo es una sucesión de desconocidos unidos por una causa común, por defender unos ideales o sublevarse ante la injusticia, pero no podemos ponerle nombres y apellidos a una multitud” decía Pino Solanas en su intervención “Por eso La Dignidad de los Nadies está protagonizada por personas reales, con nombres y apellidos, que cuentan su propia historia. Ellos son ‘los Nadies’, los héroes de esta historia, las víctimas de esta catástrofe y la prueba de que no están vencidos. La película lucha contra la resignación de lo que nos han querido vender como única vía posible, como lo inevitable. La película muestra sus hazañas cotidianas, sus victorias, en una serie de diez de cuentos, relatos e historias sacadas de la realidad de sus vidas”


Y que historias, señores. Desde un humilde motorista alcanzado por balas de la policía mientras reprimían una manifestación y vivo casi de milagro para reconvertirse en escritor hasta un profesor que recorre todos los días decenas de kilómetros a pie por un camino embarrado para dar clase (y comida, como hacía el personaje de Federico Luppi en Un Lugar en el Mundo) a niños que no tienen nada, pasando por un comedor de pobres en el que a veces de un par de cebollas se saca una sopa para alimentar a 72 personas. Historias como la de una pareja con ocho hijos que vive literalmente de la nada, ocupando una casa medio derruida en mitad de un páramo en tierra de nadie, la de las tenaces trabajadoras de un hospital público absolutamente desbordado por la falta de medios que se las ingenian día sí y día también para sacar adelante la ingente cantidad de enfermos que entran por sus puertas (aunque eso suponga sacar el hospital a la calle) o de como algunas cooperativas de obreros despedidos tomaron esas mismas fábricas en las que antes ganaban un sueldo y que fueron abandonadas, poniéndolas en marcha con sus propios medios para mantener los puestos de trabajo... y resistiendo los esfuerzos por recuperarlas de los mismos que las abandonaron o esa otra que, de lejos, es mi favorita: la lucha de un grupo de mujeres campesinas estafadas por unos créditos hipotecarios destinados a comprar tractores y otros elementos para aumentar la producción y que, por culpa de unos intereses rayanos en la usura, provocaban que los bancos pretendieran quedarse con sus tierras, garantes de dichos créditos, mujeres que resisten pacífica pero tozudamente la pérdida de esas tierras por el simple método de boicotear las subastas públicas ¡personándose en grupo en las vistas y cantando el himno nacional a voz en grito o rezando en alto, de tal forma que la subasta no puede llevarse a cabo de forma normal! Ni el mismísimo Ghandi hubiera ideado un sistema de resistencia pacífica más eficaz, imaginativo y, de paso, divertido a la vez que revelador de los entresijos de la parte más oscura de la justicia argentina.

Por las contundentes imágenes de La Dignidad de los Nadies pasan trabajadores de todo tipo, ciudadanos, campesinos, obreros, indígenas, curas concienciados, mujeres decididas, enfermeras heroicas, muertos accidentales de la represión policial... es un fresco que provoca una emoción imborrable a la vez que una incomodidad manifiesta, porque nos obliga a mirar de frente a esa realidad de la que resulta mucho más cómodo desentenderse y no asumir la más mínima responsabilidad, cuando no nos falta en la creación de ese modelo neoliberal salvajemente implantado en Argentina y cuyas terribles consecuencias Solanas nos muestra con el simple acto de poner la cámara (“digital, pequeñita... si ponés una cámara de cine, se creen que están en la televisión y ya no hablan con la misma confianza y franqueza que frente a una cámara de cuya presencia apenas son conscientes. La tecnología digital sirve para más cosas que para hacer efectos visuales ¿no es cierto?”) delante de sus protagonistas y limitándose a dejar que ellos cuenten sus historias. Unas historias que, créanme, no resultan fácil de olvidar. Como debe ser.

Cuando se estrenó La Espada Oculta en el pasado Festival de Berlín, gran parte de la crítica, aun reconociendo las enormes virtudes que adornan la última película del realizador japonés Yoji Yamada, la dejó un poco de lado, con el simple argumento de que era una obra demasiado parecida a El Ocaso del Samurai, película que le había proporcionado un enorme reconocimiento internacional a su director dos años antes, incluyendo una nominación al Oscar. Como quiera que un servidor aun no ha visto dicha película estrenada hace escasos meses en España, dicho argumento como que le resbalaba bastante. Y la verdad es que La Espada Oculta es una maravilla. Evidentemente, te tiene que atraer un poco el fascinante mundo de los samuráis, especialmente la época en la que estos comienzan a perder su poder a causa de la apertura del país, la importación de modos y formas de hacer la guerra occidentales y la desaparición progresiva del rígido sistema de clases casi feudal que perduró en Japón hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XIX porque, de no ser así, uno puede encontrarse perdido.

La Espada Oculta tiene una enorme virtud: cuenta una historia de amor que nos ha sido contada doscientos millones de veces antes – a saber, el amor imposible entre un Samurai que trata de adaptarse a los vientos de cambio que empiezan a soplar por su país y una antigua criada de su familia, obviamente procedente de un estrato social mucho más bajo, superando las dificultades que entrañan no solo sus diferencias de clase social, sino el acusado y casi inflexible sentido del deber y la obediencia que rigen, como principios bien aprendidos y asimilados, en ambos personajes – pero lo hace con tal elegancia, dominio de la puesta en escena y conocimiento de los resortes emocionales de la historia que tiene entre manos, que uno no puede sino asistir maravillado a una película que, tratando un tema tan antiguo como el mismo cine, casi parecería que nos es narrado aquí como algo completamente nuevo. Es un mérito nada desdeñable en una película que mezcla dos relatos bien distintos del autor Shuhei Fujisawa, uno centrado en una historia clásica de espadachines y otro centrado en una historia de amor prohibido que Yamada entrelaza con notable habilidad.

La Espada Oculta nos narra la historia de Munezo Katagiri (un excelente Masatoshi Nagase, visto en Mystery Train de Jim Jarmusch), un Samurai que no ha encontrado aun esposa porque sigue secretamente enamorado de Kei (la hermosa Takako Matsu), la mujer que tuvo como criada muchos años y que la propia madre de Katagiri educó para ser una buena esposa, casándola con un rico comerciante de tejidos. Su reencuentro, provocado por el mal trato que ella recibe de su familia y su rescate, contraviniendo toda norma social existente, por parte de Katagiri, desembocará en una historia de amor imposible por culpa de los rígidos principios que son parte del camino del Samurai y que le impiden tomarla como esposa o ni tan siquiera alojarla en su casa. Todo esto se mezcla con una historia de intrigas políticas en la que Katagiri se verá obligado, siguiendo los dictados de su clan, a enfrentarse aun viejo compañero de armas ahora caido en desgracia por haber conspirado contra el Shogunato. Katagiri es un hombre recto, de principios y de una obediencia intachable... pero el mundo que conoce se está derrumbando, como Yamada pone de manifiesto en una sucesión de escenas que muestran el adiestramiento, al modo occidental, de los viejos samuráis, que tienen que aprender a manejar armas de fuego, a hacer la instrucción o disparar cañones, un proceso que está contado con innegable comicidad y acierto (ya le hubiera gustado a Tom Cruise) por parte de Yamada, que se complace en aligerar la dureza de los dos dramas paralelos que narra su película con estas espléndidas pinceladas de humor.

Pero lo que verdaderamente llama la atención de La Espada Oculta es la forma parsimoniosa, (clásica, en el sentido más Ozu del término, si se quiere) pero sumamente efectiva, con la que Yamada rueda su película. Todos imaginamos el desarrollo más probable de la historia, y aun así , en el lento pero implacable desarrollo de esos planos casi siempre fijos o con movimientos de cámara suaves, casi imperceptibles, se desarrolla una obra que atrapa por su belleza y su emotividad de principio a fin. De acuerdo, puede que a alguno le cueste entrar en este peculiar mundo que tanto fascinaba a maestros como Kurosawa y que Yamada se ha encargado de volver a poner de moda con sus dos últimas obras, pero sin duda el espectador paciente verá recompensada de sobra su espera con la hermosa resolución tanto de los conflictos que invaden al sufrido protagonista (por cierto, vaya brillantez la que despliega Yamada en el conflicto político, resuelto en dos clímax consecutivos bien diferenciados estilísticamente, pero igual de efectivos), así como la respuesta, no tan evidente como podría parecer, al enigma que se esconde tras el título de La Espada Oculta, hermosa película que es de lo mejor de lo poco visto hasta ahora en la Seminci.

Y con eso cerramos esta espléndida segunda jornada del Festival, capaz de levantarle el ánimo a cualquiera. Mañana les hablaré de la primera aportación española a la Sección Oficial a concurso, Elsa y Fred, historia de amor maduro con los veteranos Manuel Alexandre y China Zorrilla así como la muy esperada por mi parte En Terreno Vedado, título en castellano de la película de Ang Lee Brokeback Mountain, que se alzó con el León de Oro del pasado Festival de Venecia, presentada fuera de concurso, y que ha despertado encendidos elogios por parte de la mayor parte de la prensa especializada en su primer pase en el Calderón. Seguimos a un rumbo fijo de tres o cuatro películas por día, según los horarios, y aun me queda mucho festival por contarles... Eso si, cuando un responsable del muy interesante Festival de Cine de Huesca, buen amigo desde el año pasado, me ha hecho hoy entrega de las publicaciones de la última edición, no he podido evitar esbozar una sonrisa algo triste. Uno de los libros lleva por título “Mercedes Sampietro: La Voz y La Mirada”. Que oportuno. Como penitencia, pienso cargar con él durante toda la Seminci (no piensen que es sencillo: diariamente cargamos con un buen puñado de revistas y publicaciones de todo tipo que te llueven cuando menos te lo esperas y acaban pesando lo suyo) soñando con tener eso que casi nunca se tiene en la vida: una segunda oportunidad para decirle lo mucho que la admiro y que me estampe su firma en este libro dedicado a ella. Y es que ¿no es acaso atreverse a soñar parte fundamental del cine? Pues eso.

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