La Noche del Hermano es una película muy seria que lo primero que me provoca es un chiste un tanto inevitable. Y es que ver a Pablo Rivero, el hijo mayor de la familia Alcántara de la serie Cuéntame, convertido aquí en un inquietante parricida que asesina a sangre fría y sin contemplaciones a ambos progenitores no deja de tener una lectura negra un tanto curiosa. Desde luego, si lo que pretendía Rivero era romper con su imagen televisiva, lo ha hecho por las bravas. Parte de un planteamiento muy atractivo: ¿Hasta que punto se puede seguir viviendo bajo la sombra de tu propio hermano cuando éste se ha convertido en el asesino de tus padres y tú te has salvado del mismo destino por la casualidad de no estar en casa la noche de los hechos? Ese pensamiento es el que atormenta a todas horas a Jaime (el debutante Jan Cornet, que cumple mejor de lo esperado con un trabajo muy exigente) un chico paralizado por la tragedia que ha provocado su dominante hermano mayor Alex, ahora entre rejas, y que tiene que tomar una serie de decisiones a las que no se siente capaz no ya de enfrentarse, sino de ni siquiera plantearse. Jaime deambula como un fantasma perdido por ese pueblecito murciano en el que la mayor parte de sus habitantes quieren algo de él, ya sea presionarle para que venda a un muy buen precio las tierras que pertenecieron a sus padres para construir un complejo turístico, cuidarle e intentar que poco a poco vaya abriéndose para aceptar lo que le ha pasado y seguir adelante, como pretenden su abuelo (Joan Dalmau) y su médico (Icíar Bollaín) o incluso servir de comidilla sensacionalista para algunos de los jóvenes del pueblo, sobrecogidos por la brutalidad de los hechos.
Todo está contado desde una seriedad y una densidad extremas, que hacen que la película, aun interesante, no sea un producto de fácil digestión ni cómodo visionado. El proceso mediante el cual Jaime va peleando con sus propios demonios internos – a la inevitable culpabilidad que surge por haber sido el único superviviente de los hechos se unen la certeza de que Alex le hubiera asesinado también a él si hubiera tenido ocasión y, por tanto la ambivalencia de sus sentimientos hacia él, que oscilan entre la fidelidad a los lazos de sangre que los unen y la mezcla de odio y temor que le inspira su figura – se hace cada vez más complejo con la relación que establece con una joven llena de secretos (María Vázquez, una actriz interesante que tiene que lidiar con el personaje más endeble de la función)
Es La Noche del Hermano una película que huye de maniqueísmos fáciles. Resulta una tarea imposible pensar en buenos y malos o hablar en términos de blanco y negro en una película que voluntariamente se concentra en una amplia variedad de grises en torno a casi todos sus personajes, incluso aquellos que, como Alex – un inquietante Pablo Rivero que aprovecha muy bien su escasa pero determinante presencia en pantalla - aparentan ser más fáciles de calificar. Lo más interesante de la película es con mucho la descripción de sus criaturas y, sobre todo, de sus relaciones – en especial la de ambos hermanos, unidos a pesar de o quizás gracias a ese crimen terrible – pero el guión flojea mucho más en lo que podríamos denominar la intriga de la parte criminal, algo que se nota mucho en el tramo final de la película, donde el desenlace que uno está viendo venir desde hace largo rato en una película de cocción lenta se antoja un tanto forzado.
En cualquier caso y con todo lo criticable que pueden tener los pecados por otra parte propios de la obra de un debutante (esas innecesarias y reiterativas cortinillas en negro entre escenas y esa pésima secuencia onírica en mitad de la película que rompe el ritmo interno del relato), lo cierto es que La Noche del Hermano ofrece los suficientes elementos de interés como para pensar que nos encontramos ante un director que tiene cosas que contar y al que convendría seguirle la pista en el futuro: su determinación de extraer todo el jugo a una historia común que bien podría estar sacada de las páginas de sucesos de cualquier periódico y llegar a través de ella a un retrato bastante serio del dolor que produce el crecimiento acelerado de un personaje atrapado entre su culpabilidad y la necesidad de hacer lo que cree que es correcto refleja una cierta capacidad de observar la realidad con una mirada bastante penetrante que no se detiene en lo aparente ni busca precisamente salidas fáciles, lo que, la verdad, es de agradecer en el desolado panorama del cine español de este 2005.
Sobre Princesas os hablo mañana, que aun estoy en pleno proceso de digerirla...
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